“Jamás voy a romper con Cambiemos porque soy la creadora y fundadora”. La frase fue formulada por Elisa Carrió en junio de 2017, pero bien podría haber sido de la última semana, en un nuevo episodio de ataque al gobierno nacional que integra, aunque con condicionamientos. Siempre al límite, Carrió cumplirá mañana tres años como oficialista, un título que le pesa y del que muchas veces amaga con desprenderse.
Desde el 10 de diciembre de 2015, cuando Cambiemos llegó al poder, Carrió osciló entre episodios de respaldo incondicional y momentos de fuertes críticas que hicieron crujir la alianza gobernante.
En abril de 2016, a solo cuatro meses de asumir Cambiemos, la chaqueña tuvo su primer desafío y debió defender al presidente Mauricio Macri ante el escándalo por su aparición en los documentos de los Panamá Papers.
En agosto de ese mismo año, Carrió sorprendió con una foto con Ricardo Gómez Centurión, el desplazado titular de la Aduana que meses más tarde volvió a su puesto. En esa oportunidad, el blanco de las críticas de Carrió fue el mismo que en la reciente polémica por el reglamento policial: Patricia Bullrich. Antes de cumplirse el primer año de gestión de Cambiemos, Carrió disparó otra bomba que sacudió a la alianza gobernante y tildó de “delincuente” a Daniel Angelici. Más tarde vendrían el pedido de juicio político al ministro de Justicia, Germán Garavano, y las denuncias contra el ex presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti y contra el titular de la AFI, Gustavo Arribas.
Los ataques fueron luego compensados con varias defensas, que fueron muy bien recibidas en el seno del oficialismo. Es que cuando Carrió sale a dar su posición sobre un tema, suele ser contundente y efectiva. Así, respaldó al Gobierno durante la búsqueda del joven Santiago Maldonado al aseverar que había un “20% de posibilidades de que esté en Chile”, bancó el acuerdo con el FMI y apoyó el esquema de retenciones que definió el Gobierno en septiembre de 2018.