PROTAGONISTAS
Murió en Colombia a los 94 años

Noé Jitrik fue escritor, poeta, crítico literario y, por sobre todo, un formador de lectores

De viaje por trabajo, lo sorprendió un accidente cerebrovascular que en horas se complicó. Así, a los 94 años y en plena actividad, falleció Noé Jitrik en la ciudad colombiana de Pereira. Al cierre de esta edición, todavía no había información acerca de cuándo trasladarían su cuerpo y dónde se haría la despedida de este prolífico hacedor cultural. Jitrik fue escritor, ensayista, poeta y reformuló el concepto de crítica literaria. Y, sobre todo, fue un ávido lector.

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La muerte de Noé Jitrik causó dolor en un tiempo en el que Argentina suma la partida de varios nombres de la vida cultural, tomado esto en el sentido más amplio del término. Jitrik fue una de las figuras de la literatura argentina, que se destacó en la crítica y que, además, fue ensayista, poeta y narrador. Ya desde su paso por la Facultad de Filosofía y Letras empezó a construir una carrera que se intensificó al regresar de un viaje a Francia, luego del que se dedicó con más ahínco y ambición a publicar y erigir una figura de intelectual que atravesó las décadas. Integró la revista Contorno, fundada por Ismael Viñas, y fue desde allí que, junto con David Viñas, Adelaida Gigli, Oscar Masotta, Carlos Correas, León Rozitchner, entre otros, contribuyó a la renovación de la crítica literaria de nuestro país.

En medio del duelo y los mensajes de despedida que evocan su obra, la que había sido postulada al Premio Nobel de Literatura por un grupo de escritores y artistas, Fernando Bogado, escritor, editor y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, explica qué lugar ocupó Noé Jitrik en la literatura argentina. “Es una figura clave, sobre todo, en lo que corresponde a la renovación de la crítica literaria producida a mediados del siglo XX”, dice Bogado. “Participó en la década del 50 en dos revistas importantes para pensar este cambio: Centro, la del centro de estudiantes de Filosofía y Letras; y por sobre todo, Contorno, un hito insoslayable en la manera de entender la relación de la literatura con la sociedad e, incluso, de la crítica literaria con otras disciplinas.”

Premios. Nacido en Rivera, localidad bonaerense lindante con La Pampa un 23 de enero de 1928, y estaba casado con la escritora Tununa Mercado. En 1987 comenzó a trabajar como investigador principal en el Conicet, y desde 1991 dirigía el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires. En 1993 fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia; fue reconocido Doctor Honoris Causa por la UBA y por la Universidad Autónoma de Puebla, entre otros reconocimientos. Era, además, un formador de críticos y de lectores, aspecto que Bogado destaca en estos términos “Jitrik fue responsable de la formación de lectores como docente e investigador. En gran parte, su manera de leer, implicó el surgimiento en nuestras aulas de una mirada que importaba las novedades del estructuralismo y posestructuralismo sin descuidar una genuina búsqueda personal, algo que se descubría en su estilo, en ciertas preocupaciones, incluso. En paralelo, nunca descuidó la escritura literaria, publicando libros de poemas, novelas y, en los últimos años, una larga autobiografía aparecida en tomos que todavía no ha tenido el cuerpo de lectores que merece”.

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En el cine. Además de sus numerosas obras literarias y críticas, fue coguionista de la película Todo sol es amargo, de Alfredo Mathé. Hace un mes, había viajado a Pereira (Colombia), para dar unas conferencias, pero tuvo un accidente cerebrovascular por el que debió ser hospitalizado. A sus 94 años, el autor y responsable de una de las colecciones sobre crítica literaria más importantes de Argentina, seguía activo, cosa que Bogado reconoce con estas palabras: “El último gran proyecto crítico, descontando los libros que han aparecido recientemente, le llevó veinte años: la dirección de la Historia crítica de la literatura argentina, que es un aporte inconmensurable para pensar la literatura local y los modos de leer que permitieron articular ciertas tensiones que van de la página a los hechos, siempre con la mirada puesta en el texto y en una lectura atenta a sus procedimientos, esos rasgos formales que permitían encarar desde otro lado el contenido. Nunca dejó de formar grupos de trabajo, de promover el encuentro entre los investigadores, sin importar su edad o puesto jerárquico. Hasta el final, motorizó el trabajo crítico y una forma de pensar la literatura. Fue un lector entusiasta de los que no abundan: un lector que formaba lectores.”