SOCIEDAD
Las plataformas y las transformaciones sociales

Entre likes, culpas y consumos: los cambios en la maternidad en la era de las redes sociales

Las redes sociales transformaron la experiencia de ser madre. Entre el acompañamiento, la exposición y la presión por hacerlo todo bien, muchas mamás encuentran en redes como Instagram la voz de pares que permite un espejo –a veces distorsionado- donde se mezclan ideales de perfección y de consumo y una estética minuciosamente curada. El “deber ser” y el “deber tener” también se juega en el mundo digital ¿Cómo son y cómo trabajan las “mama-influences”? Hay ejemplos de casos y ofertas de cuentas online para todos los gustos y necesidades.

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Seguidoras. Las “mom-fluencers” reúnen en sus cuentas a cientos de miles de seguidoras y trabajan con marcas que amplifican sus discursos. También es complejo manejar las expectativas para buscar ser la “madre perfecta”. | gza. entrevistados

¿Qué idea de maternidad reina hoy en las redes sociales? ¿Cómo impacta en quienes la observan, la consumen y la reproducen?

“Hasta hace muy poquito lo que predominaba era esta maternidad idealizada. Una madre influencer compartía su día a día que, por lo general, no coincidía con el del resto de los mortales: casa limpia, heladera llena, cuartos muy Pinterest. Y después empezó a aparecer el ‘lado B’, el espejo opuesto”, describe a PERFIL Flor Sichel, filósofa y autora del libro Todas las exigencias del mundo.

Sin embargo, como advierte la docente e investigadora Marina Sánchez de Bustamante, el modelo de maternidad que circula hoy en las redes no nació con Instagram. “Las ideas y sentidos que se comparten son herederos de un arquetipo que se consolidó en los medios tradicionales durante el siglo pasado: la madre dedicada, amorosa, eficiente, interesada en aprender los conocimientos de las disciplinas del cuidado y el autocuidado. Una madre responsable absoluta de la gestión de lo doméstico y de la crianza”, señala a PERFIL Sánchez de Bustamante, doctora en Ciencias Sociales e investigadora de maternidad y cultura de masas.

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Esa exigencia, explica, se fue intensificando. “Las atribuciones culturales de la ‘buena maternidad’ se volvieron muy demandantes en términos de dinero, tiempo y entrega emocional. Y eso ocurrió mientras crecía la participación de las madres en el mercado laboral, lo que genera grandes padecimientos e incrementa la culpa, la ansiedad y el desborde psicofísico”, advierte Sánchez de Bustamante.

Instagram se transformó en el escenario donde ese ideal se construye y se consume. Incluso cuando las momfluencers intentan mostrar la “maternidad real”, hasta el supuesto desorden resulta estético.

La mirada de las flamantes madres y seguidoras de momfluencers

“Al principio fue bastante abrumador. Es un montón de información que empezás a recibir embarazada. Después, cuando nace el bebé, te encontrás dando la teta y scrolleando con el celular: te aparece un posteo que dice ‘este corpiño lo necesitás’, y lo comprás aunque no lo necesites”, cuenta a PERFIL Clara Bartolomé, madre de una beba de 18 meses.

“Durante el embarazo tuve que frenar el consumo de Instagram porque no paraban de aparecer publicaciones con consejos. Después me di cuenta de que era mucho más simple de lo que había visto. Trato de no seguir madres influencers porque me da ansiedad esa situación de evaluación constante que ya existe en el rol materno”, agrega a PERFIL Mariana Leonhard, guionista y escritora.

Para Rocío Bellver, en cambio, las redes fueron una herramienta útil en su debut como madre. “Me sentía sola porque no tenía amigas madres, y me sentí acompañada por las influencers que seguía, sobre todo en la primera etapa del embarazo y cuando mi hija era bebé.”

En relación a esta sensación de sentirse acompañada, la filósofa Flor Sichel agrega: “Hay un impacto positivo porque una siente identificación, sobre todo en el puerperio, donde la maternidad puede sentirse solitaria. Pero también, según cómo estén contados esos relatos, pueden generar culpa o frustración por sentir que nunca llegamos a hacer todo eso que se supone que tenemos que hacer”, reflexiona Sichel.

Momfluencers argentinas

Reúnen cientos de miles de seguidores, trabajan con marcas internacionales y amplifican un discurso que combina consejos de crianza, estilo de vida y consumo.

