SOCIEDAD

Murió Tex Harris, el diplomático que denunció los horrores de la dictadura argentina

Encargado de los DDHH en la embajada de EEUU en los '70, el texano Allen "Tex" Harris se entrevistó con cientos de familiares de víctimas y reveló los métodos sangrientos del régimen.

allen tex harris
El Departamento de Estado estadounidense reconoció la importancia de la labor de Harris en Argentina y le concedió el Premio de Honor, la máxima condecoración para el cuerpo diplomático. | US FOREIGN SERVICE

Allen "Tex" Harris, el diplomático estadounidense que ayudó a cientos de víctimas de la última dictadura militar en Argentina, murió a los 79 años. Enviado por la Casa Blanca, llegó a Buenos Aires en 1977 para monitorear el plan nuclear de la dictadura, pero pronto debió afrontar el tema de los derechos humanos. “Testigo molesto” de la dictadura, se presentó en la Plaza de Mayo para conocer a las familias de desaparecidos y recibió en la embajada de los Estados Unidos miles de denuncias contra las autoridades del régimen militar de Jorge R. Videla.

Al cabo de dos años, Harris presentó un informe sobre la suerte de miles de víctimas, así como de la estructura del aparato represivo, mencionando a los genocidas con nombre y apellido. El periodista Robert Cox, exdirector del Buenos Aires Herald, dijo en una entrevista en PERFIL que Harris le salvó la vida cuando estuvo secuestrado: "Nunca olvidaré que por defenderme, Harris y su familia vivieron perpetuamente amenazados. Incluso él y su esposa sufrieron un atentado y un intento de secuestro. Finalmente se tuvo que ir del país y, cuando eso sucedió, uno de los máximos jerarcas de la dictadura, el general Guillermo Suárez Mason, hizo un brindis por haber logrado su expulsión".

Harris informó al gobierno de EEUU que “había una clara intención de exterminar” enemigos de la dictadura. “La información enviada a Washington enseguida causaba disputas entre quienes abogaban por medidas más serias contra el gobierno argentino”, explicó años después. “Entre ellos estaban funcionarios como Patricia Derian, secretaria de Estado Adjunta para Asuntos de Derechos Humanos durante la administración de Carter, que viajó a la Argentina y se enfrentó a Videla, Massera y Harguindeguy. Había quienes en Washington pretendían subordinar la política de DD.HH. a las relaciones comerciales”. “Tuve muchas peleas en la embajada, había mucha gente que quería tener buenas relaciones con los militares. Solo veían dos fuerzas en Latinoamérica: la Iglesia y el Ejército”, dijo en otra oportunidad.

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"Nuestros informes eran molestos"

"No había ninguna información disponible en Argentina, ni en la prensa ni nada de eso. Decidí abrir las puertas de la embajada, todas las tardes, durante tres horas para poder hablar con las familias", explicó en otra entrevista. “Al principio, la gente desconfiaba cuando le dabas la tarjeta, porque EE.UU. era EE.UU., pero poco a poco algunos vinieron a la embajada, yo hacía mis entrevistas. Y ellos volvían y le decían a otros que habían podido proporcionar información sobre su hijo desaparecido y, entonces, venían más. “El problema es que solo en unos pocos casos éramos capaces de salvar vidas porque la mayoría de la gente venía seis meses o un año después de que sus hijos hubieran desaparecido. Y ya poco podíamos hacer, estaban muertos, en la tumba o tirados en el Río de la Plata, lamentó en 2014.

En una entrevista con la revista Miradas al Sur en 2012, Harris reconoció: “Si no hubiera sido por la condición que puse de abrir las puertas de la Embajada, no hubiera podido hacer el trabajo que realizamos con Blanca Vollenweider. Ella era bibliotecaria, de manera que tenía desarrollada una gran habilidad para clasificar información”, relató Harris, quien explicó que las denuncias de los familiares de desaparecidos “llegaban de todas partes de la Argentina”. “Así fue justamente como comenzó el proceso de entrevistar a familiares de desaparecidos. Como si fuera un consultorio médico, ella recibía a la gente que ingresaba, les tomaba el nombre, la dirección, el teléfono, el nombre del familiar desaparecido y los volcaba en una tarjeta de cartón”, relató.

