Pedro estaba a cargo de cuidar las ovejas del pueblo. Un día, aburrido, decidió divertirse a costas de la gente del pueblo. Empezó a gritar: "¡Lobo, viene el lobo!". Los aldeanos acudieron en su ayuda, solo para darse cuenta de que era una broma. La escena se repitió un par de veces. Un día apareció un lobo de verdad. Pedro gritó, pero nadie en el pueblo, acostumbrado a la mentira, salió en su ayuda. El final ya lo saben.
La fábula de Pedro y el lobo bien podría trasladarse a parte de la oposición y la "militancia digital" en las accidentadas elecciones del domingo 23 de agosto en Tucumán. Comicios irregulares en los que hubo de todo (denuncias, quema de urnas, violencia), menos fraude.
"Para que haya fraude tiene que haber un conjunto de maniobras ilegales cuya finalidad sea alterar el resultado electoral", definió hoy Alejandro Tullio, titular de la Dirección Nacional Electoral.
Maniobras ilegales, o al menos irregulares, sobraron el domingo en Tucumán: se quemaron urnas en dos escuelas de San Pablo, que tuvieron que ser desalojadas por Gendarmería. Otra urna se abrió antes de los comicios y descubrieron que estaba llena de votos. Además, se denunció una balacera en la casa de dirigentes opositores, y agredieron a un periodista que cubría una supuesta entrega de bolsones de un candidato oficialista en la localidad de Echeverría.
Ante esos problemas, miles de tuiteros, fakes y reales, militantes e independientes, organizados y no tanto, se volcaron a gritar "¡Fraude!". El hashtag #FraudeEnTucumán era el primer trending topic en Twitter, incluso antes de que cerraran los comicios. Circulaban fotos y acusaciones, sin importar que fueran verdaderas o no. Una imagen de una escuela incendiada en realidad era de Chile; la balacera a opositores quedó ilustrada con una foto de México; la de las urnas llenas de votos habían salido de un blog. Hasta se llegó a decir en TV que uno de los gendarmes había muerto. Decenas tuitearon variaciones de "Cristina y Alperovich mataron a un gendarme". Nadie se preocupó por chequear, mucho menos por desmentir.
Todas esas irregularidades, que en algunos casos son crímenes, son reprochables, sí. En muchos, luego se comprobó, estaban involucrados también dirigentes del opositor Acuerdo para el Bicentenario (APB). Pero no constituyen un sistema. En Tucumán hay 1.171.255 electores repartidos en 3.474 mesas. El total de mesas cuestionadas es de 42, unos 11.000 votos. Menos del uno por ciento de los votantes. Significativo, sí, pero no suficiente para alterar el resultado de una elección.
El Frente Para la Victoria ganó las PASO del 9 de agosto por 57,14 por ciento en la provincia, contra el 20,13 de la Alianza Cambiemos. Unas 448.231 personas, el 59,25, votaron la lista que llevaba a José Alperovich como candidato a senador nacional. ¿No hubo fraude una semana antes? ¿Por qué nadie gritó? Si en esos comicios no hubo fraude, ¿esperaban que el resultado, más de 30 puntos de diferencia, fuera muy distinto una semana después?
El problema, en todo caso, no es el fraude, sino el sistema. En Tucumán, los candidatos a gobernador e intendente pueden llevar infinitos acoples a legisladores y concejales. Por eso las fotos de mesas repletas de boletas "sábana". Eso, sumado al proverbial y tantas veces denunciado "clientelismo", favorece el status quo y facilita las victorias del oficialismo. Algo que ocurre en prácticamente todos los distritos. Pero ni los oficialismos ni el clientelismo son imposibles de vencer: lo demostraron Sergio Massa en 2013, De Naváez en 2009, la Alianza en 1997. Para eso hay que tener propuestas, saber prometer, caminar los territorios, conseguir fiscales. No es fácil, pero se puede hacer. Requiere mayor esfuerzo, eso sí, que quedarse en casa y gritar: "¡Fraude!".
Vale la aclaración: nada justifica la violencia. Ni por muy cuestionables (y a veces hasta dañinas al sistema electoral) que sean las denuncias de fraude. El pueblo tiene derecho a circular y expresarse en la vía pública. José Alperovich y la policía tucumana violaron esos derechos. Alguien tendrá que responder políticamente por esa represión. Esperemos que así sea.
Hay que cuidar la democracia, a veces endeble, que tenemos. Plantear las críticas al sistema antes que gritar "¡Fraude!" porque sí. Y denunciar el fraude cuando realmente los haya. Si no, ojalá que no, algún día puede venir el lobo en serio. Y ahí la pregunta va ser quién dejó a Pedro a cargo de las ovejas.
(*) Editor de Perfil.com. Twitter: @https://twitter.com/elfacoelfaco.