“La visión inmobiliaria detrás del distrito es de Alan, pero las iniciativas artísticas son todas de Ximena”. Así resumió Vogue cómo funciona esta pareja de argentinos que hace unas semanas imprimió definitivamente su sello en Miami. Alan no es otro que Faena y ella es Ximena Caminos, su mujer y además madre de su hijo Noah, de 7 años. Ella también tiene dos hijos de un matrimonio anterior con Eduardo Capilla: Ema, de 14 años, y Lucio, de 16. Los cinco están instalados en Miami, en una casa de estilo mediterráneo de 1920. Allí, además de moverse para todos lados en un Porsche SUV rojo, Ximena sigue fiel a una tradición criolla, tomar mate.
La edición norteamericana de la famosa revista de moda –que también hace un tributo a Michelle Obama a modo de despedida de la Casa Blanca– dedicó en su edición de diciembre cuatro páginas a Ximena, a quien desmarcó del empresario, potenciando así su responsabilidad en el desarrollo artístico que exhibe en esa ciudad el “universo Faena”.
Ya en Buenos Aires, en el Art Center de Puerto Madero –que también lleva el nombre de Alan–, ella fue siempre la impulsora y mentora de todas las instalaciones y propuestas temporarias que se exhibieron. Ximena fue por demás discreta en un principio. Quizá para definir un perfil diferente a las mujeres de alta exposición que tuvo Alan a lo largo de su vida. Aunque en todas las aperturas de dichas exhibiciones, después de posar para las fotos oficiales, prefería recorrer el espacio para observar cómo se relacionaban los invitados con las obras que ella había decidido exhibir.
Salvo excepciones, las instalaciones eran de grandes dimensiones y permitían –o más bien alentaban– la interacción para cerrar así el vínculo “artista-obra-espectador”. Incluso, Ximena solía responder en extenso ante la consulta o comentario sin detenerse demasiado en si el observador era famoso o “influyente”.
Aquí y ahora. El tiempo pasó y la figura de la mujer de Faena ya no es la de un personaje aleatorio en ese universo inmobiliario-artístico inaugurado en Miami por el empresario. Caminos es también anfitriona, y eso quedó demostrado hace unas semanas durante las fiestas que organizaron en el marco de la Art Basel Miami Beach. En un reciente reportaje, ella dijo: “Siempre pensé: ‘¡Qué suerte que mi apellido no es en singular!’. Durante toda mi vida recorrí muchos caminos que, si bien no sabía para dónde estaban yendo, hoy todo tiene sentido”.
El proyecto de Faena en Miami –en sociedad con el millonario ruso Len Blavatnik– demandó cuatro años. Y tanto allí como en Puerto Madero Caminos parece haber resuelto aquello que se propuso –según relató a Vogue– cuando la relación con Alan pasó de una amistad a una pareja: “El no era mi tipo y yo tampoco el suyo; él salió con modelos, actrices y chicas glamorosas; yo con artistas. Pero él sí quería que hubiera una simbiosis entre el arte y su propuesta urbanística; y yo, mi propio espacio cultural”.
El Arts Center, en Buenos Aires, fue el primer proyecto conjunto; el Forum en Miami, el segundo. Este último se inauguró oficialmente a fines de noviembre con una performance de danza de la coreógrafa Pam Tanowitz (estrenada en Buenos Aires también) y con Tide by Side, una suerte de colorido carnaval para, explicó Caminos, “celebrar la diversidad y riqueza cultural de Miami Beach y conectar así a todos los artistas e instituciones culturales que hay”.
Educada en una casa con una importante biblioteca y habiendo estudiado arte con gente como Felipe Noé, Ximena cumplió su sueño de promover el arte a su manera y en dos hemisferios.
Una casa con once primos
“Siempre le insití a Alan de comprarla y cuando finalmente estaba en condiciones de hacerlo, un europeo se adelantó y se quedó con la obra”. Así se lamentaba hace no mucho Ximena Caminos explicando por qué no era posible que Bicho suspendido en el paisaje, la instalación del brasileño Ernesto Neto que fue un éxito mientras estuvo en el Faena Arts Center, pasara a formar parte de la colección permanente.
Esta mujer, se entusiama cuando se le pregunta sobre las muestras actuales que exhiben y los proyectos. Caminos creció en una propiedad platense que compró su abuelo junto a sus once primos. Y el jardín era el espacio común para todos ellos. También la biblioteca en la que su padre atesoraba tres mil libros. Vaivenes familiares la llevaron a mudarse con sus padres a Washington para regresar con la llegada de la democracia alfonsinista. Estudió arte con pintores consagrados hasta que decidió que, más que pintar, le gustaba promover a artistas. Y a eso se dedica en Buenos Aires y Miami.