REPERFILAR
Columna

Lealtad a la traición

El panorama decayó aún más después del 17 de octubre. El pronóstico es malo, pinta que va a seguir el tiempo perdido. Nada de reconocer errores. Nada de convocar a la oposición para acordar políticas de Estado.

El clima de la convivencia desmejoró aún más después del 17 de octubre. El pronóstico es malo, pinta que va a seguir el tiempo perdido. Nada de reconocer errores. Nada de convocar a la oposición para acordar políticas de Estado. Nada nuevo. Negar y seguir así camino al abismo. Las excusas se acercan al peligroso extremo de la provocación. Se debate sobre quién la tiene más larga en la calle y en las redes sociales.

El fracaso de la convocatoria virtual el pasado sábado dejó la imagen presencial de una manifestación de camiones más que de personas. La ausencia se disimuló con fotos de marchas opositoras como si fueran propias. Quedó claro otra vez que la cabeza política del peronismo se sostiene solo por lo que se da en llamar su columna vertebral. Esas vértebras sindicales protegen la médula espinal del negocio desde hace 30 años. Son los titiriteros de las marionetas. Disponen de fondos millonarios para financiarlos. Bancan actos, barras, punteros. Lo que haga falta para asegurarse de que quien llegue al cargo devuelva el favor.

Bancan actos, barras, punteros. Lo que haga falta para asegurarse de que quien llegue al cargo devuelva el favor.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Todos saben. Todos sabemos que los capos sindicales y sus testaferros administran fortunas. La Justicia sólo investiga cuando no tienen ya dónde ponerla. Como Marcelo Balcedo, detenido en Uruguay, heredero del Sindicato de Obreros y Empleados de la Minoridad, dueño de medios de comunicación en La Plata vinculado a los narcos de Rosario, o como el Pata Medina, el Caballo Suárez, que extorsionaban y amenazaban sin límite.

Hasta hoy la justicia nunca llega a los jefes de las familias ni a sus hijos descarriados. Pablo Moyano ni siquiera se presenta a declarar. Ese es el poder real, el que somete a la justicia y a toda la clase política. Nadie pudo hasta ahora con ellos. Ni Alfonsín con la llamada Ley Mochi, ni Menem con las privatizaciones que les permitió a muchos convertirse en empresarios, ni De la Rúa con la ley que pasó a la historia como la Banelco, por la denuncia de coimas en el Senado.

Todos sabemos que los capos sindicales y sus testaferros administran fortunas. La Justicia sólo investiga cuando no tienen ya dónde ponerla.

Forrados en grasa y billetes resisten cualquier intento de reforma laboral, encubiertos en el discurso de la defensa de los trabajadores. La culpa de la desocupación es siempre de los empresarios. Ahí están cada 17 de octubre de jean y campera celebrando qué bien la hace. De paso, le recuerdan a los políticos quién manda de verdad. Políticos que la ven después, como Macri, que panquequean como Massa, que heredan cargos y fortunas como Máximo Kirchner. Que se abrochan a lo que venga, como Felipe Solá, que solo se ocupan de la suya como Cristina. O que no son conscientes de la vergüenza ajena que dan cuando dicen que no mienten como Alberto. Políticos que quizás hacen unos pesos pero no hacen historia.