Durante tres años formó parte de esa estadística a la que la naturaleza y la maternidad no le guiñaron el ojo. Indignada, y shockeada por el hecho de que dos años antes casi sin buscarlo ya había sido madre de Lucas –quien hoy tiene 8 años recién cumplidos–, transformó su enojo en una batalla que tuvo dos resultados: la llegada de Joaquín de manera natural, quien hoy tiene 2 años, y la publicación de su segundo libro titulado El deseo más grande del mundo. Se trata de Luciana Mantero, la periodista y esposa de Marcos Peña, jefe de Gabinete de la Nación, quien a través de su libro cuenta el arduo camino que recorrieron para ser padres nuevamente.
El disparador del libro, que además cuenta las historias de otras nueve mujeres, fue un concurso de periodismo narrativo, que “sembró la semilla”, dirá, de lo que posteriormente se convirtió en un libro y que presentará el lunes en la Feria del Libro. “Lo que tenía era mi historia y una Ley de Fertilización dando vueltas en el mismo momento. Entonces me di cuenta de que mi experiencia mostraba la suma de un hecho individual y un estado social al mismo tiempo. Y yo estaba dispuesta a contarlo y a abrir mi intimidad. Aunque es una confesión controlada porque no expongo el morbo de la situación, sino que hago una exposición sincera y medida”, anticipa.
—¿Lo vivió como una catarsis?
—Sí, tal cual y como una forma de prestarle atención a lo que me pasó. Escribirlo fue un momento de sanación, de procesar lo que me había pasado. Y también la de reconocerme en los sentimientos de otros con sus propias historias y de acompañar a tantas mujeres que pasan por lo mismo. Ese es el objetivo.
—¿Cómo atravesó su proceso de búsqueda?
—Fue doloroso. Es como si tuvieras una vida paralela: una para los demás, ir a trabajar, salir y otra para tu intimidad en la que estás sufriendo y esperás cada día en el calendario tras cada intento de fertilización.
—¿Cómo vive hoy la maternidad con dos hijos?
—Con más intensidad. Cuando nació Lucas yo estaba concentrada en construir mi carrera profesional, y con Joaquín sentí el milagro de la vida. Claro que nada es absoluto porque tengo a los chicos colgados mientras miro mails y trabajo como todas. Pero hubo otro nivel de conciencia con la edad. No dar por sentado el milagro de la posibilidad de la vida, no poner el piloto automático.
—¿Qué rol tuvo su marido?
—Marcos fue un pilar, un compañero, alguien que me sostuvo amorosamente sin poner presión. El me dijo: “Yo soy feliz con un hijo pero si vos querés otro, te acompaño”. Y fue así, me acompañó en todas las peripecias: desde las misas especiales en Vicente López hasta la Virgen del Cerro en Salta y por supuesto en todos los tratamientos de fertilidad. Eso hasta acariciarme a la noche la cabeza mientras yo lloraba en la almohada.
—¿Esto los fortaleció?
—Sí, Marcos es un genio total. La decisión la tomamos juntos y empezamos a caminar ese camino de esa manera. No puedo más que agradecer tenerlo cerca.
—¿Cómo compatibilizan la exigencia laboral de él con la familia?
—En los momentos que estamos en casa tratamos de estar en nuestra realidad y disponibles para los chicos. Y pese al poco tiempo que tiene es un padre muy presente, es un 10. Elige y valora el tiempo familiar. Obvio que tiene más exigencias que antes, pero cuando está acá lo está en cuerpo y alma. A veces, cantidad no es calidad. Entendemos también que tenemos una vida familiar y que para rendir laboralmente la necesitás. La familia es un cable a tierra, un ancla. Y él es sólo un inquilino de la Casa Rosada.
—¿En su casa se habla de política o literatura?
—A los dos nos están pasando cosas muy fuertes y queremos compartirlas. Pero creo que la política se impone. Está en un lugar muy importante con la posibilidad de transformar la vida de la gente para mejorarla.
—¿Macri y Awada van a cenar a su casa?
—Tenemos una excelente relación, de afecto, pero no somos amigos.
—¿Va a ir a la presentación del libro?
—¡Sí! El está muy orgulloso.
El cuento de hadas que no fue
“Un día, las cosas dejan de ser como eran y empezás a entender que todo será más difícil, que la familia ideal
con la que habías soñado podría no llegar nunca. Quizás ese día te lleve años, quizás lo mires de reojo durante meses u ocurra en un segundo. Es muy probable que entonces empieces a vivir entre paréntesis y que tu cuerpo se transforme en un medio para un único fin:sostener el proyecto de tener hijos. ¿Qué nos pasa a las mujeres que estamos programadas para ser madres cuando nos encontramos con que no podemos serlo o volver a serlo? La respuesta suele esconderse detrás de cortinas que se cierran para ocultarse del afuera, porque afuera nadie sabe muy bien cómo hay que reaccionar. Nadie sabe, tampoco, cómo atravesar ese adentro. No hay reglas ni instrucciones, sólo algunos recursos que nos llegan a través de alguna terapia y a veces al escuchar las historias de otros; después nos va saliendo como podemos.Yo pude escribiendo. Desde que decidí que escribir era mi forma de estar en el mundo, uso la pantalla y las teclas para pensar y para encontrarles sentido a lo que me pasa y a lo que me rodea. De esta manera, puedo ser más clara y honesta que cuando hablo.(...). Un día, las cosas para mí dejaron de ser como eran y entendí que la normalidad era otra cosa”, extracto del libro