En los momentos más difíciles de la pandemia y de la situación socioeconómica argentina, el Gobierno desnuda como nunca antes las diferencias que tiene puertas adentro. Es comprensible. De hecho, es una coalición peronista que se armo básicamente a instancias de Cristina, urgiendo a Alberto Fernández con diferentes grupos divididos y que piensan distinto dentro del propio peronismo.
Por eso se pudieron sumar gobernadores que no hablarían nunca con Cristina y por eso se sumó, sobre todo, Sergio Massa. Ahora una cosa es juntarse para ganar una elección y otra es gobernar con esas diferencias. Si no, que lo diga Mauricio Macri.
Alberto Fernández está frente a ese dilema porque tiene que gobernar con diferentes miradas, formas de pensar, no sólo entre él y su vicepresidenta. El problema son los de afuera, los que están fuera de ese circuito. Por ejemplo, esta semana con el tema de Venezuela o también con la Corte Suprema de Justicia.
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Hay otros temas en los que no se ponen de acuerdo y eso es más grave porque ahí sí existe una demanda muy fuerte por parte de la sociedad. Uno es en el tema de la seguridad, como ya también venimos viendo en estos últimos meses, la tensión entre la ministra de Seguridad Nacional y el ministro de Seguridad bonaerense, pero también en el tema económico, que es donde más angustia hay en gran parte de la población. Esta semana hemos asistido a un nuevo round de internas entre el Ministerio de Economía y el Banco Central.
La Argentina requiere de frialdad, de ejecutividad, de practicidad y, sobre todo, de mente fría para afrontar lo que es para muchos la peor crisis económica y social de la historia argentina. El Gobierno, mientras se enfrasca en estas internas, va a tener no solamente problemas de comunicación o problemas de contradicciones flagrantes, sino, lo que es peor, va a seguir tomando medidas que no llevan a ningún lado.
