Desde tiempos inmemoriales, el hombre utilizó plantas no sólo como alimento. Conocedor de los efectos narcóticos de muchas de ellas, fueron vehículo de sacerdotes, iniciados y chamanes para ampliar –o deformar– la percepción. Muchas de esas plantas hoy forman parte de la vida cotidiana, están en plazas y jardines de todo el país y pueden provocar un viaje narcótico y legal.
De norte a sur, abundan plantas y árboles que contienen sustancias psicoactivas, que estimulan o deprimen el sistema nervioso central, logrando perturbar la percepción, el estado de ánimo o la función motriz. Y una de ellas es la flor nacional, el ceibo, que en su corteza y en sus hojas contiene alcaloides que producen efectos sedantes y alucinógenos.
“Fue una experiencia suave e intensa a la vez. La percepción de mi entorno se acrecentó y me sentía dentro de los sonidos que escuchaba” cuenta Pedro Rotera, que experimentó con esa y otras plantas, como el floripondio, el cactus San Pedro y la ruda siria, en forma de infusión.
El licenciado Andrés Sanchez Bodas, especializado en adicciones y director de la Primera Escuela Argentina de Counseling, asegura que “es común estimularse con preparados derivados de plantas, aunque no es masivo: Se da sobre todo en adolescentes, que buscan evadir la realidad. El peligro es similar a cualquier otra droga por el hecho de la toxicidad y por ser alucinógenos”, afirmó.
El abogado penalista Alfredo Gascón explicó cómo la Justicia encuadra a estas plantas psicoactivas. “No hay un listado judicializado de las plantas. En los casos en que se intervino siempre fue por sustancias más conocidas, como marihuana o cocaína. Las plantas son legales y no hay impedimento judicial para tenerlas en el hogar o donde se quiera tener”, explicó.
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