Apenas llegaba del colegio, se encerraba en la piecita del fondo y en ese rincón del mundo, en la casa de su Casilda natal, mientras su madre planchaba, Horacio Pagani dibujaba autos. Los hacía a escala y con lo que tuviera a mano: con un pedazo de madera, una latita de Nesquik, con yeso o arcilla; todo servía para diseñar esos primeros modelos que luego mostraba a sus amigos. “Este es para el salón de Torino”, les decía Horacio, que con 11 años jugaba a ser expositor, un sueño que 33 años más tarde cumpliría dirigiendo su propia marca.
Además de bellos y veloces, livianos y potentes, los autos de Pagani son hoy los más prestigiosos del mundo. Para graficar: tener uno de los últimos Pagani equivale aproximadamente a comprar 150 monoambientes en la Ciudad de Buenos Aires.
Tema sensible el de las comparaciones y el dinero para este hombre que construyó una compañía a fuerza de trabajo y perseverancia, y que mamó una humildad que aún hoy demuestra cuando se está frente a él. Horacio suelta entonces una risa incómoda, porque ante todo lo suyo es la discreción. Más aún si se trata de hablar sobre sus clientes, millonarios y dueños de companías de todo el mundo, entre los que se encuentran los Perez Companc. “A mis clientes les debo todo lo que tengo y la posibilidad de darles trabajo a los demás”, dice a PERFIL Horacio, sentando en el lobby de un coqueto hotel del centro porteño. Diseñador, fabricante y constructor de autos, Pagani es el creador y director de la compañía Pagani Automobili, una fábrica de autos exclusivos que se venden en cifras únicas. Hace unas semanas, el apellido de este hombre fue noticia cuando trascendió que una de sus últimas creaciones, el Zonda HP Barchetta, cotizaba en el mercado a 15 millones de euros. “Publican cosas que no son precisas”, dice sobre esta máquina que se autorregaló para sus 60 años, de la cual fabricó dos ejemplares más para vender.
—¿Cuánto cuesta entonces el Zonda?
—No lo sé… puede ser más que 15 millones. Tuvimos un problema, hubo muchos pedidos. Entonces decidimos que aquellos que quieran comprarlo tenían que ser clientes y tener al menos dos Pagani. No podemos permitirnos que caiga en manos de cualquiera. A mitad de marzo haremos un remate privado en Italia entre cincuenta personas, abriremos los sobres y se le dará el auto al mejor postor.
—¿Usted hace los autos más caros del mundo?
—Eso dicen, pero para mí el valor no es significativo.
—¿Cuántos autos hace por año?
—(Piensa) Cuarenta. Son todos hechos a mano.
—¿Quiénes son sus clientes?
—No los puedo mencionar. Ellos son nuestro mayor patrimonio, son personas de perfil muy bajo.
—¿Cuánta gente tiene un Pagani en el mundo?
—Unas 200 personas, 280, no recuerdo. Nuestros clientes nos estimulan, cuando terminaste un auto, te están pidiendo otro. Es gente que te encarga lo que no hiciste. Hace siete meses nos pasó con el (Huayra) Roadster BC. Empezamos a recibir anticipos de un auto que no existía. Nos dejaron un 10% de anticipo de un hipotético valor.
—¿Y qué hicieron?
—Les avisamos que no estaba ese auto en mi programa. Algunos clientes quisieron dejar la seña en el caso de que lo hiciera. Cuando nos quisimos dar cuenta, había cuarenta anticipos. Así que vamos a hacer 40 Roadster BC.
Fierrero. Cuando se le pregunta a Horacio cuál es su mayor inspiración, su respuesta se remite a la infancia, a esa piecita del fondo donde un día leyó un artículo sobre la vida de Leonardo Da Vinci, que hacía hincapié en la unión entre la ciencia y el arte. “Vi el camino que quería recorrer”, dice Horacio, quien a los 15 años diseñó su primera moto, a los 17 hizo un boogie y a los 22, un auto para competir en Fórmula 2. A comienzos de los 80 se fue a Italia con dos bicicletas, tres valijas, una carpa y su novia (su actual mujer y madre de dos hijos). Lo hizo con una carta de recomendación bajo el brazo de Fangio, quien escribió un texto idéntico para cinco destinatarios: Enzo Ferrari; Carlo Chiti, de Alfa Romeo; Giulio Alfieri, de Lamborghini; Alejandro De Tomaso y Enzo Osella, un preparador de prototipos de F1.
Alfieri le prometió un trabajo que después canceló debido a una crisis por la que pasaba la empresa. Con 26 años y una tozudez a prueba de negativas, fue a ver nuevamente a Alfieri. “Hágame barrer los pisos. Pero recuerde que vine a hacer el mejor y más lindo auto del mundo”, le dijo. Al año, Pagani se convirtió en el responsable del sector de carrocería de la terminal con el convencimiento de que la fibra de carbono era el futuro de la industria. Y así fue: compró con su propio dinero un autoclave, una especie de horno que permite crear materiales con presión y a temperaturas altas, con el que tiempo después, a comienzos de los 90, empezó el proceso de producción de la marca que llevaría su nombre.
—¿Cuál es su próximo auto?
—Ahora hicimos un contrato de dos años con Airbus para diseñar el interior de los aviones privados. Yo creí mucho en la tecnología de los materiales compuestos en un momento que nadie creía. Ahora lo estamos aplicando en los aviones.
—¿Cuál es el espíritu de su marca?
—Tratamos de hacer un auto que sea único, lo que tienen nuestros autos son los detalles. Michelangelo decía que la perfección es la suma de los detalles. Nuestros autos no son mejores que una Ferrari o una Lamborghini, son distintos.
—¿Cuántos autos no Pagani tiene?
—Como 20.
—¿Sigue viendo a sus amigos de Casilda?
—Sí, voy a veces de vacaciones con ellos.
—¿Los invita usted?
—Claro que sí.
Perez Companc, uno de sus clientes VIP
Pablo Perez Companc es uno de los coleccionistas argentinos que más Pagani tiene. Si bien este dato no saldrá nunca de la boca de Horacio Pagani, solo hace falta ver la cuenta de Instagram del menor de los Perez Companc para ver con qué orgullo exhibe estas joyas automotrices. Entre sus favoritos se encuentra el Pagani Huayra BC, valuado en 2,5 millones de dólares. En un taller de Miami, Pablo tiene varios autos.
Hace poco, al recibir uno de los últimos, posteó una foto donde dice: “Ya llegó mi bebé”. En otra publicación, muestra un neceser con 9 llaves de Pagani, aunque es imposible saber si son todos de él. “Mis clientes son grandes personas que dirigen empresas y dan trabajo a mucha gente”, dice Horacio, escueto cuando se le piden nombres.