Como registraron varios medios de su propio país en las horas posteriores a que se conociera que había ganado el Nobel de Literatura, hablar en público o conceder reportajes, no son precisamente características propias del cantautor norteamericano. Al respecto, ayer The New Yorker reseñó que “para mantener distancia y misterio, Dylan pasó seis décadas dando entrevistas que a menudo deconcertaban más de lo que explicaban; esa es parte de su seducción (...) Aunque también hubo veces en las que habló de manera concreta y entendible” como lo hizo en 2015 en ocasión de recibir un premio que le otorgó una entidad que ayuda a los músicos. Allí dijo: “Mis canciones son historias misteriosas, de esas que Shakespeare escuchó cuando era chico. Pienso que uno podría seguir ese mismo rastro. En ese entonces, mis canciones era apenas versos sueltos, y pienso que ahora también lo son y que se escuchan como si hubieran estado bajo tierra”.
Reafirmación. Si fue esta prosa discursiva la que alentó a la Academia Sueca a elegirlo como Nobel de Literatura 2016, nunca se sabrá. El comunicado dado a conocer detalló que el jurado había valorado a Bob Dylan “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. Sara Danius, secretaria permanente de la Academia dijo que Dylan “es un gran poeta en la tradición de habla inglesa, un sampler increíble y original que encarna la tradición y que por 54 años se ha dedicado a eso, reinventándose constantemente y creando una nueva identidad”.
Y para reafirmar la elección de la Academia ante la consulta de si se habían ampliado los criterios selectivos del Nobel de Literatura, Danius detalló: “Puede parecer así, pero si miramos para atrás, bien atrás, uno descubre a (los poetas griegos) Homero y Safo, que escribieron textos poéticos o piezas que estaban hechas para ser escuchadas, representadas, a veces acompañadas con música. Y aún hoy leemos a Homero y a Safo y los disfrutamos.”
Con este Nobel en Literatura, Estados Unidos pasa a tener cuatros laureados propios. Los tres restantes fueron Sinclair Lewis (1930), William Faulkner (1949) y Toni Morrison, (1993). El silencio de Dylan genera expectativa sobre si aceptará el premio o si hará como Jean Paul Sartre quien en 1964 lo rechazó porque consideró que de hacerlo, “cedería” su status de filósofo por el de escritor.
En Estados Unidos, el triunfalismo que a veces acompaña a logros de difusión internacional igualmente no cedió a columnas que opinaban sobre si no hubiera sido más acertado que el Nobel fuera a otro conciudadano contemporáneo, el escritor Philip Roth.
Ellos dicen... Voces reconocidas de todo el mundo utlizaron los famosos 140 caracteres para expresarse. El canadiense Leonard Cohen dijo: “El Nobel a Bob Dylan es como ponerle una medalla al Everest”. Naomi Klein, también canadiense tuiteó: “Es increíble”. Por su parte Irvine Welsh señaló: “Soy fan de Dylan, pero éste es un premio nostálgico mal concebido arrancado de la próstata rancia de viejos hippies babosos”; Salman Rushdie se mostró contento y dijo “De Orfeo a Faiz, la canción y la poesía han estado íntimamente ligadas. Dylan es el heredero brillante de la tradición bárdica. Gran elección”.
El efecto colateral –lógico por cierto– se notó a las pocas horas del anuncio: Spotify comunicó que las canciones de Bob Dylan ya se escuchan 512 veces más.
Un artista que “inspiró” a científicos
Fueron casualmente dos suecos quienes hicieron de Bob Dylan el artista más citado en trabajos científicos que terminaron siendo publicados en revistas especializadas. Por supuesto, no por esa cualidad estética. Jom Lundberg y Eddie Weitzberg, profesores del departamento de Fisiología y Farmacología del Instituto Karolinska de Estocolmo publicaron en Nature –prestigiosa revista científica inglesa– el trabajo Nitric Oxide and Inflammatio: The answer is blowin in the wind (en castellano, óxido nítrico e inflamaciones: la respuesta está en el aire). Obviamente, en este estudios sobre los gases intestinales, Blowin in ...es el verso que se repite en una de sus más famosas canciones.
Esta situación iniciada en 1997 por los suecos mencionados generó que colegas intencionales los emularan y así se generaron una contiendan entre científicos que demostraron una actitud lúdica además de conocimiento o incluso fanatismo por el cantautor norteamericano.
En diciembre 2015, el British Medical Journal –otra publicación científica de prestigio internacional– publicó un artículo donde señala que desde los 90, las citas a Dylan en trabajos de biomedicina subieron a punto tal que ellos pudieron registrar 213 referencias a títulos o versos de canciones compuestas por el músico. La que se ubica en primer lugar con 135 repeticiones es The times They are A-Changing (Los tiempos están cambiando); le sigue con 36 menciones Blowin’ In The Wind (Soplando en el viento) y, en sentido decreciente, All Along The Watchtower (Por toda la torre), Knockin’ On Heaven’s Door (Llamando a la puerta del cielo), Like A Rolling Stone (Como un...), Tangled Up in Blue (enredado en azul); A slow train coming (Un tren se acerca lento).
El “seleccionado” cuestionado
Todas las decisiones de este calibre, implican –muchas veces– la polémica. Entregar un premio es elegir a alguien, aunque también representa descartar a otro. El premio Nobel en Literatura que ganó Bob Dylan no es un caso aislado. En 2009 le entregaron a Barack Obama un inesperado Nobel de la Paz, por su “extraordinario esfuerzo en fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre pueblos”. Algo similar ocurrió con el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger en 1973, por los esfuerzos en lograr un alto en el fuego en la guerra de Vietnam. La opinión pública quedó también algo sorprendida cuando, en 1953, le dieron el Nobel de Literatura al primer ministro británico, Winston Churchill. Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos, recibió entre críticas también el de la paz, “por su labor de arbitraje en el Tribunal Internacional de La Haya”. A Yasser Arafat, le concedieron también el de la Paz (compartido con Shimon Peres e Issac Rabin) en 1994, por su contribución histórica al proceso de paz entre Israel y Palestina. Todos éstos integran el listado que reseñan los Nobel polémicos.