"Lo hago para ayudar a otros, para que no tengan que vivir todo lo que viví yo". Pablo Salum tiene 28 años y hace más de 10 que no sabe nada de su madre ni de sus hermanos. Cuando era chico -apenas tenía 8 años- su familia ingresó en un grupo llamado Escuela Yoga de Buenos Aires y su vida cambió para siempre.
Lo que había intentado ser un remedio para un mal que aquejaba a su madre terminó, según cuenta, en una pesadilla que duró años.
"Mi mamá supuestamente tenía una enfermedad con la que perdía el aire. Le recomiendan distintas alternativas porque los médicos no le encontraban nada", recuerda Pablo. Después de probar distintas cosas, su madre finalmente conoce la Escuela de Yoga Buenos Aires y a su fundador, Juan Percowicz (Perfil.com intentó comunicarse con él en varias oportunidades y no obtuvo respuesta). Y de a poco ella y sus tres hijos terminaron formando parte de la organización.
"Supuestamente Juan era un ángel enviado a la tierra con la misión de crear mil ángeles", asegura Pablo y cuenta que entonces se dictaban tareas para "evolucionar" a los participantes de las charlas.
"El grupo fue creciendo. Las tareas implicaban desde leer libros hasta llegar a acostarse con las personas que él quería y se hacían investigaciones supuestamente del lado erótico de cada uno. Había incluso tareas de incesto, madres que se acostaban con sus hijos", apunta y agrega: "El tema es que eso fue creciendo muy rápidamente, llegaron a tener filiales en varias partes del país y afuera".
El caso, luego de una denuncia de parte de la familia de una "alumna" fue creciendo hasta que alcanzó repercusión nacional. Incluso el propio Pablo llegó a dar su testimonio en sede judicial. "Me tenían secuestrado en el edificio de la secta hasta que me logro escapar y me mudo con mi padre. Hacemos la denuncia, quedó todo registrado".
En 1993 se hace cargo de la causa el juez Mariano Bergés. Entre otros delitos, se investigaba el lugar por supuesta reducción a la servidumbre, explotación de menores y mayores y estafas. Pero luego de allanamientos y de investigaciones, fue pasando de manos y quedó cerrada "por falta de mérito".
Desde ese momento, a mediados de 1998, y pese a que Pablo intentó ir a visitarlos, no supo más de su madre ni de sus hermanos: "Me decían que no, que no querían verme".
La ley. "Todos los que pasamos por una secta terminamos psicológicamente mal", asegura Salum con la voz entrecortada, en una mezcla de emoción y enojo. Es por eso que desde hace unos años se propuso llevar adelante un portal y un proyecto de ley "antisectas".
"Hay muchos padres que no quieren denunciar por miedo al qué dirán. El problema es a nivel leyes, vos no tenés forma de agarrarlos. No hay forma de comprobárselos", se enoja Pablo. Es por eso que se puso a investigar cómo es la legislación sobre cultos y religiones en otros países y espera que el Congreso tome su propuesta para evaluarla.
"Quiero que el Estado controle a estos grupos, que le dé apoyo a las víctimas, que eduque a la población", concluye.
(*) de la redacción de Perfil.com.