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La historia de Marozia, la perversa "Papisa" que instauró la pornocracia vaticana

Mancha negra de la historia católica, su huella de Marozia de Tusculum fue nefasta: recurriendo a la seducción, los engaños, el asesinato y el incesto, esta hija bastarda de un Papa, fue madre, hermana, abuela, bisabuela y tatarabuela de otros siete sumos pontífices.

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Marozia, la "Papisa" que instauró la pornocracia vaticana. | CEDOC

Amo absoluto de toda Roma y de los Estados de la Iglesia, el duque Alberico II de Spoletto fue aclamado por los romanos en el año 955 después de que lograra asesinar a su abominable madre, la "papisa" Marozia (891-955), a quien se acusaba de intentar "apoderarse del poder de Dios en la Tierra".

Amante, madre, hermana, abuela, bisabuela y tatarabuela de papas, Marozia es uno de los personajes más infames de la historia del Vaticano, donde reinó a sus anchas gracias al establecimiento de lo que los historiadores llamaron pornocracia’: el reinado del sexo.

Durante todo ese tiempo, en un lapso de apenas 30 años, siete hombres fueron Papas. La llegada de cada uno a la cima de la jerarquía eclesiástica, sus efímeros reinados y el final de los mismos fueron determinados por la perversa mano de Marozia, mancha negra de la historia católica.

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Con la ayuda de su despiadada madre Teoroda La Mayor, la donna senatrix (senadora) movió los hilos del poder en un período donde “el más esforzado de sus amantes era recompensado con la mitra romana”, según el historiador Edward Gibbon.

Durante décadas, Teodora y Marozia movieron los hilos del poder romano y tuvieron en sus manos no solo a los nobles y al clero, sino a los mismísimos papas Sergio III, Anastasio III, Landon, Juan X y Juan XI.

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Los papas Sergio III y Juan X, posibles padres y amantes de Marozia

Marozia (892-955) era legalmente hija de Teofilacto de Tusculum, jefe de la nobleza romana, bajo cuyas órdenes habían muerto los papas León V y Cristóbal en el 903. Su madre, Teodora ‘la Mayor’, era una noble con ancestros bizantinos, inteligente y sensual. Fue definida por el obispo Liutprando de Cremona como una “ramera sin vergüenza”.

Según la historiadora Ana Martos Rubio, “Teofilacto debía de ser un hombre débil sometido prácticamente en todos los aspectos a su poderosa esposa. No solamente toleró, no sabemos si de buena o mala gana, la relación entre su hija y el papa [Sergio III], sino que también toleró la de su propia esposa con un joven clérigo que vivía en Rávena, Juan Cenci” [el futuro Juan X].

Aquí los lazos se tornan confusos: se dice que del apasionado romance de Teodora y el futuro Juan X nació Marozia. Otros creen que Marozia era hija del papa Sergio III, quien llegó al poder gracias a la influencia de su amante y que convirtió el palacio papal de Letrán en un verdadero burdel.

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“Por espacio de siete años este hombre ocupó la silla de San Pedro, mientras que su concubina imitando a Semíramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo Imperio romano”, dijo un cronista de la época.

Su tan íntima cercanía a los religiosos marcó la vida de Marozia, quien no sólo siguió los pasos de su madre, sino que la aventajó con creces. A los quince años se convirtió en la nueva amante de Sergio III, hombre mayor de 40 años y su presunto padre, que “se sintió fascinado con la piel de la provocadora niña que ya se mostraba menos púdica que su madre”, según Susana Castellanos.

De esta forma, según esta historiadora española, “Marozia comenzó en la alcoba papal una vertiginosa carrera para llegar a ser una de las mujeres más influyentes de su época”, y dos años después su padre-amante la “regaló” como esposa del poderoso noble Alberico I el Mayor, duque de Spoletto, quien era muchas décadas mayor que Marozia y uno de los más valerosos guerreros que había en Roma.

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Los papas Sergio III y Juan X, posibles padres y amantes de Marozia.

Sergio III murió el 14 de abril de 911 y algunos historiadores ven la mano de Marozia tras esta muerte súbita y misteriosa y sus sucesores solo sirvieron para calentar el Trono de San Pedro porque, para entonces, Marozia y Teodora hacían y deshacían a su antojo.

Primero llegó Anastasio III, usado como amante y títere de Teodora y Marozia, que murió dos años después en 913 cuando las mujeres que habían decidido su ascenso lo consideraron innecesario para sus fines”. Después gobernó el Papa Landon, quien llegó al poder después de acostarse con madre e hija y murió misteriosamente, y finalmente Juan X, el nuevo amante de Teodora.

