Desde Rosario
El cura Edgardo Montaldo resiste a la pobreza del barrio, a las balas de todos los días y a la eterna lucha para no naturalizar las muertes de los pibes, que en Ludueña se multiplicaron en los últimos años como consecuencia de los enfrentamientos por disputas narco. Un territorio donde el trabajo de contención de años es arrebatado por las bandas que le quitan los sueños a decenas de adolescentes todos los meses. Brian “Cachete” Saucedo tenía 18 años, tocaba el chelo en la orquesta de barrio y fue acribillado a balazos. La semana pasada, el testigo de ese hecho que denunció gatillo fácil, fue rematado por la espalda y no hubo ni siquiera escándalo ni remoción en la Comisaría 12ª, recientemente inaugurada. El 20 de octubre, día del clásico rosarino, mataron a Gabriel Aguirre, de 13, por tener una camiseta de Ñewell’s. Unos meses antes cayó, Mercedes Delgado. Quedó en medio de los disparos por una disputa narco.
“Si no tomamos el tema entre todos, revienta”, advierte el cura salesiano de 83 años, con 45 en el barrio y cientos de anécdotas. El sacerdote cree que para el cambio deberían darse “tres cosas necesarias para una verdadera conversión”. Dice que primero, el periodismo, tendría que tomar “no sólo las tragedias porque ahora se acuerdan en Buenos Aires, ahora están interesados. Creo que hay un cambio, una conversión que se tendrá que dar. Ni siquiera están en los momentos lindos acá, en donde las necesidades son enormes, pero también sus riquezas”. En segundo lugar, destaca que la Iglesia tiene que evidenciar una transformación que “el mundo pide y que Francisco está escuchando”: “Si nos quedamos en un documento y nos lavamos las manos, tampoco sirve de nada”. Y en tercer lugar, los políticos, “que deberían empezar a trabajar para la gente y dejar sus diferencias de lado para encarar el problema”. Menciona a Don Bosco y dice: “Soy creyente, como cura, de un Jesús histórico, de un Don Bosco histórico; no institucionalizado. Son cristos y políticos desfigurados”.
“Nos podemos ayudar mutuamente. Hay tres pasos que nombramos: Encarnación, vos no podés hablar de acá si no conocés el barrio. Ecumenismo, la dignidad de vida sin importar el credo. La fuerza para seguir. Otro mundo es posible”, dice.