SOCIEDAD
un caso polemico

“Sigo sin entender cómo mi hija toleró semejante maltrato”

Ida Pavón, madre de la argentina “presa” en Egipto sin poder volver al país ni ver a sus hijas, cuenta detalles del drama familiar.

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Tiempos “felices”. Carolina Pavón vivió en la Argentina con sus dos hijas y su marido egipcio que hoy le niega el divorcio. | Gza. Maria Ida Pavon
“No le deseo este dolor a ninguna madre”. La angustia de Ida Pavón es transatlántica: rebota entre Argentina y Egipto desde hace más de una década, con cada viaje de su hija Carolina Pavón, casada con un contador egipcio. Pero, desde octubre del año pasado, el dolor se convirtió en infierno: Carolina está atrapada en Alejandría, fue víctima de violencia de género y quedó presa de una restricción legal que impide su salida del país.

El caso de Carolina se conoció esta semana, cuando ella hizo un pedido de auxilio al Gobierno argentino, el único que puede concederle el divorcio de Mahmud Mohamed Ahmud Ahmed Tarfa, que le permitiría volver al país.

Para Ida, la vuelta al país es fundamental para la salud de su hija. “Sólo aquí puede recuperarse como persona: ella naturalizó un maltrato terrible de su marido y de toda una cultura”, explica la mujer, que vive en Puerto Iguazú. Según cuenta a PERFIL, la larga cadena de violencia de su yerno escaló lenta pero dramáticamente. “Las cartas estuvieron echadas desde el principio, pero jamás creí que llegaría a esto”, asegura Pavón, una reconocida docente. “Carolina fue a Egipto, que desde chica le fascinaba, en 2003 para encarar su tema de tesis de Antropología y Mahmud era su ‘lazarillo’ allí. Se enamoraron y a los meses ella me llamó y me dijo que no me enojara, pero que se iba a casar”, comenta.

“Cuando mi padre enfermó en 2005, vinieron a Argentina. Verla llegar con el velo me resultó extraño. Pero ella estaba feliz. Al poco tiempo, nos enteramos que estaba embarazada. Mahmud nos trataba muy amorosamente, pero cuando mi hija estaba a punto de parir: lo escuché diciéndole, en inglés, algo respecto de ‘cortar’. Se refería a la mutilación que le hacen a las niñas cuando nacen: le dije que de ninguna manera, se enojó y y se fue, dejando a su esposa parturienta sola”, narra Ida.

A los pocos meses, la pareja retornó a Egipto con la madre de María Ida, con un avanzado caso de Alzheimer. “No me avisaron que se iban, hicieron los documentos en secreto. Noté que algo iba mal, mi instinto de madre se empezó a disparar”, asegura Pavón.

Las idas y vueltas entre Alejandría y Misiones terminaron en 2013, cuando la pareja volvió a la Argentina. La relación  entre Ida y su yerno empeoró. “Mahmud me levantó la mano una sola vez. Ya era obvio que violentaba a Carolina y lo confronté un día que estaba rezando. Cuando quiso pegarme, lo agarré del brazo y se lo torcí. Cuando le conté a Carolina, me dijo ‘Mami, no hagás eso, porque me va a retar’,” cuenta.

“Sigo sin entender cómo lo toleró, ni por qué: ni el más salvaje de los animales hace esas cosas. Pero ella no quería dejarlo para que las nenas tuvieran un papá. El le prometió que cambiaría, que iba a funcionar y, si no, le daría el divorcio. Ella le creyó y volvieron a Egipto”, asegura.

La crisis empezó dos semanas después. “Cuando ella le pidió nuevamente el divorcio, él le dio una paliza brutal. Carolina tomó veinte pastillas de Alplax. Las nenas lloraban y Mahmud les dijo: ‘Estas son las madres occidentales que se quieren matar en lugar de cuidar de sus hijos’. El desapareció con las dos nenas y la dejó encerrada. Ella se escapó y, desde ahí, se refugió en la casa de sus amigos”, narra Ida. “Todo esto fue por amor: a él y a sus hijas, que hoy no la reciben, dicen que es Satanás y que tienen vergüenza porque se quitó el velo: su papá les lavó el cerebro”, sintetiza Pavón.