De este modo, aquellas dos hermosas y peligrosas féminas, Teodora la Mayor y su hija Marozia, aumentaron aún más su poder en Roma… Madre e hija habían instaurado su matriarcado, y eran ellas quienes elegían a papas y magistrados a su antojo”, asegura Javier García Blanco.

El mismo historiador continúa: “Anastasio III y Landon fueron totalmente dóciles a los dictados de Teodora hasta el punto de morir en el momento oportuno de muerte natural, para dejar libre el solio pontificio para Juan, quien fue consagrado en marzo de 914 con el nombre de Juan X”.

En el año 924, Marozia y Alberico de Spoletto intentaron hacerse con el poder de Roma, lo que significaba enfrentarse al Papa Juan X. Pero Alberico fue derrotado y asesinado por las tropas papales y Marozia fue obligada a contemplar la matanza.

Y si bien la muerte de su esposo aumentó su odio contra Juan X, Marozia ahora era una vida rica, poderosa, joven y sin ningún tipo de escrúpulos decidida a deshacerse del Papa, lo que logró con éxito.

La familia de Marozia fue dueña del Trono de San Pedro durante décadas

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Marozia casi consiguió que el papado se convirtiera en una monarquía hereditaria en manos de su propia familia.

Como la elección de los sumos pontífices se hacía entonces por designación directa y no de manera colegiada, Marozia casi consiguió que el papado se convirtiera en una monarquía hereditaria en manos de su propia familia.

Dueña absoluta de Roma, apoyó el nombramiento de León VI (928-929), que fue papa hasta que Marozia decidió eliminarlo, por venganza, al enterarse que tenía relaciones sexuales con otras mujeres.

Posteriormente, nombró papa a Esteban VII (929-931), quien tampoco hizo nada destacable por sí mismo y fue asesinado por orden de Marozia un año después de su elección.

La donna senatrix vio sus ambiciones colmadas con la coronación de su propio hijo, Juan XI (931-935), que todavía era un adolescente y fue, por lo tanto, un títere en manos. Desde su infancia estaba destinado a la carrera eclesiástica, pero prefirió llevar una vida licenciosa y escandalosa con total falta de espiritualidad.

En 929, tras un breve período de luto por la muerte de su segundo marido, la madre del papa se casó con su cuñado, Hugo de Arlés, rey de Provenza, un lujurioso hombre que era casado. Para solucionar el inconveniente, Marozia consiguió la anulación del matrimonio de Hugo al organizar una orgía entre ella, su cuñado y su propio hijo, el Papa Juan XI.

Pero la tercera boda de Marozia provocó la sublevación de su segundo hijo, Alberico II el Joven, quien acusaba a su madre de haber violado las leyes divinas al casarse con su cuñado y acusaba al papa de haber encubierto ese pecado.

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León VI y Juan XII, otros de los Papas que reinaron durante la "pornocracia" de Marozia.

Siguió conspirando desde la prisión y murió por orden del Papa Juan XV

Con el fin de vengarse, Alberico II, al mando de un gran ejército, consiguió interrumpir la luna de miel de su madre y arrestarla junto a Juan XI.

El arresto fue celebrado en toda Roma. Juan XI murió dos años después en su prisión y los siguientes papas (León VI, Esteban VIII, Marino II y Agapito II) disfrutaron bajo la vigilancia de Alberico II de una libertad absoluta para ejercer sus funciones espirituales, aunque no las políticas.

Marozia pasó los últimos veinte años de su agitada vida en una celda fría y maloliente del Castel Sant’Angelo. Apenas había podido atisbar un poco de su antiguo poder cuando Esteban VIII le pidió su ayuda para derrocar a Alberico II.

El amo de Roma descubrió el plan y ordenó cercenar las orejas y la nariz del papa traidor. Seguro de que pronto intentaría traicionarlo, intensificó la vigilancia sobre su madre cautiva trasladándola a un convento en las afueras de Roma donde murió tiempo después.

Algunos aseguran que Marozia murió de causas naturales en el año 955, mientras que otros afirman que permaneció encerrada en la fortaleza de Sant’ Angelo durante más de medio siglo hasta que el papa Juan XV decidió apiadarse de la anciana enviándole un obispo experto en exorcismos que entró en su oscura celda y le enumeró sus pecados:

“Usted, Marozia, desde el comienzo y desde la edad de quince años conspiró contra los derechos de la sede de San Pedro en el reinado de Su Santidad el papa Sergio, siguiendo el ejemplo de su sátira madre Teodora. Se le acusa de tratar de apoderarse del poder de Dios en la Tierra…”

Después de que la prisionera hubiera confesado su culpabilidad, el obispo dio paso a un verdugo que tomó una almohada y, colocándola sobre la cara de la anciana, la asfixió hasta la muerte. Y Marozia desapareció de la historia como si nunca hubiera existido.