Jorge Luis Borges citó, en una ocasión, una conversación que mantuvo con su padre en la que hablaron sobre la memoria y sus efectos. Lamentó entonces que lo que creemos recordar como un hecho puntual, sea tal vez la subjetiva versión de cómo lo recordamos -o recreamos- la última vez.
Tal vez ésta es la base por la cual los acontecimientos que llevaron a la Revolución del 25 de Mayo de 1810, lleguen a nosotros como las representaciones que pudimos ver en los actos escolares. Muchos de estos símbolos patrios son liberados del velo del mito por el historiador Daniel Balmaceda en diálogo con Perfil.com. Ésta es la primera de tres entregas.
—¿Qué significó el 25 de Mayo y porqué no representó una independencia fáctica para cuya declaración final hubo que esperar 6 años más? Paradójicamente, se suele recordar más los protagonistas y situaciones del 1810, que de 1816.
—Lo curioso es que en términos básicos de conocimiento la Revolución de Mayo significó un cambio concreto. Mandaba el Virrey, llegó la revolución y comenzaron a mandar nueve integrantes de la Junta. En cambio la declaración de la Independencia fue algo más abstracto. La importancia de la Declaración de la Independencia supera por supuesto a lo que se logró el 25 de mayo. Tenemos un 25 de mayo donde logramos un gobierno autónomo y en la declaración de la independencia, logramos un Estado soberano. Entonces, ¿cuál es el significado del 25 de mayo y porqué no se avanzó más de eso? En realidad hay que tener en cuenta que lo que hizo Buenos Aires fue crear una junta de la misma manera que había ocurrido en España. Una vez que Fernando VII fue retirado del poder, se formaron la juntas de Cádiz, la junta de Sevilla. Por lo tanto, Buenos Aires lo que hizo fue replicar el sistema de juntas y siguió gobernando de la misma manera que habían hecho las juntas en España bajo la soberanía de Fernando VII. De hecho, la Primera Junta se llamaba en realidad Junta Provisional de Gobierno de la Soberanía del Señor Don Fernando VII. Justamente respondía a él. No se podía plantear más allá de un gobierno autónomo porque por empezar para generar una Independencia había que consultar al resto del territorio.
—¿Qué implicancia tuvieron las invasiones inglesas en el origen de la revolución?
—Las invasiones inglesas mostraron que Buenos Aires podía ser autosuficiente. Cuando recibimos la invasión no contábamos con la ayuda de España o con la ayuda de Lima para resolverla. Además, fue el primer momento que además se formaron milicias. Algunas que quedaron instaladas para siempre, y eso ayudó a empujar la revolución desde el punto de vista militar.
—¿Cuáles fueron las agrupaciones o partidos que movilizaron la revolución?
—La principal agrupación fue la de los patricios. Fue la que terminó empujando la revolución. Era la que estaba formada por hijos de la tierra. Patricios tenía como jefe a Cornelio Saavedra, era un improvisado militar porque era comerciante. Viamonte, también dedicado al comercio. Belgrano, otro de sus jefes que era abogado y economista, sin embargo el peso militar para sostener la revolución y para permitir y generar un cambio en la estructura del gobierno en este sentido. Conocida la noticia de la caída de la junta en España, el Virrey pudo haber dicho 'acá no pasa nada y seguimos hacia delante’. Sin embargo, no contaba con apoyo militar. Y eso lo obligó a llamar al Cabildo abierto, a la asamblea general de todos los vecinos. Si Saavedra, ni los patricios, hubieran apoyado ese cambio, nunca hubiera habido Cabildo abierto que fue el momento fundamental de la Semana de Mayo.
—¿Cómo debemos imaginar a esta Buenos Aires de 1810 respecto de sus comidas, la vestimenta usada, los peinados y demás?
—Tenemos algunos mitos creados en los actos escolares de las escuelas. Por ejemplo, el sereno, el que decía '¡Las 12 han dado y sereno!’, es muy posterior, es de la década de 1830. En 1810 no había serenos en Buenos Aires. Tampoco estaban los peinetones. Aquellos famosos peinetones que las chicas usaban en los actos son posteriores. Mariquita Sánchez de Thompson los pudo haber usado, pero a partir de 1828 cuando Manuel Masculino llegó a Buenos Aires y comenzó a vender ese tipo de peines. La ropa era muy sencilla. Las mujeres se hacían los vestidos que eran de un tiro alto. El hombre en general usaba levita, un saco con cola. Por supuesto, todos con sombreros. En cuanto a las ventas, sí se vendían empanadas. En los actos gritábamos ‘¡empanadas calientes que queman los dientes!’. Eso no podía pasar de ninguna manera porque uno compraba las empanadas en la recova, en el medio de la Plaza de Mayo, en un canasto que estaban semitapadas y que por supuesto a esa altura ya se habían enfriado.
—¿Había clases sociales definidas? ¿Cuál era la concepción de "pueblo"?
—Las clases sociales estaban claramente definidas. Cuando nosotros decimos ‘pueblo’, eran los vecinos importantes, las familias más prestigiosas de aquél tiempo. Bajo ningún punto de vista el concepto de pueblo es visto como nosotros lo vemos ahora. En la asamblea o Cabildo abierto se invitaba a todo el vecindario, y ¿qué era el vecindario? Sobre 30 mil habitantes, todo el vecindario eran 450 vecinos representativos.
Daniel Balmaceda es periodista y escritor. Miembro titular y vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores. Se desempeña como consultor de historia en instituciones y en diversos medios escritos, radiales y televisivos del país. Actualmente, participa de Nos estamos conociendo, conducido por María Julia Oliván y Diego Scott, en Radio Nacional.