Quien imagine la más perfecta ejecución de la muerte del cisne pensará por siempre en una bailarina: Maya Plisétskaia. Hoy en internet pueden verse videos de esa perfección escénica.
Esta eximia bailarina había nacido en 1925 en Moscú, y falleció ayer en Munich, por causas cardíacas, según informan los cables internacionales. Maya se hizo famosa desde el Ballet del Bolshoi. Luego su caso, como el otros intérpretes, fue el de la emigración de Rusia hacia Occidente: Plisétskaia vivó largos años en España e incluso obtuvo la nacionalidad española.
Por la Argentina, pasó en varias ocasiones en la década del ’70 y del ’80. En ese entonces cada arribo al país generaba una cobertura mediática como la que hoy reciben los ídolos de los adolescentes. Y para sus actuaciones en el Teatro Colón se formaban colas en busca de entradas y de sobrantes de abono, incluso muchos pasaban la noche sobre la calle Tucumán a la espera de la apertura de la boletería.
El productor Juan Lavanga, promotor de bailarines nacionales y responsable de mucha de la actividad de ballet en nuestro país, así la recuerda: “La conocí la primera vez que vino a la Argentina, ella vio que yo llevaba un libro sobre ella escrito en español y se sorprendió de que, pese a que coleccionaba todos los materiales que se hacían, ése justamente no lo tenía. Así que se lo regalé. Quedó tan agradecida que, cuando reapareció en la gala posterior a la función, me tomó del brazo y me hizo entrar junto a ella. En ese cóctel, llegó inolvidablemente enfundada en un vestido gris de Pierre Cardin rematado con un broche de brillantes. Recuerdo también los diversos programas que ofreció cada vez que vino. Lo primero que hizo, en el Colón, fue el Lago de los cisnes, en la versión de Jack Carter. Allí ella era Odette, el cisne blanco, y estaba muy enojada porque en esa versión ella no tenía el doble rol de Odette y de Odile, el cisne negro. La segunda vez que vino hizo Carmen. Pero lo impresionante fue cuando hizo La muerte del cisne, porque a pesar de que en el Colón está prohibido hacer bises, cuando hizo La muerte..., el público aplaudió quince minutos pidiéndola nuevamente y el teatro accedió. Según mi memoria, los únicos dos bailarines que bisaron en el Colón fueron ella y Nureyev cuando hizo Cascanueces con Olga Ferri. Era una personalidad única, impresionante. Podía hacer cualquier personaje, pero siempre primaba la persona, era una especie de pantera. Incluso cuando hizo el cisne negro en el Luna Park en los ‘80, aunque no estaba en el punto máximo de su técnica, era impresionante. Su legado quedará por siempre; el trabajo con los brazos ha quedado en videos y enseñanzas que ella misma se encargó de dejar”.