En California o Hawaii las dan hace años, pero en las playas argentinas son una novedad: este año, por primera vez, un balneario dedicado a las mascotas en Mar del Plata incorporó clases de surf para perros, que pueden compartirse –o no– con sus dueños. Se utilizan tablas tradicionales, de paddle surf –para ir sentados– y kayaks. Pero lo más atractivo, para quienes se acercan a los cursos, que comenzaron ayer, es tratar de que sus perros se diviertan y aprendan a hacer equilibrio sobre las olas.
“Elegimos traer esta opción porque más allá de ser una actividad deportiva y recreativa, logra superar los niveles de conexión entre la persona y su perro”, explica Gabriel Sapienza, adiestrador y dueño, junto con su mujer, de Yes! Playa Canina, un espacio en Playas del Balcón, en la zona del Faro marplatense, que funciona hace cuatro años con un concepto dedicado 100% a las familias con mascotas.
En la primera etapa de las clases –que cuestan $ 100 la hora, e incluyen las tablas y trajes de neoprene tanto para el animal como para su dueño–, los instructores acompañan las primeras aproximaciones al agua: “Se sientan en el borde de la pileta, y se acercan a través del juego. Luego, se pasa a la misma metodología, pero en la orilla. Siempre jugando y con estímulos positivos. La única idea es divertirse”, explica. Luego, se hace un trabajo directamente en el mar, que se extiende en el tiempo según cómo respondan los participantes. “Si las personas que acompañan no saben surfear, tienen que tomar dos o tres clases previas”, aclara Sapienza. Y otros, que no se animan a subirse a la tabla, sí prefieren que sus perros experimenten esa sensación: “Hay razas, como los golden o los labradores, que son locos por el agua, y se meten solos a la pileta. Ellos son los más ‘lanzados’”, cuenta. Los más chicos están siempre acompañados por los instructores. “Para ellos, la experiencia es más gratificante aún, porque se divierten juntos”, dice.
En el balneario, los perros tienen su programa propio: hay una pileta, una pista de agility –donde hacen pruebas y sortean obstáculos– y espacios de juego separados. Las carpas cuestan desde $ 40 mil por toda la temporada y exigen libreta sanitaria.
Acompañados. En Pinamar, en tanto, no existen aún los balnearios exclusivos para mascotas, pero –a pesar de una normativa de la Municipalidad, que exige que en los paradores los perros bajen solo antes de las 9 de la mañana y luego de las 19–, pocos lo cumplen.
“Cada vez más, se ven familias que comparten el día con los perros en la playa, sobre todo después del mediodía”, cuenta Jorge González, un vecino de esa localidad que para con su familia en uno de los balnearios más concurridos de Bunge y la Av. del Mar. “En las playas del norte y del sur, donde no hay paradores, también se ven perros, pero allí no existen restricciones horarias”, agrega.
Para quienes caminen con sus perros por los balnearios tradicionales de Pinamar, además de respetar los horarios establecidos por la ciudad, deben llevar correa y bozal (los de gran tamaño), más libreta sanitaria por si les es requerida.