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"En nombre de la ciencia"

Diseccionado y guardado en una caja de sidra: la historia del robo del cerebro de Albert Einstein

Luego de realizar la autopsia, el patólogo Thomas Harvey decidió hurtar el órgano del científico, cortarlo en 200 pedazos y esconderlo en su casa para encontrar el motivo detrás del intelecto del Nobel de Física.

Albert Einstein
Albert Einstein | CEDOC

Albert Einstein murió el 18 de abril de 1955. Sin embargo, la historia del genio de la física no terminaría en ese momento, sino que iniciaría un nuevo capítulo que duraría más de medio siglo luego de que el patólogo Thomas Harvey robara su cerebro. Demoraría 52 años la recuperación del órgano, que fue cortado en más de 200 láminas y guardado en una caja de sidra durante la mayor parte de ese tiempo.

"Quiero que me incineren para que la gente no vaya a adorar mis huesos", había expresado Einstein a su biógrafo. Por ese motivo, a las horas de fallecer debido a un aneurisma aórtico, su cuerpo fue cremado en una ceremonia privada a la que asistieron sus familiares y amigos más allegados. Sus cenizas fueron luego arrojadas en las aguas del río Delaware.

Albert Einstein, el rostro más lucrativo de la ciencia

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Sin embargo, el último deseo del científico estaba lejos de ser realidad. Lo que nadie había notado era que faltaba una parte importante del físico, especialmente codiciada debido a su inteligencia: su cerebro.

Thomas Harvey, el patólogo de guardia encargado de realizar la autopsia al cadáver de Einstein, estaba detrás de la desaparición del órgano. A pesar de haber tomado el cerebro sin el consentimiento de la familia del difunto, Harvey aseguró que no se trataba de un “robo”, sino de un acto “en nombre de la ciencia” para descifrar si tenía alguna particularidad que explicase su intelecto.

Días después de la cremación, la familia se enteró de que el cerebro del físico había sido robado por Harvey. Pero para ese entonces el hombre había convencido a Hans Albert, el hijo del difunto, de darle el permiso de conservar el órgano con fines científicos. Según el acuerdo, los estudios deberían ser únicamente en interés de la ciencia y los resultados se publicarían en revistas científicas acreditadas.

Escondido en el sótano de Harvey: el nuevo destino del cerebro de Einstein

Si bien había conseguido el permiso de la familia, el hecho no pasó desapercibido en la vida personal de Harvey. Debido a que había adquirido el órgano de manera clandestina, el Hospital de Princeton despidió al hombre. Sin embargo, esto se solucionó pronto cuando fue contratado por la Universidad de Pennsylvania.

De esa manera, se dirigió a Filadelfia con el cerebro de Einstein, el cual había diseccionado en 240 láminas finas, capaces de ser analizadas en el microscopio, que conservó en celoidina. Luego creó doce juegos de 200 diapositivas que contenían muestras del tejido cerebral y se las envió a algunos investigadores. Además, dividió las piezas en dos recipientes con alcohol y se las llevó a su casa, donde las escondió en una caja de sidra en su sótano.

Cerebro de Einstein
Harvey creó diapositivas a partir de los fragmentos del cerebro y las envió a científicos.

Si bien el robo había sido con fines científicos, Harvey no conseguía que los neurólogos quisieran examinar el cerebro. En ese sentido, contactó a varios especialistas de todo el país, pero ninguno aceptó porque creían que era un lunático o que estaba bromeando.

Sumado a esto, su vida personal sufrió otro golpe. Su mujer lo abandonó tras acusarlo de obsesionarse con el cerebro y amenazar con desecharlo, por lo que Harvey quedó solo y en la ruina.

Asimismo, los pocos neurólogos que habían analizado las muestras que recibieron concluyeron que el órgano no tenía nada especial. Incluso descubrieron que pesaba 1.230 gramos, un peso inferior al rango normal para un hombre de la edad de Einstein.

Cerebro de Einstein
Entre los interesados por el cerebro de Einstein se encontraba el ejército de Estados Unidos.

"Se suponía que este había sido su gran amuleto de la buena suerte, pero en realidad era mucho más como una reliquia maldita", afirmó a la BBC la periodista Carolyn Abraham, quien conoció a Harvey mientras investigaba para su libro Possessing Genius: The Bizarre Odyssey of Einstein's Brain.

