Están las glaseadas, las bañadas en chocolate, las rosadas con granas (las preferidas de Homero Simpson) y las rellenas de los más variados sabores. En Buenos Aires ya se pueden conseguir con gusto a chocotorta, de menta con chocolate, banana y nuez, de pistacho, maracuyá, de frambuesa, y la lista sigue. Son ricas, vistosas, “instagrameables” y accesibles (cuestan entre 40 y 60 pesos). Por eso las donuts quieren ser las nuevas medialunas y se convirtieron en un fenómeno de ventas, aún en tiempos de crisis.
“El argentino es bastante clásico, pero le gusta probar nuevos sabores. Las donuts pegaron fuerte, además, son muy instagrameables. A la gente le encanta sacarse fotos con ellas y en el local”, explica Anderson Blanco, chef y dueño de The Donuts Market, un local que abrió hace ocho meses y vende 800 donuts por fin de semana.
“La hiperconectividad nos abrió la cabeza y cambió el comportamiento de consumo. Las donuts vinieron para quedarse; como el sushi, o las hamburguesas gourmet”, asegura Nacho Sinclair, quien junto a Alejo Meire, y el pastelero Cristian Ragone maneja Don Us Company.
“No imaginábamos esta locura. Abrimos nuestro primer local en junio del año pasado. Planéabamos vender treinta docenas en el fin de semana. Las vendimos en cinco horas. Ya tenemos tres locales y este año vamos a abrir cinco más, sumar tres franquicias y para 2020 planeamos expandirnos a Chile, Uruguay y Paraguay”, asegura Sinclair.
“En Argentina estábamos acostumbrados a ver la donut como una factura más, rellena de dulce de leche. Nosotros rompimos ese esquema, dando a conocer una versión distinta: artesanal, bien fresca, esponjosa, con variedad de sabores y estilos”, explica Gustavo Castillo, responsable de The Donut Therapy y uno de los pioneros de esta propuesta. Este cocinero venezolano empezó vendiéndolas de forma itinerante frente a distintos cafés de Palermo (la gente hacía cola y agotaba el stock en pocas horas) hasta que abrió su propio local en la calle Thames.
“No tienen un sabor particularmente nuestro, pero creo que es de esos sabores prestados que gustan mucho. Son un boom, ideales para todo tipo de público”, agrega Denisse Querol, chef ejecutiva de Williamsburg Burger Bar, que acaba de incorporar diez variedades a su propuesta de desayunos y meriendas.
La cocinera Jessica Lekerman es la única argentina que publicó un libro sobre el tema. “Viví mucho tiempo en Nueva York. Allá son un clásico. Pero lo que más me llamó la atención fue verlas tan fuerte en Europa. En el libro traté de reflejar todas las variantes: no solo las fritas, sino las horneadas, que son más saludables, las mini para servir con café; también incluí los sabores más variados, que no las limitan al mundo infantil, sino que atrapan a los adultos”.