Fue más que un fotógrafo. Mick Rock fue testigo de muchas leyendas del rock, autor de las imágenes más icónicas que puedan existir de Queen, Syd Barret, Lou Reed e Iggy Pop. Pero por sobre todo, de David Bowie, a quien vio convertirse en figura. Y el 4 de mayo pisará por primera vez suelo argentino para presentar en La Rural una muestra que reúne imágenes, videos y música de uno de los artistas más importantes del siglo XX.
En diálogo con PERFIL, revela su experiencia junto al compositor.
—Dicen que usted lograba ver a Bowie del mismo modo que él se veía a sí mismo, ¿Cómo lo hacía?
—No lo sé. Tampoco sé en qué momento exacto él dijo eso. Pero no pasó mucho tiempo desde la primera vez que lo fotografié hasta que comenzamos un vínculo, me invitó a su casa y pasamos mucho tiempo riéndonos, y comencé a sacarle fotos: en su estudio de grabación, tocando, prendiendo un cigarrillo... El me dio esa oportunidad. Hay muchas que me gustan, por ejemplo la que se está mirando en un espejo y de fondo se ven árboles y sobre la mesa un bol con bananas. Todas son muy especiales.
—¿Recuerda cómo se enteró de su muerte?
—Era madrugada y yo había caído dormido en mi sillón del living cuando desperté, prendí la tele y vi que en la CNN estaban pasando un video que había hecho con él y pensé: “Qué interesante”. Hasta que ví el zócalo que decía “David Bowie murió a los 69 años”. Quedé en shock. No lo esperaba.
—¿Fue fácil trabajar con él?
—Muy. Creo que fue porque llegué a conocerlo más que otros fotógrafos. La primera vez que lo vi fue para una producción para una revista, y nos quedamos charlando dos horas.
—¿Era obsesivo?
Se interesaba. Quería verse bien. El se estaba transformando en una estrella, y creaba. Era controvesial y conscicente de eso. Entendía el poder de la fotografía. Incluso cuando significaba muchas horas, y él lo disfrutaba.