Dieguitos y Mafaldas tiene mucho de Joaquín Sabina y también mucho de Paula Seminara. Además del amor que inspiró esa rumba, ella sentó al cantante español, le hizo el mapa pertinente, le compartió coordenadas geográficas, algo de jerga y un poco de su intensa pasión. Años después de aquel romance, Paula está por presentar un libro que lleva como título un famoso verso de dicha canción, que retrata, metafórica y gráficamente, los distintos caminos que ella recorrió.
—¿Cómo surgió la idea del libro?
—Nunca había pensado en escribir uno. Pero durante un viaje a Santiago de Compostela, un viaje de peregrinaje, me compré un diario en el que empecé a anotar anécdotas y, al terminar, me surgió la idea de plasmar todo lo vivido. Sobre todo para dar a conocer esa experiencia y quizás inspirar a otros a emprender esa aventura. Ese viaje a España me conectó mucho con viajes anteriores y concretamente con la época en que estuve en una relación con (Joaquín) Sabina. Esos recuerdos fueron llevándome por distintos caminos, que me conectaron con mi pasado y mi presente. En aquel momento estaba trabajando políticamente en Boca y sé que en parte, cuando me abrieron las puertas del club, lo hicieron porque querían conocer a la chica de la canción. Entré al club por esa puerta, pero el trabajo que hice fue intenso, construí mi propio camino y me abrí paso a través de mis virtudes. Cuando decidí darle el formato de libro, conocí a Ariel Gurevich, que me acompañó mucho en este proceso.
—Es curioso, porque el libro parte de una peregrinación y para vos ir a la cancha era también una forma de peregrinaje, ¿no?
—Sí, por eso el título del libro. Representa un viaje, la historia de los distintos caminos de mi vida, mi participación política en Boca, la pasión, mis historias de amor y el camino a Compostela.
—¿En que consistió tu actividad política en Boca?
—En 2009 empecé a formar parte de la filial González Catán, que terminó siendo la filial de La Matanza. Esa gestión tuvo bastante repercusión por el trabajo social, deportivo y cultural. A raíz de eso me ofrecieron crear la Secretaría de la Mujer, a la que dimos inicio en 2010. Empezamos muy de abajo y con pocos recursos, pero terminamos haciendo muchas actividades en conjunto con distintos departamentos del club.
—¿Qué pensás respecto del lugar de las mujeres dentro de la política interna de Boca?
—Hoy estoy fuera de la gestión. Existe un departamento de inclusión, y eso es positivo. Hay algo que no me gusta respecto a la política y es que, si trabajaste con una gestión, es poco probable que trabajes con otra. Y quizá por esa falta de continuidad se avanza muy de a poco. Pero bueno, en 2010 no había tanta participación de la mujer, y hoy eso es más visible. Estoy convencida de que muchas mujeres estamos preparadas para ocupar cargos directivos
—¿Qué sentís cuando hoy escuchás “Dieguitos y Mafaldas”?
—Es una canción que a “la Paula de aquel momento” la representa de pies a cabeza. Siento que Joaquín me describió con mucho amor y mucha observación. Hay palabras que eran muy íntimas de nosotros. Él las puso en el lugar exacto y me llenó de amor. Debo decir que ya no lloro. Las primeras 150 veces que la escuché, sí lloré, ya no. Es una canción hermosa, que habla de mi barrio, del tango, que tiene mucho que ver con mi vida, de mis colores… es muy mía. Eso sí, todavía me eriza la piel.
—Sinceramente, no sabía que había una chica concreta detrás del tema, sino un arquetipo creado por Sabina.
—El retrato es muy perfecto. Obviamente, él me sentó y me preguntó algunas cosas. Y entre otras cosas le conté, por ejemplo, el trayecto del colectivo 86, desde González Catán por Laguna…
—Le hiciste el mapa, básicamente...
—Sí, le conté mi recorrido. Para mí ir a la cancha, desde González Catán, era una liturgia. Iba vestida de pies a cabeza con los colores de Boca) cantando, luego bajaba en Almirante Brown e iba muy apasionada hasta la cancha…Era algo maravilloso. Es algo que hoy hace mi hija, de 20 años, yo ahora voy a la platea. Pero fue extraordinario.
—¿Podemos decir que vos hiciste a Sabina de Boca?
—Él era simpatizante de los colores cuando lo conocí. Después, el fanatismo sí se lo transmití. A veces Boca jugaba en Mar del Plata, por ejemplo, nosotros estábamos acá y nos íbamos a ver el partido a un bar, lo que implicaba que yo me peleara con el de la mesa de al lado, gritara los goles parada en la silla y viviera una hora y media de intensidad total… Seguro le contagié esa pasión.
—¿Lo llevaste a la cancha?
—Sí, pero nunca fuimos a ver un partido juntos.
—Cambio de hombre importante en tu vida: sos nieta del bandoneonista Titi Rossi. ¿Qué impacto tuvo eso en tu vida?
—Mi abuelo fue muy importante en el mundo del tango. Yo de chiquita sabía canciones, las cantaba… y mi mamá, en homenaje a su padre, abrió en su casa el bar Bien Bohemio. Es un café cultural, en Boedo. Esa casa tiene magia. A veces voy a cantar ya que se arman peñas de tango con micrófono abierto para que cualquiera pueda cantar acompañado por una guitarra.
—¿Allí vas a presentar el libro?
—¡Sí! El 29 de marzo en esa casa; y habrá sorpresas como la presencia de algunas glorias de Boca.