Una sucesión de escenas de película. Eso es lo que ofreció la familia monegasca en la celebración del día patrio de ese diminuto principado. Si bien es cierto que las monarquías parecen cada vez más instituciones vetustas, sobre todo observadas desde geografías donde no existen, en su acopio de nuevos integrantes tras sucesivos casamientos, cuando los Grimaldi se reúnen generan un atractivo visual. Esta vez estuvieron todos porque había dos motivos. El primero meramente protocolar, fecha patria con misa y tedéum seguido del posado en los balcones del palacio. Y el segundo, no dejar solo al príncipe Alberto a cargo de todo y ocupándose además de sus mellizos Jacques y Gabriella, y atento a que no se escabulleran aburridos de todos los pasos que implica el protocolo.
Ubicación confidencial. Esa soledad de la autoridad máxima del principado se debe a que Charlène, su mujer, está en una etapa de distanciamiento de toda agenda pública. No era esto lo que estaba previsto cuando regresó a Mónaco, el pasado 8 de noviembre, después de haber estado en Sudáfrica durante seis meses. La estadía en su país natal fue inesperada: se produjo por la complicación que le produjo una infección de oídos, nariz y garganta. Por consejo médico, se le impidió volar amén de pasar hasta tres veces por sucesivas intervenciones quirúrgicas. En esos seis meses en que aún la pandemia revestía sus peligros en una Sudáfrica con vacunación anticovid no masiva, el príncipe Alberto y los mellizos recién pudieron visitar a Charlène a los tres meses y por el plazo de dos semanas. Y recién se reencontraron hace dos semanas, cuando los médicos de Sudáfrica autorizaron el vuelo a Montecarlo, previa escala en Niza. Todo iba bien hasta que el 16 de noviembre el principado emitió un comunicado que decía: “El príncipe soberano y la princesa Charlène quieren hacer la siguiente información pública: sus altezas serenísimas han decidido que empieza un período de calma y descanso necesario para garantizar la mejor recuperación de la salud de la princesa (…), ella ha luchado contra sus problemas de salud en los últimos meses, está actualmente convaleciente y continuará haciéndolo durante las próximas semanas, dándole tiempo a recuperarse de un estado de profunda fatiga general”. En ese texto destacaron que era “esencial para su recuperación proteger la comodidad y la privacidad de Charlène”, por lo que “su ubicación seguirá siendo estrictamente confidencial”.
Tías y chaperonas. El día nacional monegasco, por supuesto, no tiene asociación alguna con la instalación de la pieza basal de su famoso casino, que tanto rédito le dio al principado. La celebración data de 1857 y corresponde a la fecha de la fiesta del santo patrón del príncipe soberano. Esto es cuando Alberto II sucedió a Rainiero III –marido de Grace Kelly–. Debería haberse trasladado al 15 de noviembre, día de San Alberto, pero este quiso mantener la fecha del 19 de noviembre en memoria de su padre. En tamaña celebración, la ausencia de Charlène la suplieron las otras dos hijas de Rainero III: Carolina y Estefanía. Y ambas oficiaron a su vez de chaperonas de Jacques y Gabriella en momentos del protocolo donde los pequeños hubieran estado de la mano de su madre. En el cierre, los distintos grupos de familia se asomaron a los balcones y los mellizos incluso con carteles hechos por ellos mismos que decían “Mami te extrañamos” y “Mamita te queremos”. En el resto, se ubicaron los numerosos nietos de Carolina, también sus nueras; Estefanía, con sus dos hijos y su nuera. Todas escenas de película o, por caso, de una serie.