POLITICA

Un vuelco en la situación política

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Hasta aquí el kirchnerismo venía logrando que la gente pusiera su atención en las vacaciones y, en el peor de los casos, en la economía. Y que de ésta hiciera una evaluación matizada: que aun cuando se lo responsabilizara de algunos o muchos de los problemas reinantes, se le reconociera que es el único que por ahora puede evitar que se agraven, y es preferible entonces que él no se siga debilitando. Así habría aún esperanzas de que, aunque sea por pura casualidad, dé en el clavo con alguna solución.

En ese cuadro de situación, las denuncias de corrupción, abuso de poder y demás desmadres institucionales, así como los papelones internacionales, aunque golpearan cada vez más cerca de la presidente y fueran cada vez más indisimulables, no hacían demasiada mella en la opinión. La mayor parte de los argentinos asume que “todos roban” y todos violan la ley cuando les conviene, y aunque eso puede no gustarles, dado que “no tiene arreglo” no está entre sus prioridades que alguien intente cambiarlo.

Pero es muy probable que la muerte de Nisman produzca un vuelco: porque una cosa es el robo y otra muy distinta la muerte. Más aún las muertes políticas (y ésta sin duda lo es, más allá del curso que siga la pesquisa judicial), que desde 1983 afortunadamente siempre han sido consideradas intolerables: sucedió con José Luis Cabezas, con los manifestantes de diciembre de 2001 y seguramente sucederá en este caso.

En el Ejecutivo lo saben y por eso han salido a despegarse. Cristina guardando el silencio habitual, pues como sabemos ella sólo es presidente de las buenas noticias, nunca de las malas; y el resto bombardeando con la tesis de un suicidio supuestamente originado en la “encerrona en que el propio fiscal se metió al hacer una denuncia sin asidero”.

Pero es difícil que eso vaya a funcionar. Primero, porque el origen del conflicto con Nisman, el pacto con Irán, siempre fue inexplicable desde la posición oficial: se dieron varias explicaciones, todas malas y poco creíbles, de haber estampado la firma y hecho votar por el Congreso semejante engendro. Y en cambio la investigación del fiscal ofrece una bastante convincente. Segundo, porque hay ya varios antecedentes del oficialismo usando servicios de inteligencia con fines partidistas, tejiendo relaciones internacionales con ayuda de esas redes y de militantes afectos al terrorismo: lo hizo con Venezuela durante una década, así que es muy creíble que lo haya hecho con Irán. Y tercero, porque en su lógica de guerra contra la Justicia fue tan brutal en el ataque a Nisman, que perdió la ocasión de descargar el problema en funcionarios de menor rango o una patrulla perdida de adictos demasiado entusiastas.

Así las cosas, lo más probable es que el descrédito oficial se incremente y el temor a lo que se viene, hasta aquí principal instrumento del gobierno, se vuelva en su contra.

El barco kirchnerista desde hace largo tiempo que viene haciendo agua. Pero desde lejos parecía que nada lograba alterarlo demasiado, que seguiría a flote y llegaría medianamente bien a puerto. Ahora el proceso se aceleró, dejando a la luz lo precaria de su situación: más allá de la aparente estabilidad, avanzaba a paso firme hacia el punto crítico en que el agua superaría la línea de flotación; y si la muerte de Nisman lo empuja más allá de ese punto crítico, difícilmente logre evitar un rápido hundimiento. Si esto sucede él y todos los demás deberán repensar sus planes de campaña, sus promesas de continuidad y de cambio, y cómo justificarse ante la sociedad.

 

(*) Investigador de Conicet y director de Cipol.