Dos helicópteros se apresuran a atravesar el desierto y detrás lo sigue un convoy de camionetas que levanta una enorme polvareda. Debajo de esta tierra árida donde parece no haber nada más que roca, una enorme cantidad de petróleo, tanta que hace a los rudos obreros petroleros emocionarse hasta el llanto. Semejante expectativa y emoción han silenciado las voces en los más de 90 kilómetros de trayecto entre la ciudad de Neuquén y este paraje. Mirando al horizonte, cada tanto es posible dar con el reflejo de las lajas en los cerros colorados, un brillo como de chapa oxidada que ha dado origen al nombre de Loma La Lata.
Cuando la fila de camionetas se aparta del asfalto e ingresa de lleno en el desierto, la travesía adquiere un tinte de película de aventuras de Hollywood. Un destacamento de la Gendarmería autorizará quién puede entrar y quién no a este gigantesco desierto sin puertas. Y tras varios minutos a campo traviesa, en el medio de la nada, una carpa blanca iluminada desde adentro comienza a verse sobre la huella del camino. “Habrán descubierto un extraterrestre”, comenta con sorna uno de los invitados.
Pero no. Nos habían traído a las puertas del futuro petrolero, a la primera salida de petróleo de un yacimiento que puede cambiar el futuro del país. Se trata del petróleo no convencional que se esconde entre las piedras de Vaca Muerta, una extensa formación geológica que, ahora se sabe, concentra riquezas que pueden convertir a Neuquén en una nueva Arabia Saudita. Tanto que muchos afirman que la intervención a YPF y la expropiación de las acciones de Repsol de la petrolera obedecen a la decisión de disponer de ese recurso.
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