Por fuera solo se ven andamios y una malla de protección que apenas permite distinguir el logo de la confitería y las figuras de los obreros que trabajan en el frente del edificio de Suipacha al 300, casi esquina Corrientes. Mientras que en el interior, una veintena de especialistas en bronces, estucos, maderas, dorados a la hoja y vitrales, entre otros, además de los albañiles, trabajan en la restauración y puesta en valor de la Confitería Ideal. El emblemático espacio gastronómico que fue símbolo de una época de gloria de Buenos Aires y que mejor representó el espíritu de la porteñidad de principios del siglo pasado.
“Los porteños y los turistas que visiten el lugar se encontrarán con una confitería de primer nivel, tanto por su calidad arquitectónica como por el servicio gastronómico que ofrecerá. Además, servirá de ejemplo para tener una idea de lo que fue el viejo Buenos Aires de ese momento”, explicó Alejandro Pereiro, responsable de los trabajos de remodelación de la confitería fundada por el comerciante gallego Manuel Rosendo Fernández en 1912.
La Ideal cerró sus puertas al público el 31 de marzo de 2016 y, según estima el responsable de los trabajos, reabrirá sus puertas en no menos de seis o siete meses. “Son fechas tentativas que se van adecuando en función de los trabajos que se van haciendo en el lugar”, aseguró Pereiro en su charla con PERFIL. “El plan de obras se basa en la restauración integral de todo el edificio respetando cada detalle del proyecto original”, agregó.
En este sentido, el arquitecto, que también está al frente de las obras de La Giralda, señaló que “se está trabajando en todo el mobiliario de la confitería, desde rescatar la tipología de las mesas y las sillas modelo Thonet hasta recuperar la cúpula, las arañas y los cielorrasos con sus detalles de dorados a la hoja. También se hicieron trabajos en las vitrinas, el ascensor, que fue desarmado pieza por pieza para su puesta a punto, y en los vitrales del lugar”.
Entre los trabajos que se vienen realizando en la confitería se destacan las tareas tanto en la boiserie de roble de Eslavonia como en las ocho columnas de estuco italiano. “Al revestimiento de madera se lo limpió totalmente y se le dio una capa de cera de carnauba y parafina para lograr su color original. Mientras que a las columnas se les tuvo que hacer un trabajo de laboratorio para alcanzar el color de la piedra, ya que tenían nueve capas de pintura”, explicó Pereiro.
Entre quienes llevan adelante los trabajos de restauración en la Ideal se destaca Agustina Speroni, quien junto a su equipo estuvo al frente de la recomposición de los cielorrasos de la confitería de Suipacha y Corrientes y de la cartapesta que se utilizó para la cúpula que domina las dos plantas del edificio. Speroni también realizó tareas en los techos ornamentales del Teatro Colón, así como diferentes trabajos de restauración en las históricas iglesias porteñas de San Ignacio, San Francisco y San Pedro Telmo, entre otros espacios emblemáticos.
La puesta en valor de la confitería tiene apoyo del programa de mecenazgo impulsado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad. Su titular, Enrique Avogadro, señaló: “Es un lugar emblemático para la cultura porteña, y representa un orgullo poder acompañarlos con este programa para que recupere esplendor”.
Cerró Plaza Dorrego, otro café notable
Mientras avanzan los trabajos de puesta en valor de la Ideal, esta semana uno de los bares más reconocidos y tradicionales de la Ciudad bajó sus persianas. Se trata del bar Plaza Dorrego, ubicado en la esquina de Defensa y Humberto Primo, en pleno corazón de San Telmo.
El miércoles pasado dejó de atender al público y su locatario cerró las puertas al vencer el contrato de alquiler. Arrastrado por una mala administración, la decadencia del lugar comenzó a ser notoria en los últimos meses. Ahora sus mozos y empleados, que llevan dos meses sin cobrar sus sueldos, quieren negociar con el dueño del local para reabrirlo como cooperativa.
Fundado hace 140 años, fue testigo de buena parte de la historia porteña. Fue declarado bar notable y símbolo identitario del barrio, y también fue punto de reunión de porteños y turistas de todo el mundo. El tradicional bar de San Telmo alojó el encuentro entre Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato, en el verano de 1975.