Cristina Fernández llora desconsolada. En el shockroom del Hospital Municial José Formenti, en El Calafate, le acababan de confirmar la peor noticia de su vida: que Néstor Kirchner, su marido, su compañero de toda la vida y su mentor político, está muerto. "No puede ser, no me dejes, por favor, no me dejes", grita desesperada y entre lágrimas, mientras le sujeta las manos en los segundos finales.
Durante el terrible desenlace la escoltan desconsolados sus secretarios privados, Isidro Bounine y Pablo Barreiro. Ellos fueron, junto a Cristina, los testigos directos del primer infarto de Kirchner pocos minutos antes de las 8 de la mañana dentro de la residencia presidencial en El Calafate, el miércoles 27.
Dentro de la sala ya estaba Lázaro Báez, que logró contener a la Presidenta que no paraba de gritar. El empresario, señalado por la oposición como el testaferro de Kirchner, además de su amigo personal, también se quebró: "Estoy destrozado, lo quería como a un hermano", llegó a murmurar.
Los 16 médicos que lo atendieron durante los últimos minutos se quedaron en silencio. Desde las 9.15, hora en que se dictaminó su muerte, hasta las 9.50, cuando Cristina decidió que llevaran el cuerpo del ex presidente hasta su casa en El Calafate en una ambulancia custodiada por seis camionetas (vea imágenes) de la seguridad presidencial, se vivieron momentos dramáticos. Las puertas vaivén de la sala de urgencias se abrían y cerraban con violencia. Los médicos salían y daban órdenes al aire. Cristina lloraba sin parar sentada en la guardia con vista a la calle de Julio Roca.
Afuera del hospital, la custodia también desesperaba. "No pueden sacar fotos, se van a 200 metros de acá y no rompan las pelotas", gritó un custodio a Noticias, que nunca intentó tomar fotos dentro del hospital. Una camioneta salió a las apuradas y le destrozó la puerta a un Chevrolet Corsa rojo que estaba estacionado frente al lugar. Reinaba el caos.
Kirchner, el hombre fuerte de la política de los últimos siete años, había muerto en su provincia de un paro cardiorespiratorio con muerte súbita, casi a la misma hora en que nació 60 años atrás. El Calafate se hundía en el más profundo silencio.
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