En la vidriera de un local de Palermo Soho pequeños hombrecitos posan en una estantería y llaman la atención de todos los que pasan. Pero no son simples muñecos, sino réplicas de clientes que decidieron fabricarse una miniestatua de sí mismos. Previo escaneo de toda la figura, una impresora 3D logra una escultura personalizada. “Pensé que hacer un muñeco de mí mismo sería un recuerdo lindo y original”, cuenta Piotr Stachera, que tiene una estatua con su cara, en un cuerpo de Ironman.
Algo similar busca Ailén, que quiere replicar los pies de su bebé Darian, para guardarlos de recuerdo. “El día que mi hijo tenga 20 años le voy a poder mostrar cómo eran sus piecitos cuando tenía cuatro meses”, dice emocionada.
Este tipo de servicios, que son furor en algunos países de Europa y los Estados Unidos, empiezan a desembarcar en Argentina y a captar a un público que busca a través de la tecnología registrar un recuerdo propio para siempre. “En un mundo donde predomina la imagen y lo virtual, hay una necesidad de volver a lo tangible, a lo que se puede tocar”, explica el psicólogo Gervasio Díaz Castelli.
Souvenirs personalizados. “Hace tres años vimos que las miniaturas eran un éxito en Nueva York y Barcelona y decidimos traerlas al país”, cuenta Gabriel Fainsod, uno de los socios de U3D, el primer local de miniaturas personalizadas de Argentina. Desde que abrieron hace un año han recibido los pedidos más variados: desde una pareja que quiso escanearse para colocar sus muñecos en la torta de bodas, hasta representantes de jugadores de fútbol que hicieron una réplica de los deportistas gritando un gol (ver aparte).
“Tenemos todo tipo de clientes, desde aquel que quiere hacer un regalo especial, hasta el que es súper narcisista y se produce especialmente para venir acá y tener una estatua suya”, dice Fainsod.
El proceso comienza cuando, sobre una base circular y frente a una pantalla, se hace un escaneo de pies a cabeza de la persona. Con una máquina de alta resolución, se registran todos los rasgos de la cara, se materializa la figura con una impresora 3D y se termina de pintar a mano para conseguir mayor realismo.
El proceso puede demorar hasta dos semanas y cuesta entre 1.500 y 4.500 pesos, dependiendo del tamaño de la figura.
En Mis Huellas 3D fabrican réplicas de pies y manos de bebés que colocan dentro de un marco. Cuestan entre 1.400 y 1.800 pesos.
“Hace dos meses que empezamos a hacerlo en la Argentina y tenemos muy buena respuesta. La mayoría nos encarga pies o manos de recién nacidos, pero hay quienes toman muestras de toda la familia, e incluso de las patas de las mascotas, que son un integrante más”, cuenta Andrea Alvarado, una de las dueñas.
Otra alternativa para registrar un momento para siempre es tallar una foto en un cristal. “La mayoría de la gente tiene las fotos en la computadora, ya casi nadie las imprime en papel. Los que nos eligen quieren un recuerdo distinto. En lugar de poner la foto en el portarretratos la tallan en un cristal, que no se deteriora nunca”, comenta Gerald Ruiz, uno de los dueños de Tresdex.
El procedimiento es muy sencillo: el cliente pasa su imagen por celular o por mail y tarda entre 10 y 15 minutos en hacerse. Las impresiones en cristal cuestan entre 390, versión llavero y los 1.900 pesos.
“Vivimos en una sociedad que empuja al narcisismo y a la exaltación de la imagen, pero la cuestión del retrato, de inmortalizar tu propia persona existió siempre, es una necesidad humana”, explica Díaz Castelli, tratando de analizar este fenómeno.
El psicoanalista Juan Tesone coincide: “el sueño de detener el tiempo, de fijarlo, existe desde siempre. En el Renacimiento los señores encargaban un retrato a un artista, hoy la tecnología se pone al servicio de la gente y de un modo bastante más accesible permite captar el tiempo, y convertirlo en algo eterno”.