Con el celular pegado a la oreja se bajó del escenario donde estaba por iniciar su conferencia y se subió a un remise que lo había trasladado a Trenque Lauquen invitado por el Consorcio Regional de Experimentación Agrícola.
Apenas hizo unas señas que dieron a entender a quien lo estaba presentando que la llamada revestía algún tipo de gravedad.
Durante las casi cinco horas que demoraron el trayecto de los casi 452 kilómetros que separan esa ciudad del centro porteño, sólo el chofer fue testigo de las consultas e indicaciones que Facundo Manes daba para reunir al equipo que en el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro operaría con éxito a Cristina Kichner dos días después.
Ocho profesionales, con Manes y los médicos presidenciales –Luis Buonomo y Marcelo Ballesteros– estuvieron en el quirófano donde se realizó, como figura en el parte oficial del martes 8, “la evacuación de un hematoma subdural derecho”.
Si aquel sábado 5 por la noche, cuando el vocero presidencial Alfredo Scoccimarro mencionó su nombre en el primer informe oficial, su celular se saturó de llamadas –lo mismo que el contestador de su teléfono particular–, luego de la operación tuvo que hacerse de uno nuevo para atender al equipo presidencial, al suyo propio, a su mujer, a su secretaria y a su hermano Gastón y relegar en él el contacto con los medios.
También “secuestraron” –como dice este último– a Dora, la madre de ambos, y por ahora, no la dejan volver a Salto –ciudad natal de los hermanos Manes– para prevenir llamadas o visitas de la prensa en busca de información confidencial.
Además, se reunieron con un grupo de amigos que trabajan en estrategia comunicacional para asesorarse sobre cómo manejar una situación que no sólo involucra a Manes como neurólogo de prestigio sino también a Ineco (Instituto de Neurología Cognitiva), la institución que alentado –moral y económicamente por Gastón– Facundo inauguró en 2005 cuando se fue de Fleni y que en 2006 se asoció a Fundación Favaloro para montar allí una nueva sede de la misma.
Manes y su hermano se llevan un año de diferencia y forman un binomio casi perfecto.Gastón siguió abogacía pero heredó el espíritu bohemio de su padre Pedro Manes–médico que, por ejemplo, fue compañero de estudio del Che Guevara–, y cuando cuelga su traje de abogado le gusta leer poesía o se apasiona hablando de Borges.Y es quien hoy protege a Facundo de todo lo que no sea estar atento a la recuperación de la Presidenta ya que como dice: “Si sale bien, Ineco sigue creciendo; sino, nos venimos abajo”.
Pasada la operación y la reunión mencionada, recién entonces Facundo fue dos veces al gimnasio y corrió en la cinta para bajar el nivel de estrés más que para quemar carbohidratos. Allí, quienes lo reconocieron se acercaron a felicitarlo o lo saludaron con el pulgar en alto.
De la UBA a Cambridge. Su currículum es amplio y sobre él se ha escrito en abundancia esta semana pero se puede decir comprende un trayecto académico que se inicia en La Universidad de Buenos Aires y continua por Harvard, la Universidad de Iowa, Cambridge, Universidad de Carolina del Sur y en julio último, Standford, donde por ejemplo, dio clases durante todo el mes. También es uno de los científicos mundiales invitados para “reflexionar sobre el cerebro” cada tres o cuatro años.
Fuera del reconocimiento académico, en Cambridge, por ejemplo, Manes fue elegido el mejor futbolista del campus donde, como en su adolescencia en la Liga de Salto, descolló como delantero. Pero el fútbol quedó relegado tanto como su pasión por River a punto tal que no siente como una traición filial que su hijo Pedro sea hincha de Boca. Le apasiona más discutir sobre Freud.
Casado con Josefina Sicoli, tienen también otra hija, Manuela. Si algo los reúne a todos es mirar películas en su casa o sumarse a los viajes de Facundo. En lo profesional, prepara un libro junto a Mateo Niro, y en una década, quizá, considera dedicarse a la política.