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Opinión

Coparticipación Federal y Formación Docente

Una vez más al encontrarnos con problemas decidimos barrerlos debajo de la alfombra y en vez de sostener discusiones importantes, decidimos convertirlas en anécdotas insignificantes.

Esta columna podría haber tenido un título ambicioso como “Federalismo y Educación”. En esas palabras se condensan muchos de los problemas irresueltos de nuestro país. Cada una de ellas explica dispositivos que han dejado de funcionar o más grave aún, dispositivos que en su modo disfuncional de operar introducen nuevos problemas o agravan los ya existentes. Pero tratar esas cuestiones en una breve columna excede mis capacidades y desborda mis conocimientos.

Podría entonces elegir un título más modesto, por ejemplo, “Coparticipación Federal y Formación Docente”. El primero es un tema de actualidad, porque la Ciudad de Buenos Aires acaba de presentar un presupuesto para el año próximo que ha debido adecuarse a la disminución de los recursos de coparticipación que recibe del Gobierno Nacional.

El segundo es también un tema de agenda de estos días, en razón de las declaraciones de la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires respecto del capital cultural de quienes ingresan en la carrera docente.

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Ambos, la coparticipación federal y la formación docente son temas centrales de la vida pública de nuestro país. La reforma de la Ley de Coparticipación Federal es un mandato de la constitución reformada en 1994, que hoy 26 años después no se ha cumplido por lo que las relaciones materiales entre Nación y Provincias son cada vez más discrecionales. Están sujetas a transacciones entre la presidencia y las gobernaciones, no siempre transparentes y, en general, sujetas a los intereses políticos de las partes más que al interés general.

La formación docente, por su parte, que se realiza en más de 2 mil institutos distribuidos en el territorio es uno de los aspectos más controversiales de un sistema educativo, cuyos resultados son crecientemente deficitarios e impulsores de una desigualdad cada vez mayor.

Esa eran, por tanto, dos cuestiones relevantes que podrían haberse discutido entre nosotros por aquellos episodios. Dos cuestiones que si no se resuelven favorablemente seguirán lastrando el desarrollo del país.

Lamentable no solo la discusión ambiciosa entre federalismo y educación no tuvo lugar entre nosotros, tampoco tuvo lugar su versión más modesta sobre coparticipación y formación docente.

Una vez más al encontrarnos con problemas decidimos barrerlos debajo de la alfombra y en una semana en la que de distintos modos se nos ofreció la posibilidad de sostener discusiones importantes, decidimos convertir las discusiones importantes en anécdotas insignificantes.