El edificio tiene más de cien años y una copiosa prosapia. Sus actuales dueños lo adquirieron en 2006 y no le hicieron reformas. Estaba impecable. Lo que sí hicieron fue amueblarlo y disponer aquí y allá una impresionante colección de obras de arte, objetos y souvenirs.
En el hall de entrada, la dueña de casa puso un par de maniquíes que vistió con dos de los muchos disfraces hallados en un baúl de su bisabuela. Fue el principio. Después, cada cosa encontró su lugar.
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