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Nuevo gabinete

Alberto Manguel: “Sería ingrato no aceptar un puesto que ocupó Borges”

Escritor e intelectual, reemplazará a Horacio González en la Biblioteca Nacional. Su familia le dice ‘Pichi’ y se define como ‘un judío errante’.

Concepto. “La Biblioteca Nacional tiene un rol dentro del esquema político de la Argentina; eso no se puede evitar, no lo quiero evitar”, dijo en el programa Inimputables.
| Cedoc

Algunas de sus obras se tradujeron a treinta idiomas, vive en Estados Unidos y es uno de los escritores argentinos con gran reconocimiento en el exterior. Pero como “los lectores ya no coleccionan libros como antes”, además, da conferencias por el mundo. Y ése es el motivo por el que hasta junio próximo Alberto Manguel no podrá tomar su cargo como nuevo director de la Biblioteca Nacional para el cual fue nombrado por Mauricio Macri en reemplazo del sociólogo e integrante de Carta Abierta Horacio González.

“Me siento profundamente honrado por este cargo: la lista de directores previos me intimida y me desafía”, afirmó Manguel. “Además sería ingrato no aceptar un puesto tan importate que ocupó Borges”, le dijo a su sobrina, la periodista Romina Manguel, en un reportaje que ella le hizo para su programa radial Inimputables. Y aclaró: “Me comprometí hace un largo tiempo a ser Visiting Professor en Princeton, donde doy un curso sobre Borges;  en Columbia, donde hablo sobre los géneros literarios, y en la 92Y, donde debo dar un curso sobre Dante. La última clase es en junio. Eso explica todo”. Y será entonces cuando él tome la conducción de la Biblioteca Nacional. También a su sobrina le dijo que aún no había podido hablar con Horacio González ni organizado un plan de trabajo. Y consultado por ella sobre qué pensaba del perfil político que tiene su antecesor en relación con el suyo, Manguel fue muy claro: “No hay ninguna actividad en una sociedad que no sea política. La palabra política define la polis, la sociedad. Entonces aun si me quedo en casa y no hablo con nadie, eso es una actitud política. La biblioteca no puede sino ser una institución política siendo una institución sobre todo cultural. No podemos dividir y separar las responsabilidades de un ciudadano. La Biblioteca Nacional tiene un rol dentro del esquema político de la Argentina y eso no se puede evitar, no lo quiero evitar”.

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Libros, una pasión. Manguel tiene 67 años, nació en Buenos Aires en 1948, pero creció en Tel-Aviv, donde su padre fue el primer embajador argentino en Israel. Regresó al país con la caída de Perón cuando tenía siete años y fue recién entonces cuando comenzó a hablar de modo fluido castellano; sus primeras lenguas fueron inglés y alemán, idiomas de su niñera y tutora Ellin Slonitz, una judía alemana.  Desde entonces mostró su devoción por la lectura; armó a los cuatro años su primera biblioteca: “Cuando yo quería, Ellin me llevaba a la librería y podía comprar los libros que eligiera. Nunca me dijo: ‘Ese libro es para adultos’”. Fue alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde, afirmó, le enseñaron “todo o casi todo” lo que lo formó como lector. Y sólo hizo un año en la Universidad de Buenos Aires en Filosofía y Letras (1967) por considerarlo, en sus propias palabras, aburrido. Y como a los 16 años necesitaba dinero para comprarse más libros comenzó con un trabajo de verano en la librería Pygmalion, donde conoció a Jorge Luis Borges, quien ya ciego le pedía que leyera para él en voz alta en su casa. En 1969, de cara a lo que sería una época nada democrática, se fue del país y vivió en Francia, Inglaterra, Italia y Tahití, trabajando como editor, traductor  y lector para editoriales y haciendo colaboraciones en revistas literarias. Y llegó su primer éxito editorial: la Guía de lugares imaginarios. Vivió en Canadá, Francia y Estados Unidos.

Preparado para el regreso a la Argentina, dice que vuelve “con la frente marchita y las nieves del tiempo blanqueando, no ya mi sien, sino mi barba. Me muero de curiosidad por saber qué va a pasar en este nuevo capítulo”.

La tarea de ser los ojos y la voz de Borges. Lo conoció en la librería de la avenida Corrientes en la que trabajaba y de donde el escritor  argentino era habitué. Cada vez que podía, Jorge Luis Borges –de 66 años y casi ciego– pasaba en busca de un lector ocasional. “Lo que pasa es que mi mamá ya está rondando sus 90 años y se cansa mucho”, repetía. Y así fue como Manguel, entusiasmado, comenzó con la tarea de leerle, algo que duró desde 1964 hasta 1968. Iba tres veces por semana a la casa del escritor en la calle Maipú. Ahí él repasaba textos.  “Interrumpía mis sesiones de lectura para hablarme de las primeras lecturas que había hecho de esos autores, para contarme anécdotas, historias literarias… A veces quería que buscara una palabra en una de esas enciclopedias que a él le gustaban tanto. No creía en un conocimiento profundo, académico, derivado de estudios minuciosos. No creía en un conocimiento por mera acumulación de información. Lo que le interesaba era, a partir de ciertos hechos, reconstruir él mismo las cosas”, reveló hace un tiempo Manguel sobre quien considera fue su maestro y sobre quien escribió el libro Con Borges. “El me dio la confianza que yo necesitaba para entender que una biblioteca tiene como rol ser la memoria de sus lectores. Y para decidir vivir entre libros”, afirmó. En el libro, Manguel repasa recuerdos  y momentos que compartió con el escritor.  Y no sólo las lecturas y relecturas en voz alta de los libros, sino conversaciones y reflexiones de Borges, así como las sugerencias que éstas le producían a Manguel.