Y agregó: "Perdió todo después de tomar ese cerebro. Perdió su trabajo, perdió su matrimonio, perdió su carrera en Princeton. Después de la controversia por haber tomado el cerebro, nunca recuperó el equilibrio en el hospital".

A pesar de no tener unos primeros resultados prometedores, el hombre no se dio por vencido y comenzó un viaje a través de Estados Unidos transportando en el baúl de su vehículo pequeñas muestras del cerebro de Einstein. Dentro de los interesados en su material estaba el ejército estadounidense, quienes temían que, en plena guerra fría, el órgano cayera en posesión de los soviéticos. Sin embargo, Harvey rechazó la oferta.

“Yo encontré el cerebro de Einstein”: el artículo que reavivó la historia

Ante la falta de interés por parte de la comunidad científica, el cerebro de Einstein pasó a segundo plano y terminó siendo olvidado. Tendrían que pasar 23 años desde que murió el físico para que Steven Levy, periodista del New Jersey Monthly, volviera a hablar sobre el robo.

En 1978, el periodista consiguió que Harvey le concediese una entrevista. “Llegué a la conclusión de que el cerebro, en forma seccionada, todavía estaba en posesión del patólogo que lo extrajo de la cabeza de Einstein, el Dr. Thomas Harvey. Lo localicé en Wichita, Kansas. Al principio no quería decirme nada, pero después de un tiempo finalmente admitió que tenía el cerebro”, detalló Levy.

Cerebro de Einstein
Originalmente, el artículo de Levy se publicó bajo el nombre de "Mi búsqueda por el cerebro de Einstein". (Foto: New Jersey Monthly).

Acto seguido, según el relato del periodista, el patólogo, que para ese entonces trabajaba en un laboratorio de pruebas biológicas, sacó dos frascos de mayonesa dentro de una caja de sidra. “En esos (frascos) estaban los restos del cerebro que cambió el mundo”, precisó Levy.

“Yo encontré el cerebro de Einstein” fue el título del artículo publicado por Levy en la revista New Jersey Monthly. La entrevista resultó un éxito y llegó a ser leída por científicos prestigiosos de la Universidad de Berkeley, entre ellos la neuróloga Marian Diamond, quien se puso en contacto con Harvey para pedirle un fragmento del órgano que guardaba hacía dos décadas.

En 1985, la científica publicó un estudio en el que sostenía que el cerebro de Einstein tenía más células gliales por neurona que una persona promedio. La función de dichas células es dar soporte a las neuronas. Además, la investigadora descubrió que esas células pueden aumentar su cantidad con el entrenamiento en matemáticas y otras disciplinas complejas.

Cerebro de Einstein
Gracias al artículo de Levy, la comunidad científica tomó interés en el cerebro de Einstein. (Foto: New Jersey Monthly).

La historia del robo también se publicó en la revista Science, donde tomó aún más conocimiento por parte de la comunidad científica. Por este motivo, Harvey empezó a recibir muchas solicitudes de investigadores que querían un pedazo del cerebro de Einstein para analizarlo.

Un documental de la BBC publicado años después reveló que el patólogo utilizaba un cuchillo de cocina destinado únicamente para cortar el cerebro. Además, colocaba el órgano en una tabla de quesos cuando lo fragmentaba. Luego, guardaba el pedazo en un frasco de mayonesa y lo enviaba por correo postal a los investigadores.

El destino final del cerebro de Einstein

En 1997, el periodista y escritor Michael Paterniti se puso en contacto con Harvey y lo convenció para encontrar a Avelyn, nieta de Einstein, y devolverle el cerebro (o lo que quedaba de él). En ese momento, el patólogo tenía 84 años y trabajaba en una fábrica de plásticos de Kansas.

