Conocido como "el papa de la sonrisa", Juan Pablo I será siempre recordado por haber sido Papa solamente durante 33 días. Murió hace 45 años, el 28 de septiembre de 1978.
Su nombre de pila era Albino Luciani y había nacido en el Véneto italiano, en Canale d’Agordo, el 17 de octubre de 1912. Fue el mayor de cuatro hermanos, su padre era albañil y su familia, muy pobre. “Los periodistas han hablado de la pobreza de mi infancia. Pero ninguno podría llegar a sospechar jamás el hambre que yo he conocido”, dijo una vez.
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Perdió a su madre cuando tenía 10 años y al poco tiempo su padre se volvió a casar con una mujer muy religiosa, que influyó notablemente en su destino. Un año más tarde ingresó al seminario de la ciudad de Feltre. Tenía 11 años. En 1935 fue nombrado cura capellán de su ciudad natal. Dicen que su velocidad de lectura era asombrosa y su memoria aún más sorprendente; se recibió de doctor en teología con una distinción magna cum laude.
Vicario general de la diócesis de Belluno, fue director de Catequesis, y nombrado obispo de Vittorio Veneto por Juan XXIII, cargo en el que permaneció 11 años.
De esa época, un sacerdote se ocupó de dar detalles: “Era un hombre que no podía dejar de darse, pues solía visitar a los enfermos y a las personas con discapacidad: en los hospitales, vivían en un estado de sobresalto , ya que nunca se sabía si el obispo se presentaba. Se subía a su bicicleta, se acercaba a los hospitales y recorría las salas; también visitaba a los curas de las montañas para tratar los problemas específicos de su localidad».
Pablo VI lo nombró Patriarca de Venecia en 1969 y cardenal en 1973. Cuando era cardenal, precisamente escribió un libro sorprendente, Illustrissimi, compuesto por cartas imaginarias dirigidas a personajes históricos como Jesús, el rey David, Fígaro, Pinocho, Mark Twain, Charles Dickens y Christopher Marlowe.
El Cónclave vaticano lo había elegido para dirigir la Iglesia Católica luego de la muerte de Pablo VI y asumió su cargo el 26 de agosto de 1978. Fue el primer Papa nacido en el siglo XX, el primero que eligió u nombre compuesto (en homenaje a sus dos prececesores, Juan XXIII y Pablo VI) y el último pontífice italiano, hasta la fecha.
La extrema brevedad de su reinado, la noticia de que quería reformar la anquilosada Iglesia milenaria y su desaparición sorpresiva alimentaron los rumores sobre teorías conspirativas que nunca se acallaron.
Tanto la prensa internacional como los contradicciones que nacían dentro de la misma Curia de Roma hicieron que la historia breve e inolvidable de Juan Pablo perdurara.
Los detalles de su fallecimiento súbito se conocieron gracias al testimonio de sor Margherita Vincenza, una religiosa que hacía 20 años que lo asistía. Fue ella misma quien, a las 5 horas de la mañana del día 29 de septiembre de 1978, dejó en la sacristía del Papa, junto a su habitación en el Palacio Apostólico, el austero café que el Santo Padre tomaba cada día, antes del amanecer. Bastante tiempo más tarde fue a retirar la bandeja y comprobó sorprendida que estaba fría e intacta. Sin recibir respuesta alguna al invocar su nombre, se atrevió a abrir la puerta de su cuarto y se encontró con el escenario mortífero: la luz del velador estaba encendida, Juan Pablo I, en pijama, estaba recostado con unos papeles en la mano y la cabeza apoyada sobre varios almohadones.
El parte oficial informaba que había fallecido por un ataque cardíaco, provocado por el estrés de su responsabilidad. Inmediatamente fue embalsamado como prevé el ritual funerario que merecía su investidura.
De hecho, según contó alguna vez el médico del pontífice, Renato Buzzonetti, Albino Luciani tenía una afección cardíaca al menos desde hacía tres años antes de ser elegido Papa. La noche anterior a su muerte le habría dolido el pecho durante cinco minutos, pero inexplicablemente no pidió la consulta médica ya que estimó erróneamente que la situación no lo merecía. Raro.
Quince días antes de morir, Juan Pablo I recibió en audiencia privada a Nikodim, representante de la Iglesia ortodoxa rusa en Leningrado y agente de la KGB. El hombre tenía 49 años e insólitamente cayó redondo al suelo y murió de inmediato mientras estaba reunido con el Sumo Pontífice. El culto ortodoxo quería acercarse al Vaticano y declarar la libertad de culto en Rusia. También raro.
Del propio círculo familiar se supo con los años que había una segunda versión de los hechos, que acrecentaba la falta de claridad en torno al deceso de Juan Pablo I. No habría muerto sobre su cama sino sobre su escritorio, efectivamente muy tarde, en la madrugada. Quien lo habría encontrado allí no habría sido Sor Marherita sino el el obispo irlandés John Magee, secretario privado.
Juan Pablo I, el Papa de los 33 días
También se habló de envenenamiento. Más raro aún, ya que Juan Pablo I nunca comía solo.
En el libro Albino Luciani. Un caso abierto, del sacerdote español Jesús López Saéz arrojaba muchas sospechas sobre el fallecimiento de Juan Pablo I.
"Debía tomar decisiones importantes —que bien sabía eran peligrosas para su incolumidad—", escribió López, "con las cuales pensaba cortar los negocios económicos del Vaticano, fruto de acuerdos con la logia masónica P2, la mafia y la CIA. Se expuso mucho contra enemigos muy fuertes, avezados en el mal, sin escrúpulos y más que nunca determinados a conservar su poder curial, político y financiero. Todo esto, junto a otras numerosas iniciativas de reforma radical de su Iglesia, que había programado con mente lúcida y ánimo firme, no encaja con la imagen que de él se fue dando después de su muerte…"
El español solicitaba incluso que se suspendiera el proyecto de beatificarlo hasta que se esclareciera la causa de su fallecimiento.
Sin embargo su pedido fue desoído. Hace exactamente un año, el Papa Francisco beatificó a Juan Pablo I por un milagro que el Sumo Pontífice había realizado en suelo argentino.
En el año 2011, se reconoció que Juan Pablo I había curado a una nena de 11 años que padecía "encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico", según indicaba el informe papal que le permitió al Papa Francisco poder contar con el milagro necesario que requiere el trámite.
Esa niña entrerriana, nacida en la ciudad de Paraná se llamaba Candela Giarda y su diagnostico médico aseguraba que no sobreviviría más que unas pocas horas, a causa de su enfermedad. Lejos de desesperarse, su madre le rezó a Juan Pablo I, y la jovencita comenzó a recuperarse milagrosamente.
Ese hecho convirtió a Juan Pablo I en el quinto papa en ser beatificado luego de Pio X, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. La ceremonia de beatificación del Papa que sonreía se realizó en la mañana del domingo 4 de septiembre del año pasado, en la Plaza de San Pedro, en una Santa Misa de beatificación.
Aunque de 33 días, como los 33 años de Jesucristo, el suyo de todos modos no fue el papado más breve de la historia. Lo superó Urbano VII, que sólo fue pontífice durante 13 días, del 15 al 27 de septiembre de 1590.
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