SOCIEDAD
DÍA DEL TRABAJADOR

Carta de los Curas Villeros al gobierno: "La persona que no trabaja está herida en su dignidad, se siente descartada"

Pidieron a Macri que atienda las necesidades de las clases bajas del país y le reclamaron medidas "urgentes" para "combatir el desempleo". El texto.

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"Resulta doloroso ver que mientras unos se dedican a la especulación financiera, muchos pierden el trabajo", dijeron los curas. | NA

En un documento dirigido directamente al gobierno de Mauricio Macri, el grupo de Curas Villeros lamentó este Día del Trabajador el "marcado aumento de desempleo y precarización laboral" en la Argentina, trasladando a las autoridades la necesidad de los sectores pobres: "La persona que no trabaja está herida en su dignidad, siente que está de sobra, que está descartada".

"Resulta doloroso ver que mientras unos se dedican a la especulación financiera, muchos pierden el trabajo. Es conveniente que quienes gobiernan la Argentina actualmente o en el futuro expliquen cómo piensan generar empleo", dijeron los curas y religiosos que realizan trabajo social en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Aseguran que los planes sociales “son necesarios en momentos como este, pero no tenemos duda de que lo fundamental es recuperar un empleo digno para las familias más desfavorecidas”.

"Se han bajado mucho las changas. En esto ahorran y disminuyen la oferta laboral las familias afectadas por esta crisis. Todo esto hace que decaiga el desarrollo de la economía popular y el cooperativismo", indica el texto de los curas, que pidieron “propuestas para la economía popular” que ayuden a los sectores carenciados a seguir trabajando. "Cuando hay más trabajo, se produce un círculo virtuoso”, aseguran en la carta. “Se puede llevar el pan a la mesa y la familia reunida vive con más dignidad. La falta de trabajo provoca lo contrario. El signo de la inclusión es la oportunidad laboral", señalaron en el escrito.

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EL TEXTO COMPLETO DE LA CARTA:

Jesucristo dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero. Así anunció el “Evangelio del trabajo”, que habla de la dignidad de cada trabajadora, de cada trabajador. El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, por eso hay que combatir la plaga del desempleo.

Los curas y las religiosas que vivimos y trabajamos en las villas de la zona metropolitana sentimos la necesidad de hacernos eco de lo que vive la gente de nuestros barrios. Sabiendo la situación de pobreza estructural desde hace varias décadas, no podemos dejar de percibir muchas señales de pronunciamiento de la crisis de nuestros vecinos y vecinas. Esto se traduce en un marcado aumento de desempleo y precarización laboral, una fuerte falta de ingresos y un desánimo social. La persona que no trabaja está herida en su dignidad, siente que está de sobra, que está descartada.

La crisis que pega en la clase media impacta considerablemente en los sectores más humildes. Así, han bajado mucho las changas. Muchos pobres viven de trabajos que hacen en hogares de clase media: refacciones, pintura, albañilería, plomería, servicio doméstico. En esto ahorran y disminuyen la oferta laboral las familias afectadas por esta crisis. Todo esto hace que decaiga el desarrollo de la economía popular y el cooperativismo.

A causa de esto, surgen problemas comunitarios en el seno de las familias, en la convivencia barrial y en el andar de los jóvenes. Nuestras hermanas y hermanos no vislumbran un panorama alentador hacia el futuro, lo cual lleva a la desesperanza y a la desesperación. Las organizaciones sociales ayudan a contener a los que quedan afuera del sistema. Se gana así en seguridad y en inclusión. Nuestro pueblo humilde sabe de sufrimientos y tiene experiencia de sacrificios. Estos barrios obreros tienen menos dosis de individualismo comparado con otros sectores sociales.

Somos testigos de experiencias de salvación comunitaria, donde rompiendo las barreras del egoísmo la comunidad se hace cargo del sufrimiento del hermano. Se da así una solidaridad natural que lleva a encarar juntos el esfuerzo por salir adelante. Al compartir los dolores, se los asume mejor. Así se vive aquí esta crisis. Nosotros sabemos también de la buena voluntad de varios funcionarios y personas influyentes. Pero estamos convencidos de que hay que dar pasos contundentes para mejorar la vida de los sectores más postergados de la sociedad. Es urgente resolver el tema del desempleo.

Los planes sociales son necesarios en momentos como este, pero no tenemos duda de que lo fundamental es recuperar un empleo digno para las familias más desfavorecidas. La dignidad del trabajo resucita a personas y a familias caídas en nuestra sociedad. Cuando hay más trabajo, se produce un círculo virtuoso. Se puede llevar el pan a la mesa y la familia reunida vive con más dignidad. La falta de trabajo provoca lo contrario. El signo de la inclusión es la oportunidad laboral.

Pensamos que familias que vienen de generaciones de exclusión se cruzan hoy con gente que viene de generaciones de prejuicios. Se agranda así la brecha entre ricos y pobres. Sólo la cultura del encuentro es el camino en el que los más favorecidos deben ser sensibles con los que menos tienen, combatiendo así la exclusión en la que viven muchos de nuestros vecinos. Resulta doloroso ver que mientras unos se dedican a la especulación financiera, muchos pierden el trabajo.

Es conveniente que quienes gobiernan la Argentina actualmente o en el futuro expliquen cómo piensan generar empleo. También sería muy bueno plantear propuestas para la economía popular, en la cual se mueven muchos de los vecinos y vecinas de nuestros barrios. En este día especial, ponemos en manos de Dios a nuestro pueblo que necesita trabajo genuino. Lo pedimos por medio de la Virgen de Lujan, de San José Obrero y de San Cayetano.