Maquiavelo (1469-1527) nació 200 años después que Dante Alighieri, en la misma ciudad que él, Florencia.
Dante será recordado siempre como el escritor que dedicó su vida entera a consolidar la lengua italiana, es decir, a construir la italianidad. Nicolás Maquiavelo, en cambio, se encomendó a sí mismo otra misión: deconstruirla o, mejor dicho, destruirla con esmerados desplazamientos semánticos que subvirtieron el orden político-social.
O mejor aún, simplemente para quitar el velo de la vida diplomática que ensombrecía lo que para todos estaba claro: la hipocresía de la clase política del Renacimiento, ya olvidada del soplo de vida del pensamiento platónico que les había dado una razón de ser o mejor dicho de “renacer”.
En el apogeo del pensamiento griego, el mejor estadista debía ser el rey filósofo, el veedor de la res-pública (la cosa pública), en pocas palabras, quien procuraba el bien común.
No obstante, la obra más famosa de Maquiavelo, El Príncipe (1513, publicada en 1532), escrita bajo el ala de los Médici, de Lorenzo el Magnífico y el veneno oculto en los anillos que se besaban, se inspiró en César Borgia, el mejor ejemplo de lo que fue la unión de la política con las sotanas.
Hijo natural de un cardenal que sería Papa, Alejandro VI, “O César o nada”, era su divisa y podrá comprenderse la apretada síntesis de su vida: de cura a cardenal, de noble a héroe de acción, de devoto a político y de estratega a preso con huida rocambolesca y herida de muerte por traición.
Inspirándose en la vida “ejemplar” de César Borgia, en el otoño de su vida, Nicolás Maquiavelo escribió lecciones de cómo sostener a toda costa un Estado autocrático insostenible. Y su pensamiento inspiró toda la política de Occidente. ¡Y vaya si sigue teniendo seguidores!
A continuación, algunas de sus mejores frases, aclarando de antemano que cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia:
1. Las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse.
2. Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
3. Hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí, el segundo entiende lo que los otros disciernen y el tercero no entiende ni discierne lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil.
4. De los seres humanos en general, se puede decir que son hipócritas y codiciosos.
5. La política no tiene relación con la moral.
6. La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos.
7. Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; o por amor o por miedo.
8. El que engaña encontrará siempre quien se deja engañar.
9. El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
10. Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
11. Es un defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad durante la bonanza.
12. Cuanta más arena ha escapado del reloj de arena de nuestra vida, más claramente deberíamos ver a través de él.
13. Guerra justa es aquella que es necesaria.
14. Es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse.
15. La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
16. La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
17. La tardanza nos roba a menudo la oportunidad y roba nuestras fuerzas.
18. Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.
19. Cuando vean al servidor pensar más en sus propios intereses que en los de ustedes, y que interiormente busca sus propios beneficios en todas las cosas, ese hombre nunca será un buen sirviente, ni jamás podrán confiar en él.
20. Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y aquella parte de la gloria que nos corresponde.
21. No puede haber grandes dificultades donde abunda la buena voluntad.
22. Los hombres deberían ser tratados generosamente o destruidos, porque pueden vengarse de las lesiones leves, de las fuertes no pueden.
23. No hay nada más importante que aparentar ser religioso.
24. Los hombres que no obran bien siempre andan temiendo que otros les respondan con aquellas acciones que las suyas se merecen.
25. La mejor fortaleza que un príncipe puede poseer es el afecto de su gente.
26. No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de administrar que la elaboración de un nuevo orden.
27. El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos.
28. Nada grandioso fue jamás conseguido sin peligro.
29. No estoy interesado en preservar el status quo; quiero derrocarlo.
30. El fin justifica los medios.