Algunos vecinos del barrio de Parque Patricios están en contra de la decisión del Gobierno porteño de instalar el "Memorial para las víctimas en la pandemia de Covid-19" en el Parque Florentino Ameghino, al considerar que la obra afectará el valor histórico y arqueológico del espacio ya que, a mediados del siglo XIX, alojó al antiguo Cementerio del Sud, que recibió a los fallecidos por la epidemia de la fiebre amarilla.
"Queremos que preserven nuestro parque patrimonial porque el monumento que se proyecta es de grandes dimensiones y va a alterar la lógica del lugar", reclamó María Rosa Gamondés, vecina e integrante del Consejo Consultivo de la Comuna 4. "Nuestra consigna no es contra el memorial, sino que no entendemos el porqué de la elección de este lugar que tiene un alto valor histórico, paisajístico y arqueológico", explicó.
"La decisión de intervenir en esta área surge como continuidad de las políticas de revitalización del área sur de la ciudad que se vienen llevando a cabo en los últimos años, así como también la caracterización del entorno como un área vinculada a la salud, debido a la presencia de hospitales", sostiene el proyecto del legislador oficialista porteño Emmanuel Ferrario (PRO).
El proyecto dice que el memorial "será emplazado en la Plaza Florentino Ameghino, en el lado colindante a la Av. Caseros. Tendrá una superficie aproximada de 2.200 m2 de pisada, respetando la superficie absorbente existente y consta de un círculo en cuyas paredes inclinadas se plantará vegetación, y alrededor del cual habrá un piso elaborado con piedras blancas".
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Quienes se oponen a la creación del monumento dice que actúan "en defensa del Parque Ameghino por su valor histórico, paisajístico, arqueológico, por su añoso parque arbóreo y a los fines de que dicho parque no pierda superficie absorbente". "Dado que el Parque Ameghino fue un cementerio, consideramos que por una simple cuestión de respeto a los restos de aquellos que aún descansan en el lugar, debe descartarse de plano el realizar en el lugar una obra que los profane", afirmaron.
El Cementerio del Sud, construido en medio de la emergencia de la fiebre amarilla
El proyecto del Cementerio del Sud nació hace 201 años, cuando el entonces gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, y su ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia decretaron que la administración y el funcionamiento de los cementerios debía ser responsabilidad exclusiva del Estado. En los sucesivos años hubo varios proyectos, y se creó el Cementerio del Norte en los terrenos del Convento de los Recoletos (el actual Cementerio de la Recoleta).
Fue Juan Manuel de Rosas quien, el 1 de junio de 1832, ordenó la expropiación de los predios conocidos con el nombre de "La Convalescencia" -entre las actuales calles Vieytes, Suárez, Perdriel y Av. Amancio Alcorta- para la construcción de un camposanto con el nombre de Cementerio del Sud, con seis hectáreas de superficie. Pero el proyecto no prosperó por la grave situación económica de la provincia y la agitación política.
La obra no se concretó hasta que, en el verano de 1867, los primeros casos de cólera, una enfermedad mortal, obligó a tomar las medidas necesarias. La epidemia ya había llegado a muchas ciudades de Brasil, a Rosario, a Corrientes, a Entre Ríos y no tardaría mucho en llegar a Córdoba y a las regiones del Norte. Ante la alarma generalizada, las autoridades apuraron la creación del Cementerio comprando las las tres hectáreas de la quinta de Claudio Mejía y lo inauguraron el 17 de diciembre.
La creación del cementerio fue "cuestionada por los vecinos de la zona", que poseía cientos de viviendas elegantes de la clase alta, según un ensayo titulado Saberes expertos y profanos en torno a las epidemias de fiebre amarilla y cólera en Buenos Aires (1867-1871), de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Pero dada la premura con la que fue construido, las instalaciones fueron muy precarias y un empleado calificó de "inmoral e impropio" que "los deudos de los que han pasado a mejor vida estén viendo con las lágrimas en los ojos, pasar por encima de estos cadáveres, caballos, vacas, yeguas y últimamente cuanto animal pasa por este Cementerio".
Ubicado entre las calles Caseros, Monasterio, Uspallata y Santa Cruz, el camposanto comenzó a recibir decenas de muertos por la epidemia de cólera y se llenó por completo cuando llegó a Buenos Aires una epidemia de fiebre tifoidea en 1869 y la de fiebre amarilla en enero de 1871, que mató a cerca de 14.000 personas, el 8% de la población de una ciudad de 180.000 habitantes. Unas 15.000 víctimas de la fiebre fueron sepultadas allí en apenas unos meses.
La expansión de la enfermedad comenzó en la zona portuaria, en San Telmo y la Boca, y se propagó con el hacinamiento en el que vivían los inmigrantes en los conventillos. La ciudad de Buenos Aires fue tan castigada por la fiebre amarilla -hasta 400 muertes diarias- que el Cementerio del Sud se llenó y el Consejo de Higiene Pública ordenó la creación del cementerio del barrio de Chacarita para enterrar a las víctimas.
El Cementerio del Sud fue finalmente clausurado el 28 de septiembre de 1871. En 1873, cuando terminó la feroz epidemia, la mayoría de los cuerpos de los enterrados allí fueron exhumados y trasladados a otros cementerios. Ese año se ordenó la creación del monumento, que todavía sigue en pie en el medio de la plaza, en memoria de los mártires por la fiebre amarilla, del escultor uruguayo Manuel Ferrari. "El sacrificio del hombre por la Humanidad es un deber y una virtud que los pueblos cultos estiman y agradecen", dice el monumento.
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En 1892 el predio fue bautizado como Parque Bernardino Rivadavia y, para completar la creación de la plaza se derribaron los muros que rodeaban el desaparecido cementerio. En 1927 el parque fue renombrado en honor a Florentino Ameghino y, aunque el cementerio ya había desaparecido hacía décadas. Los defensores del parque hoy lo valoran como un sitio de valor arqueológico, ya que allí "fueron inhumadas en el sitio alrededor de 15.000 personas y se tiene conocimiento que el traslado de los cuerpos que allí reposaban fue sólo parcial".
"Convalida esto el hecho de que se encontraran ataúdes con restos en las décadas de 1930 y 1940 (a esto se debe sumar quienes fueron enterrados en fosas comunes en momentos de epidemia)", explican. "Dicho esto, todo apunta a que en el lugar se hallan aún innumerables restos humanos depositados en el sitio. Es una muy mala señal, en tanto comunidad, perturbar el descanso de unos para homenajear a otros".
ds