La relación entre la Argentina y los Estados Unidos tendrá a partir del 10 de diciembre un cambio brusco. El próximo presidente iniciará un acercamiento impensado durante estos años de kirchnerismo explícito, en los que la Casa Blanca fue la sede de todos los males. La política exterior que se avecina será muy positiva cuando se mire hacia Washington. Por lo menos, eso es lo que manifiestan los principales asesores de la diplomacia que asumirá el control del Palacio San Martín con Daniel Scioli, Mauricio Macri o Sergio Massa. Primero lo hicieron en foros reservados, pero a medida que se acerca el cambio de mando es cada vez más evidente: los tres candidatos presidenciales con posibilidades ciertas de ganar la elección han demostrado que su prioridad será recomponer las relaciones con los Estados Unidos.
La situación más paradójica se descubre dentro del oficialismo. Scioli no parece ser muy kirchnerista en materia de política internacional. Juan Manuel Urtubey, el principal candidato a convertirse en canciller sciolista, lo dejó muy en claro la semana pasada cuando reclamó, precisamente en Nueva York, un rápido acuerdo con los fondos buitres para atraer inversiones al país. Por si hacía falta, Aníbal Fernández advirtió que el discurso del joven gobernador salteño era más propio de un candidato opositor que de uno del Frente para la Victoria. Pero Urtubey no se inmutó. Y Scioli lo respaldó.
Esta semana, la senda de la fe, el optimismo y la esperanza con los Estados Unidos se alimentó más. Ricardo Lagorio, el embajador de carrera que asesora a Scioli desde que el ex motonauta se convirtió en vicepresidente de Néstor Kirchner, aseguró que hay que recuperar las "relaciones tradicionales de Argentina" con los principales centros de poder: nombró en primer lugar a los Estados Unidos. Se trató de un foro académico, organizado en la Facultad de Derecho de la UBA, que contó con la presencia de la decana Mónica Pinto y la directora electa de la Facultad de Ciencia Política de la UBA, Elsa Llenderrozas, pero también fue un ambiente diplomático que contó con una decena de embajadores de América Latina, Europa y Asia. “Scioli propone más Argentina en el mundo y más mundo en la Argentina”, anunció Lagorio, junto al moderador de la mesa Patricio Carmody, especialista en política internacional.
Con Macri y Massa no parecen haber dudas. Ni contradicciones. En el mismo panel, organizado por la Red Argentina de Centro de Estudios Internacionales (Racei) y la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) para debatir sobre la política exterior del próximo gobierno, otros dos embajadores de carrera anunciaron la diplomacia por venir: Rogelio Pfirter en nombre de la diplomacia macrista, y Roberto García Moritán, en nombre de la diplomacia massista, reclamaron a coro un mayor acercamiento con Washington y cuestionaron el eje Buenos Aires-Moscú-Beijing.
Pfirter, que no logró el apoyo del Gobierno para convertirse en el primer argentino en dirigir la estratégica OIEA, aseguró que "no es normal" evitar el impulso de las relaciones con Estados Unidos, un país "fundamental" para Argentina, y adelantó que Macri anularía el Memorándum firmado con Irán. Mientras que García Moritán, ex vicecanciller que fue desplazado por el kirchnerismo, exigió una "política exterior responsable" para "reubicar a la Argentina" en una senda más próxima a Washington, criticó las coincidencias con Venezuela y Rusia, y anunció que si Massa es presidente se revisarán los acuerdos firmados con China.
Parecen ir quedando atrás los años de tensión con los Estados Unidos. Años que comenzaron con Néstor Kirchner en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, reclamándole a George Bush autocrítica de Washington en la crisis argentina de 2001; que siguieron con el canciller Héctor Timerman decomisando un avión de la Fuerza Aérea estadounidense acusándolo de tráfico ilegal; y que finalizaron en estos días con Cristina Fernández de Kirchner en la ONU acusando a la Casa Blanca de proteger al ex espía Jaime Stiuso, que evita presentarse ante la justicia argentina.
Lo que viene en materia de relación bilateral parece ser otra cosa. Algo de eso ya se había evidenciado hace unos meses, cuando se difundió el documento “Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina”, que fue presentado en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) en abril pasado. El material surgió del Grupo Consenso, formado por especialistas en relaciones internacionales, diplomáticos, académicos y ex funcionarios pertenecientes a los espacios políticos liderados por Scioli, Macri y Massa. Entre ellos, se destacaron Diego Guelar, Fulvio Pompeo y Pfirter, por el PRO; Sebastián Velesquén, Andrés Cisneros, Jorge Faurié y García Moritán, por el Frente Renovador; y Lagorio, que a último momento evitó firmar el documento, pero que según los integrantes del evento del CARI, “siempre contó con el apoyo de Scioli”.
El documento tiene el sugerente subtítulo “Seremos afuera lo que seremos adentro” y es una clara crítica a la política exterior kirchnerista, ya que pide “orientar nuestro accionar externo y trabajar para fortalecer nuestras tradicionales relaciones con Europa y los Estados Unidos”, a la vez que describe una idea de inserción internacional que contrasta con la actual política orientada a las alianzas con Rusia y China y con una mayor presencia regional. “Proponemos revalorizar nuestras relaciones con los países que son los centros de decisión internacional que más nos afectan utilizando para ello el diálogo y entendimientos que en cada caso sepamos construir con cada uno de esos actores internacionales claves, de forma de potenciar emprendimientos surgidos de nuestra propia iniciativa”, se lee en el documento.
El paper comienza haciendo una presentación de lo que será el mundo cuando asuma el futuro presidente: “En este siglo XXI globalizado, altamente interconectado y con mutaciones de poder estamos dejando de lado un escenario internacional rígido y homogéneo. Ingresamos en una era más flexible, y de mayor autonomía para todas las Naciones. En este contexto, la República Argentina debe ser un activo y responsable actor global, participando efectiva y constructivamente en todos los Organismos y Foros Internacionales, y en todos los esquemas globales de gobernabilidad, a fin de contribuir al rediseño de la Institucionalidad Global”.
Y luego aclara que “Argentina se encuentra en una etapa de transición, en la que un ciclo político culmina para que comience otro” por ello se ofrece el diseño de “un esquema de consensos en materia de Política Exterior, como un aporte de estabilidad y continuidad al Bicentenario de nuestra Independencia en 2016, consolidando los valores de una sociedad abierta, moderna y respetuosa del ordenamiento internacional”.
Los que seguramente liderarán la Cancillería que se viene aseguran que debe tenerse presente que la agenda global del Siglo XXI privilegiará seis factores estratégicos: a) Seguridad; b) Alimentos; c) Energía; d) Innovación Científico Tecnológica; d) Recursos Naturales y, f) Medio Ambiente.
“La prioridad estratégica de Argentina debe ser una adecuada inserción del país en el nuevo escenario internacional en transformación que, en la actualidad, esta signado por dos coordenadas fundamentales. La primera de estas coordenadas es la aceleración de los procesos de integración económica y política, fenómeno que inexorablemente deja atrás a quienes no participan en su construcción, quedando sumidos en situación de aislamiento y gradual irrelevancia”, concluye el artículo.
Todavía no es posible afirmar con certeza quien será el próximo presidente de la Argentina. Lo que se puede advertir, sin temor a equivocarse, es que ese presidente ya firmó la paz con los Estados Unidos.