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Opinión

Por qué Larreta es el candidato de Máximo K y Alberto Fernández

La paz se quebró por plata, como suele ser en la política y hasta pareció hecho a propósito. Pero no se quebraron, por lo menos hasta ahora, los buenos modales que ya se van a quebrar cuando nos acerquemos a una campaña electoral muy caliente.

Atiendan si pueden porque de esto se habla muy poco. Tal vez la habilidad más artesanal de un gobernante sea la de influir acorde a sus propios intereses en el armado de la oposición. Y si alguien sabe de estos son los peronistas. Este gobierno, el de Alberto Fernández, viene trabajando en este tema desde el primer día.

En realidad fue Sergio Massa el primero que rompió el hielo con los opositores. Desde los primeros días de enero acercó al gobernador radical jujeño, Gerardo Morales, de quien fue aliado. Luego, tendió puentes formales con su amigo personal, Horacio Rodríguez Larreta, e introdujo casi de la mano a Máximo Kirchner en la conversación con anti kirchneristas de la primera línea política y también empresaria.

La pandemia fue después un escenario dramático pero formidable para mostrar en la misma mesa a los diferentes con responsabilidades de gestión, sumándolos también al reparto sin discriminación de los fondos sanitarios de emergencia para combatir el coronavirus. En el arranque de la post cuarentena la paz se quebró. Y se quebró por plata, como suele ser en la política, y hasta pareció hecho a propósito. Pero no se quebraron, por lo menos hasta ahora, los buenos modales que ya se van a quebrar cuando nos acerquemos a una campaña electoral muy caliente.

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Fernández y Larreta, que se conocen también desde hace mucho tiempo y el presidente lo trató de mi amigo Horacio Rodríguez Larreta, conforman una especie de centro racional que corre empujado hacia los extremos pero sin romper en cada uno de los bandos con sus figuras centrales, Cristina Kirchner y Mauricio Macri. El juego es inversamente proporcional al que entablaron en su momento Néstor Kirchner y la propia Cristina ubicando a Macri en el centro de la escena opositora durante más de una década hasta que ganó una elección. 

El sistema político necesitaba de otra pata que el radicalismo después del desastre del 2001 no podía ofrecer. Y los K y otros peronistas le hicieron ese servicio al sistema político, que obviamente no se hubiese concretado sin que Macri hiciera lo suyo.

Hoy no es tiempo de extremismos y los turnos de los otros, de los ex presidentes ya pasaron, cosa que confirmaría Máximo Kirchner al considerar que Larreta puede ser presidente siempre y cuando se decida a no ser tan maleta como De la Rúa o como el mismo Mauricio Macri. De esta manera también dividen y arrinconan a la oposición en territorio porteño y ubican la unidad opositora como un problema ajeno de ellos, o sea, de Larreta y de Macri, que vienen a ser el opositor bueno y el opositor malo.