“Al poco tiempo empezamos a procesar cientos de casos por semana, armamos carpetas. Todo a mano, no había computadoras. Teníamos un calendario en el que poníamos la cantidad de denuncias de desapariciones que registrábamos por semana”, dijo el diplomático, quien afirmó haberse convertido en un “testigo molesto” para la dictadura: “El gobierno nos pidió que frenáramos la divulgación al mundo de los números de denuncias que eran, a su vez, los mismos números que tenían Emilio Mignone en el Cels y la Liga por los Derechos Humanos. Nuestros informes eran molestos”.

"La población estaba siendo ejecutada sin juicio"

“Me convertí en un testigo creíble”, dijo en una entrevista. “Eso era muy importante porque permitió que todo lo que estaba sucediendo en la Argentina apareciera en la prensa de todos esos países, en todo el mundo, permitiendo que se supiera del horror de lo que estaba sucediendo en Argentina y, finalmente, lograr que el plan de exterminio de los militares comenzara a retroceder”. “Esto sucedió cuando se comprendió que en lo que se suponía que era una guerra contra el terrorismo, estaban matando de 15.000 a 25.000 de sus propios ciudadanos, casi el 0,1% de la población argentina estaba siendo ejecutada sin juicio”.

“Era una matanza de la que no se tenían proporciones, sobre todo con el tratamiento de la figura del desaparecido, haciendo desaparecer los cuerpos”, rememora Harris. “Este tipo de procedimientos fue adoptado por los militares argentinos en su adiestramiento de lucha contra el terrorismo urbano que los franceses utilizaron en Argelia y en varias de sus colonias, que consistía en raptar a la persona rápidamente, torturarla hasta sacarle información y luego exterminarla y desaparecer sus cuerpos”.

“Esta idea de hacer desaparecer los cuerpos fue adoptada por los militares, convencidos de que era la lucha más efectiva contra el terrorismo, sin considerar sus consecuencias a futuro ni el repudio y el descrédito que a nivel internacional iba a recibir una lucha que se realizaba de manera clandestina, como ya se había hecho en Chile. Tampoco tuvieron idea de la resistencia que encontrarían desde la misma sociedad, encarnada en la figura de esas madres que comenzaron a ir a la Plaza de Mayo y que se convertirían en el símbolo de la resistencia y de los derechos humanos”.

En una entrevista con la revista Noticias, Harris recordó su trabajo: “Enviamos a Washington la lista más grande. No había computadoras, hacíamos todo con pluma, en fichas. Yo no tengo una cifra, pero sé que la cifra de los 30.000 es política, no un número propiamente dicho”. “La gente que está registrada en la pared del Parque de la Memoria es menor a 10.000. El número es más alto, pero 30.000 es un número político”, afirmó.

“No es una mentira, se escogió por propósitos políticos. En un período de la historia necesitás tener la aceptación y el conteo de ambas partes. Lo triste es que hubo 4 o 5 mil terroristas, quizás más, hombres con armas y bombas. Pero el número de la gente asesinada es quizás de 50.000”. “No fue gente asesinada por sus bombas sino por sus ideas. Y esa es la tragedia, el porqué Argentina es un símbolo de cómo no pelear contra el terrorismo. Estaban destruyendo la sociedad, ese fue el horror en este país”, afirmó Harria.

En 1993, el Departamento de Estado estadounidense reconoció la importancia de la labor de Harris en Argentina y le concedió el Premio de Honor, la máxima condecoración para el cuerpo diplomático. “Lo más importante que hice fue documentar que después de un corto periodo de tiempo el Gobierno argentino se quedó sin auténticos objetivos, gente con armas o explosivos; y empezaron a perseguir a la gente de izquierdas que no tenía nada que ver con los terroristas y nunca habían visto una arma”, dijo al ser entrevistado en 2014. “Lo que ocurrió en Argentina fue una campaña de exterminación”, sentenció.

DS