Por ese motivo, viajaron en auto desde Nueva Jersey hasta California, donde estaba Avelyn. “El Harvey que yo conocí era una persona amable y cordial. Pero caía en silencios profundos y podía pasar todo el tiempo que llevaba cruzar de un estado a otro sin decir una palabra. Creía que había hecho un favor a la ciencia al proteger y conservar el cerebro de Einstein en beneficio de las generaciones futuras”, detalló Paterniti en su libro Viajando con Mr. Albert, donde relata la travesía de más de 6.000 kilómetros junto al patólogo. Cuando llegaron con la nieta de Einstein, la joven no aceptó el órgano

Cerebro de Einstein
Según Paterniti, Harvey estaba convencido de que había hecho "un favor a la ciencia".

Luego de la muerte de Harvey el 5 de abril de 2007, los herederos del físico recibieron los fragmentos del cerebro y catorce nuevas fotografías tomadas desde distintos ángulos que no habían sido publicadas en el pasado. Tres años después, donaron todo el material al Museo Nacional de Salud y Medicina del Ejército de Estados Unidos ubicado en Maryland.

Asimismo, en la actualidad algunos de los pedazos del cerebro están en el Museo Mütter de Filadelfia, Estados Unidos. En ese lugar, se pueden encontrar los fragmentos dentro de diapositivas de vidrio, las cuales son exhibidas en sus galerías.

Sumado a esto, muchos de los científicos que tenían partes del órgano las devolvieron a las autoridades correspondientes. Sin embargo, aún se desconoce el paradero de 24 piezas del cerebro de Einstein.

Los posibles “secretos” detrás del intelecto de Einstein

Catorce años después del trabajo de Diamond, la revista Lancet publicó un estudio que revelaba que los lóbulos parietales de Einstein tenían una morfología atípica. Estos resultados fueron respaldados por un grupo de especialistas de la Universidad de Florida en 2012.

"La mayoría de las personas tenemos tres giros prefrontales, mientras que Einstein tenía cuatro, uno extra en su lóbulo frontal medio. También sus lóbulos cerebrales son distintos al normal", detalló el profesor Frederick Lepore, quien encabezó la investigación publicada en la revista Brain.

En este sentido, la científica canadiense Sandra Witelson había estudiado la anatomía de la corteza cerebral de Einstein. La investigadora determinó que el lóbulo parietal inferior (región del cerebro encargada del conocimiento espacial y del pensamiento matemático) era más ancho de lo normal y parecía mejor integrado que el promedio.

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Distintos estudios encontraron que la anatomía cerebral de Einstein era diferente al promedio.

Sumado a esto, en 2013, un nuevo estudio descubrió que el físico tenía unas conexiones nerviosas inusualmente buenas en el cuerpo calloso, es decir, el núcleo central que conecta los hemisferios derecho e izquierdo. Los investigadores descubrieron que las fibras de Einstein en esta zona eran más gruesas que en el promedio, lo que significaba una mayor cooperación entre los hemisferios cerebrales.

Si bien algunos análisis resultaron alentadores, la comunidad científica no llegó a un consenso respecto al motivo detrás del intelecto del Nobel de Física. “No puedes tomar solo un cerebro de alguien que es diferente a todos los demás, casi todos somos distintos, y decir: '¡Ajá! ¡He encontrado lo que lo convierte en un genio!”, explicó a la BBC Terence Hines, psicólogo de la Universidad de Pace y uno de los principales críticos de los estudios sobre el órgano de Einstein.

Para el psicólogo, los científicos que estudiaron el cerebro están atrapados en la “neuromitología” que envuelve el órgano. En ese sentido, Harvey habría sido la primera víctima de esta tendencia ya que no publicó los resultados que determinaban que el cerebro de Einstein era normal, a excepción de su peso inferior al promedio.

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Algunos científicos no están de acuerdo con los estudios llevados a cabo con el cerebro de Einstein.

Sumado a esto, el estudio de Diamond también recae en un “sesgo de elección” para Hines. En esa línea, ella sometió las cuatro muestras a siete pruebas diferentes, pero el cerebro de Einstein solo resultó atípico en una de las medidas, la de las células gliales, y solo en una de las muestras.

Según Hines, para determinar si realmente Einstein tenía una característica inusual detrás de su inteligencia, sería necesario comparar “muchos cerebros” con esas diferencias. “Puede que no encuentren nada, pero eso sería mucho más productivo que rebanar y trocear uno o dos cerebros de genios”, concluyó.

mb / ds