Delfi Roldán, co-creadora de @mama_sos —una de las cuentas pioneras, con más de 70 mil seguidores—, cuenta que el proyecto nació con el deseo de compartir su experiencia y ofrecer tips prácticos. “La gente que nos sigue confía en lo que compartimos. Si una marca no nos representa, decimos que no. Lo que buscan nuestras seguidoras es sentirse acompañadas”, dice a PERFIL.

A través de estas cuentas, muchas madres se transformaron en voces autorizadas no solo en temas de crianza, sino también de decoración, salud o educación. “Hubo una autenticación de la voz materna definiendo qué es ser madre, en función de que los contenidos son producidos por madres. En el siglo XX, las voces sobre maternidad eran en gran medida las de expertos”, observa la investigadora Sánchez de Bustamante.

Criar en la era del scroll infinito

En la cultura de las momfluencers impera cierta “positividad” que puede resultar dañina. “Sigo pocas cuentas porque cada cosa que leía, cada cosa que no hacía, me generaba culpa”, dice María Soledad Rojas, comunicadora y mamá de dos hijos pequeños. “Siento una mirada juzgona, como si siempre hubiera algo que estás haciendo mal.”

“Siento que instalan modos de comportamiento, qué objetos hay que tener, cómo debe vincularse una, cómo tiene que verse tu hijo. Todos los ámbitos están atravesados por un deber ser y un deber tener que generan la sensación de no estar a la altura”, opina Ana Laura Conde, docente, actriz y madre reciente.

Sobre la idea de “comunidad”, Conde advierte: “Me parece peligrosísimo. Es a través de las historias de esas madres que se genera identificación, pero también un mandato de conducta. Se pierde de vista que no hay presencia real, son posteos, y que esas madres están trabajando: la comunidad les sirve a ellas para trabajar más y mejor.”

Las redes ofrecen comunidad, inspiración y recursos, pero también son un canal de propaganda que impacta en la salud mental. “Traté de alejarme de ese tipo de consumo y confiar en mi instinto. Rodearme de madres recientes me sirvió mucho”, cuenta Leonhard y agrega: “Hay muchos momentos de soledad extrema y caés rápido en el engaño de que eso te acompaña, pero no es la realidad, es una ficción.”

“Como madres tenemos que confiar un poco más en nosotras. En definitiva, quienes criamos somos nosotras, quienes conocemos a nuestros hijos. No hay verdades absolutas sobre la crianza. Si uno espera tener todo resuelto por haber visto un reel, se pierde lo más interesante, que es criar”, reflexiona la filósofa Flor Sichel.

Más allá de la actitud individual, la situación de las madres y las exigencias vinculadas al mercado laboral y al trabajo de cuidado requieren transformaciones estructurales. “El desafío para los feminismos es disputar el reconocimiento colectivo de que la dependencia afectiva y los cuidados constituyen lo humano. Que la vida común implica compromisos, cargas y ataduras. No se trata de desprenderse de esa responsabilidad, sino de distribuirla colectivamente y transformar las lógicas institucionales que la desconocen”, concluye la investigadora y docente Marina Sánchez de Bustamante.

Una excepción al glamour

R.P.

Cuando proliferaban las “mamis” de distintos tipos, como la “fit”, la “pediatra”, la “psicóloga”, apareció una opción que rompió muchos esquemas: @mamialbañil, creada por Bernardita Siutti. La influencer afirma: “En mi cuenta no hablo de maternidad. Sí, a veces muestro a mis hijas, pero no doy tips de crianza. Lo que busco es inspirar a que otras mujeres se animen a cosas nuevas: si yo puedo arreglar una pared, cualquiera puede”, dice. “Soy una mina común que hace arreglos, y creo que eso motiva mucho”.

La nostalgia como valor

R.P.

El fenómeno de las tradwives crece en el mundo. “Es radicalmente conservador: promueve un regreso a una ‘feminidad pura’ basada en la masculinidad proveedora, la familia tradicional y los valores religiosos”, analiza Sánchez de Bustamante. Sus protagonistas –mujeres blancas, de alto nivel socioeconómico, que exhiben vidas ordenadas y hogareñas– difunden un mensaje político bajo la estética de la calma doméstica. Detrás se esconde un modelo de feminidad blanca, heterosexual y algo conservadora.