PROTAGONISTAS

“Todo lo hacía sin subestimar a los chicos”

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No hay dudas que sus personajes son increíbles, pero había algo más: ¡la música y las voces! Con aquellas frases, ahora me viene a la mente el “Chucu chucu chu”, de Oaky; era espectacular. Y cuando los escuchás te pasa algo con esas voces: tendés a imitarlos. Estoy conmocionado con su muerte porque por más que ya era un hombre grande, con él se va un símbolo del humor gráfico indiscutido, un genio universal. Había logrado hacer un trabajo maravilloso con un estilo personal, un lenguaje universal que atraía mucho a los chicos y lo principal: logró perdurar en el tiempo. El tipo tenía la escuela de Disney metida en la cabeza, algo que tampoco es muy común en los exponentes de historietas argentinas. Me lleva a la infancia con el comisario correntino, la Brujita, Pucho, que hablaba todo tanguero. Cada uno, dentro de un humor muy ingenuo y sano, son hallazgos. Con respecto al dibujo no fue un revolucionario, no cambió el dibujo. Sin embargo, había personalidad en sus personajes que por alguna razón eran todos petisos como él. Hijitus, el padre rico, la bruja mala era arquetipos. Había magia y siempre triunfaba la bondad. Y los chicos quedaban atrapados con esa simpleza. Uno escuchaba la música por televisión y ya sabías que se trataba de Hijitus. Todo lo que hizo eran pegadas con cosas que pueden parecer estúpidas y sin embargo, eran golazos. Calculín, por ejemplo, tenía un libro en la cabeza, era genial. Y salto de Calculín al Libro Gordo de Petete, que era un gran diccionario. Lo conocí el año pasado en el Museo de la Historieta. Aquella vez nos reunimos todos los dibujantes y en un momento nos quedamos charlando Garaycochea, él y yo. “Por fin le conozco la cara Crist”, me dijo. Tuvimos una charla muy amena. Era un tipo humilde, no se la creía, y tenía con qué, pero no lo demostraba. Cuando lo escuchabas hablar del trabajo otra cosa que me llamó la atención era que lo hacía como si recién empezara. Y era paradógico porque además de todo lo que había hecho, contaba los proyectos que tenía por delante. Por otro lado, para mí lo mejor que tenía era que todo lo hacía sin subestimar a los chicos porque no hay nada más estúpido que cuando los grandes quieren divertir a los chicos y los hacen como tontos. Al ser un clásico sus personajes no lo podés ubicar en ningún lugar, te atraen, son simpáticos, te dan ternura querés ver cómo ser resuelve la historia. García Ferré está más allá del bien y el mal, lo vas a querer siempre. Es como Olmedo, van a repetir siempre sus series, o Las historietas
de Patoruzú.

*Dibujante.

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