¿País sin gabinete? ¿Y qué? ¿No es mejor el unicato que la grosera democracia? Cada pueblo elige la forma de dejarse "llevar" por su gobierno. Y el nuestro (al menos, un 54% de él) aplaude el formato TV con Locutora dando el parte de gracias y desgracias y pasando sus avisos. ¿Gabinete? Minga. El mundo cambia. Se avecina otra cíclica salvajada de la especie y nuestro país (pionero en 2001) practica ya la previa "de lo que se viene". Hay un costo. Se sabe que cuando algo cambia, algo sangra. Es que todo cambio castiga el modo como se desquició el período precedente y diseña el formato del que lo sucederá para, a su tiempo, pervertirse también él. Corsi e ricorsi. Siempre nos pasa lo mismo, pero distinto. Es un chiste de Dios.
Entrecasa estos cambios de escenario no lo hacemos al modo del Cirque du Soleil sino del programa de Tinelli. A lo que salga. Nada de tres poderes. Es muy antiguo. Con uno basta. Y vaya si es ágil. Veamos. El suceder es un Relato que una Maga pergeña en la espesa nocturnidad de Olivos. Su pálpito tiene un apoyo formal. Sobre el alba, un ministro del montón, Randazzo por caso, oficia de monaguillo y arriba primero en la Sede Rosada. Desde allí envía un halcón a que le descuelgue una paloma y la parta en dos. Con cuidado, le extrae del hígado el newsletter que Télam le embuchó y lo manuscribe en su tablet. Es la síntesis de prensa oficial que irá enseguida a la Tablet Dorada que espera a su lectora en el escritorio presidencial.
Y listo. Una nueva jornada de la bizarra historia argentina está por comenzar.
Lo prueba el arribo casi inmediato de una Manga de Magos al Palacio Enrejado. Ya en sus despachos, esperarán que el dedo índice mayor del reino tome el mousse y con cursor vaya dejando en la carpeta de cada uno la receta de como deberá ser la Realidad de ese día. Ya sale el Sol y por el lado de Uruguay se percibe el revoloteo de la anunciación. No es un ganso prehistórico. Es el helicóptero presidencial. Ratito más, y dará comienzo la movida. Las dos. La de las millones de hormiguitas (yo, con bastón) que nos movemos por el mapa del país. Y la de los magos que habrán de activar la fábula mágica que distraiga al hormiguero.
Lo descripto no es una "foto" exclusiva. Más o menos así es como encaran hoy su sacrificial jornada de trabajo los 200 gobiernos del mundo. Algunos, más "legalistas" en lo formal. Otros, abusando del ritual. Los más saben que no les cabe producir historia sino una sombra chinesca de ella. La que mostrarán los noticieros de la noche. Y ya está. En esto consiste todo. Y mientras las pantallas se llenan de anestésicos goles, chismes y culos, los rotores vuelven a girar y los automóviles a partir raudos a lo suyo.
Puede afirmarse que la de hoy ha sido una jornada perfecta. El hígado cantó la posta.
Todo mago es un impostor. Su arsenal de tejes y manejes (prestimanía, telepatía, hipnotismo, adivinación, etc.) denota una impotencia: la de no poder relacionarse con la realidad. Su habilidad consiste en imponer apariencias que disimulen su fracaso. Tal como su diferencia con el artista o el campesino, que eligen la realidad desnuda aunque les duela. Los Magos del Poder se esmeran en imponer la sensación sobre la reflexión. Jamás saldrán a enfrentar al gliptodonte o a poner el hombro para traer los grandes troncos. Permanecen en sus cómodas cuevas mejorando los trucos que les permiten vivir de arriba, como magos. El de más éxito es aquel que muestra a un conejo sacando a un mago de la galera. Ese es "lo más" de cada país. En el nuestro es fémina. La Más. Una Maga. Y un 54 por ciento delira por sus gracias.
Por lo tanto, o gozan o se joden. ¿Alguna pregunta?
(*) Especial para Perfil.com