El fuerte deterioro de los términos de intercambio producto de una errónea política cambiaria, va a generar durante 2011 más de un problema no sólo en el frente fiscal sino también en la economía en su conjunto. El déficit comercial con Brasil, principal socio comercial de la Argentina y el vertiginoso crecimiento de las importaciones, son pruebas palmarias de las dificultades competitivas que tienen las empresas locales para producir y colocar sus bienes en el exterior. A esto se le añade que los exportadores reclaman que el Estado les debe unos 300 millones de dólares en concepto de reintegros a las exportaciones.
¿Dónde quedó el tipo de cambio competitivo para sostener una sustitución de importaciones? ¿De qué sirvió una política cambiaria diseñada para sostener una producción industrial que representa apenas el 18 por ciento del PBI? ¿Una brutal transferencia de dinero de los sectores de menores ingresos para sostener menos de la quinta parte del ingreso?
Si a esto se le suma, una política monetaria diseñada sólo para apuntalar el monumental gasto público y una consecuente inflación que galopa a más del 30 por ciento anual, el escenario se transformará en un tembladeral, de cara a los comicios de octubre (¿octubre?). Por ahora, el gobierno respira tranquilo. Las tumultuosas jornadas de las ocupaciones ilegales de terrenos públicos y privados están apaciguadas, al igual que las marchas piqueteros. Un problema aún no resuelto por el modelo kirchnerista. Aunque no son la causa de los severos problemas económicos por los que atraviesa el país, sino la consecuencia, estos factores, discusiones paritarias, ocupaciones y piquetes, añadirán más tensión social.
Sin embargo, y a poco que se tamicen todos estos elementos, queda en claro que el origen de todos los problemas están en el diseño del modelo "K", fundado en una política de dispendio indiscriminado de recursos que alguna vez comenzarán a menguar. Habrá que empezar a olvidarse que Dios es criollo y que una buena cosecha de soja o trigo, le permitirá al país vivir una vez más de las mies de la Pampa Húmeda. Esos días no están muy lejanos, a pesar de la euforia oficial. El mundo está cambiando rápidamente. La mejora en la economía de los Estados Unidos, el fuerte deterioro fiscal y el creciente endeudamiento de la Unión Europea, están reposicionando al dólar. La principal economía del planeta vuelve a dinamizarse y con ella el dólar, por lo cual los capitales comenzarán a fluir nuevamente hacia Nueva York.
Paralelamente, los commodities que habían sido el refugio ante la crisis de Wall Street, dejan de tener preferencia y la gran burbuja montada por derivativos y hedge funds en el mercado de materias primas, comienza a desinflarse. Para la administración Kirchner es tiempo de correcciones si es que quiere llegar a diciembre sin sobresaltos.
Al mismo tiempo, todos los procesos electorales generan incertidumbre, lo que provoca una salida de capitales hasta tanto se conozca quien será la nueva autoridad política. Pero esta salida de capitales puede adquirir dimensiones importantes si la entrada de capitales fue también de proporciones. El escenario no traería consecuencias dramáticas a menos que esos capitales ingresados hayan sido gastados a cuenta de las reservas como ocurrió en los últimos cuatro años. De allí que llama la atención que el Banco Central en su programa monetario para 2011 haya calculado un aumento de las reservas de 12.500 millones de dólares.
Esto supone una expansión monetaria mínima de unos 50.000 millones de pesos que serán volcados al mercado. Pero la cifra puede crecer hasta 75.000 millones de pesos, si se toma en cuenta que el BCRA preve un crecimiento de los agregados monetarios en poder del público de un 30 por ciento anual, en línea con la estimación inflacionaria. En otras palabras, más combustible a la hoguera. Sin embargo, las estimaciones pueden quedar cortas otra vez.
Este año, el gobierno manejará los fondos sin presupuesto, lo que supone una aceleración del gasto público. Los últimos ajustes al presupuesto 2010 fueron un refuerzo a las partidas del 2011. Esto significa que desde el punto de vista contable, el gobierno contará con más dinero para gastar sin tener en cuenta si efectivamente cuenta con recursos financieros. Dicho en términos más llanos, gastará más sin saber si hay plata en la caja.
La enorme dimensión de las erogaciones del Estado puede adquirir tamaño gigantesco, si la administración regente insiste con sostener la multimillonaria asignación de subsidios y transferencias, a expensas de una presión fiscal asfixiante y de un vaciamiento de las cajas de la ANSES, el PAMI y el BCRA, entre otras.
La presión fiscal va en aumento. La negativa a reconocer los ajustes por inflación para las empresas como la no actualización de las deducciones especiales y el mínimo no imponible para las personas implica un incremento de los niveles de tributación. De la misma manera, el complejo entramado de prebendas y favores a sectores privados y provincias no va a cambiar. Mientras tanto, las señales que envía la administración Kirchner a la comunidad de negocios distan mucho de mejorar. El conflicto con Edesur pone al desnudo no sólo las fallas del modelo en materia energética sino también la profunda aversión al capital extranjero y la codicia por cristalizar un capitalismo de amigos criollos. En otras palabras, el anhelado sueño kirchnerista, un fascismo a la argentina.
(*) Agencia DYN