Ayer, en el bazar que la familia Maumus tiene en la localidad bonaerense de Pacheco, un cartel indicaba: “Cerrado por duelo”. Por la tarde, la madre y el hermano de Gabriela, una de las tres víctimas argentinas que viajaban en el avión de Germanwings estrellado este martes de los Alpes, se embarcaron en un vuelo con destino a la ciudad de Frankfurt, en Alemania, para iniciar los trámites correspondientes.
“Nos llamaron de Lufthansa para facilitarnos los pasajes, así que decidimos que viajen mi mujer y mi hijo, porque yo no pude”, contó, quebrado, a PERFIL Mario, el papá de Gabriela, que ante el dolor que le provocó la muerte de su hija decidió quedarse.
Comerciante y presidente de los Bomberos Voluntarios de Pacheco, Maumus se enteró del accidente aéreo por televisión y fue su mujer quien le comunicó que en ese vuelo que iba de Barcelona a Düsseldorf viajaban Gabriela y su novio, Sebastián, que habían llegado a Europa tres días antes, de vacaciones.
Así, tras la incertidumbre de los primeros días, ayer finalmente viajaron. La idea inicial era que la familia se embarcara el jueves, pero les faltaba un pasaporte, que les fue facilitado por Cancillería.
Hoy, en tanto, viajan los familiares de Sebastián Greco, y mañana lo harán desde Paraguay la mujer y el hijo de Juan Armando Pomo (51), el tercer argentino que volaba en el Airbus A320, en su caso por motivos laborales. Juan vivía con su familia desde hacía veinte años en Asunción, donde trabajaba para la empresa Conagro SA, que fue la encargada de confirmar que estaba en ese vuelo. “Hasta último momento, estuvimos viendo quién viajaba porque mi cuñada estaba en shock, pero al final decidió viajar con mi sobrino y salen el domingo”, confirmó Silvana, hermana de Juan.
Todos los familiares deben llevar con ellos elementos personales de las víctimas que permitan cotejar el ADN de los fallecidos, tales como cepillos de dientes o peines.
Quiénes eran. Gabriela tenía 28 años y era bajista de la banda de rock Asalto al Parque Zoológico, que tenía una fecha programada para tocar en la Usina del Arte este domingo. Como Gabriela volvía de su viaje el 11 de abril, la banda le había buscado un reemplazo.
Conocía a Sebastián del barrio, ya que los dos eran de Pacheco. Salían desde hacía tres años y vivían juntos en Belgrano. Sebastián era licenciado en Administración de Empresas y trabajaba para la empresa Accenture, como consultor de YPF.
Esta no era la primera vez que iban a Europa, según contó esta semana Tatiana, hermana de Sebastián, aunque sí habían planificado mucho este viaje. “Ellos ya habían estado otras veces en Europa, pero querían visitar lugares que no conocían”, sostuvo al diario La Nación. A su familia, la confirmación de la noticia llegó de la embajada argentina en Francia, ya que en un primer momento no lograron tener comunicación con Lufthansa, lo que entonces fue motivo de queja.
El caso. Ayer se conoció que el copiloto Andreas Lubitz (27) había roto un certificado médico que no había presentado a la empresa, por el cual le indicaban que no estaba en condiciones de volar.
Según la investigación, Lubitz se encerró en la cabina del Airbus A320 y comenzó un descenso deliberado que culminó con el avión estrellándose en los Alpes franceses. Murieron los 144 pasajeros y los seis tripulantes que iban a bordo.
Cómo se controla a los pilotos
La investigación acerca del estado mental de Andreas Lubitz, copiloto del avión de Germanwings, vuelve a poner el foco en los controles a los profesionales de la aviación. La legislación internacional establece chequeos psiquiátricos periódicos para cualquier piloto.
“En Argentina, se les hacen chequeos psicológicos cada seis meses a través del Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial (Inmae)”, explica a PERFIL Claudio Plá, psiquiatra y presidente de Poder Volar, asociación que trata la aerofobia. Los tests incluyen preguntas personales y exámenes psicofísicos, y son obligatorios. “Siempre existió el miedo a depositar la confianza en esa persona que maneja un avión”, indica.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) requiere controles de salud mental periódicos a los pilotos de todo el mundo. Estados Unidos obliga a sus comandantes a someterse a un examen cada seis meses, aunque en otras latitudes se realizan cada año. “Los pilotos son muy bien cuidados por las empresas. Se respetan las horas de descanso y, si tienen una crisis, pueden suspender su vuelo y pedir licencia sin inconvenientes”, agrega Plá.