Una lágrima le cayó por la mejilla. Tiene fama de duro en el lugar donde mandan los malos. Pero no se avergonzó. Un sentimiento de emoción inundaba el pabellón. Acababan de anunciar el nombre del nuevo Papa e, incrédulos, los presos de Villa Devoto festejaron frente al televisor.
Fiel a su estilo, Francisco caminó por los pasillos donde se reúnen los pecados más diversos. El religioso no discriminó a los fieles hundidos en las cárceles. Visitó pabellones de presos con HIV, presidió misas y lavó los pies a varios internos y los bendijo. “El mensaje es que todos somos hermanos e iguales”, apunta el padre Eduardo Lorenzo, capellán general del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
Muchos presos de la cárcel de Devoto tuvieron oportunidad de conocer a Bergoglio en una de las visitas que realizó al penal. “Todavía le escriben cartas y él las responde”, cuenta Mariano Tello, capellán de la prisión. El padre aún recuerda con simpatía la última visita. “Fue en 2007 cuando bendijo la capilla. Entró por la puerta como cualquiera e hizo todos los trámites de control y saludó uno por uno. Les dijo: ‘Ustedes son hijos de Dios y los invito a serlos para siempre’. Para ellos fue muy fuerte”, agregó.
“Los pibes lloraban cuando lo vieron en la televisión. Bergoglio para los presos es alguien cercano. Estuvo en sus barrios, en sus parroquias, recibió a sus familias. Para alguien que está en este lugar es importante saber que hay alguien que te quiere”, explica Tello el magnetismo que logró el Papa argentino entre los presos. “Lo consideran un santo”, contó.
En la cárcel de Olmos, el sentimiento es el mismo. También prendidos a la pantalla, los presos no salían del asombro: “Quedé sorprendido. Me puso muy contento que haya sido él”, dijo Joaquín a PERFIL. Pese a que no lo conocen personalmente, los internos de la prisión más poblada del SPB se alegraron por dos motivos: “Es argentino y representa a los humildes. Es sencillo, honesto y está cerca de los pobres. Y las cárceles están llenas de pobres. Es una alegría en el corazón. Esto nos ayuda a tener más fe y esperanza. Si él llegó ahí, nosotros también podemos llegar a donde queremos: reinsertarnos en la sociedad”. Los internos confían en que el nuevo Papa “le dará una gran importancia a las personas que están privadas de la libertad” y se ilusionan con una visita de Bergoglio. “Le quiero pedir que toque el corazón de la gente para que no nos discriminen”, dice Facundo, de 30 años.
“Ellos están presos, pero pueden ser felices. Perdieron su libertad, pero no sus derechos y que se cumplan es una de las preocupación de Bergoglio. Es el Papa de los pobres y los humildes, por eso su figura es tan importante en la cárcel”, explica Lorenzo.
En una carta enviada al capellán en agosto de 2011, Bergoglio llamó a “desarrollar el bien espiritual y de la calidad y dignidad de la vida de nuestros queridos hermanos privados de la libertad y de sus familiares”. “Esto recién empieza, es una caricia de Dios”, completa Carlos Marter, capellán de Olmos. “Yo creo que si visita la prisión va a tomar mate con los presos”, se ríe.
Los curas que están del otro lado del muro
En las cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense hay 38 párrocos que difunden la religión entre los internos. Pero las prisiones también están habitadas por otros curas que forman parte de una realidad oscura de la Iglesia. Son los condenados por pedofilia. Fuentes del SPB revelaron a PERFIL que en la actualidad hay dos curas bajo su órbita. Ellos son José Antonio Mercau, alojado en Campana y el ex sacerdote Mario Nicolás Sasso, que reside en Olmos. Meses atrás, la Justicia de Morón revocó la prisión domiciliaria de Julio César Grassi. El cura fue condenado a 15 años de prisión, pero está en libertad.
“No se los abandona, pero tampoco tienen beneficios. Según el delito, pueden dar misa, pero en el caso de pedofilia se le quita todo poder. Entre los presos son uno más, se los respeta”, detalló la fuente. Cuando en septiembre pasado se conoció el caso del sacerdote Justo José Ilaraz, acusado de abusar menores, el por entonces arzobispo de Buenos Aires respaldó un comunicado del Obispado de Paraná que repudiaba “las faltas graves” cometidas por el cura. En Roma, trascendió que el Sumo Pontífice le pidió al cardenal norteamericano Bernard Law que no frecuente la Basílica. Está acusado de encubrir a más de 250 curas pederastas.