La verdad que discutir cuestiones elementales cuando hay urgencias reales es una manera de postergar la resolución de esas urgencias. El presidente creo que incurrió en un error al cuestionar al mérito y venir a decirnos que en realidad el mérito es algo de lo que nos convencieron y no sirve para el desarrollo. Me parece que Alberto Fernández confundió mérito con justicia.
Tres cuestiones para puntualizar. En primer lugar, el mérito pertenece antes que nada al sentido común. Es, como decía de Descartes, el sentido mejor repartido. El mérito es antes un bien cultural que una categoría de la política. Funciona ante todo como un estímulo para las personas.
En segundo lugar, la justicia también pertenece al sentido común y equivale al reparto equilibrado de los bienes y de las oportunidades. Pero cuando la justicia se convierte en injusticia social, entonces deja el sentido común y termina interpelando a las élites. Porque la injusticia social es una forma o una consecuencia del abuso de poder.
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En tercer lugar, de merecer el mérito, que pertenece a todos como un bien. Paradójicamente, no solo es invalidar un estímulo para el progreso, sino también, en cierta forma, atentar contra la libertad. Todos tenemos derecho al mérito. Por eso el mérito, como decimos, es un bien común. Y en lugar de cuestionarlo, habría que favorecerlo.
Creo que el Gobierno tiene el riesgo de estar pensando de una manera muy extraña el progreso. Si pensamos también que se cuestionó a la riqueza llamándola opulencia. Me parece que tal vez estemos igualando para abajo.
Y lo que más me temo es que en el fondo le estemos dando la razón a Enrique Santos Discépolo. Porque si le quitamos valor al mérito y por tanto a la meritocracia, entonces podemos estar repitiendo con él, lamentablemente, que es lo mismo un burro que un gran profesor.