“Mi psicóloga me recomendó que retome mis estudios, para despejarme y para que no esté con la cabeza en el juicio”, cuenta a PERFIL Osvaldo Martínez. Es jueves por la noche y acaba de rendir una materia de la carrera de Ingeniería Mecánica. Faltan pocas horas para la lectura de los alegatos por el cuádruple crimen ocurrido el 27 de noviembre de 2011, en un chalet de La Plata. El Karateca, que está acusado de ser coautor de los femicidios y enfrenta una posible condena a reclusión perpetua solicitada ayer por el fiscal Alvaro Garganta, conocía bien a las víctimas: Bárbara Santos era su novia y Micaela Galle, de 11 años, la hija de su pareja. En la escena también encontraron los cuerpos de Susana Bárttole, suegra de Martínez, y de Marisol Pereyra, amiga de Bárbara. Javier “la Hiena” Quiroga también está imputado, pero apuntó a Martínez en su testimonio.
—¿Cómo está transitando el proceso del juicio?
—Siempre tuve tranquilidad. Al principio tenía miedo por el tribunal que me iba a tocar, pero cuando salió éste sorteado pensé: “Por fin una buena”. Sé que son garantistas e incorruptibles. Necesitaba jueces probos y los tengo. Igual es re duro transitar por esta situación. La sociedad y el periodismo se olvidan de que una de las personas que estuvo ahí fue mi novia. Todavía me ven como un monstruo, y yo hubiera dado mi vida para que esto no sucediera. Sufrí la pérdida de personas que quería y de mi libertad. Sufrí mucho por mi familia. Cuando estaba preso, del otro lado de la cárcel encontraba llanto y desconsuelo. Todo esto fue un episodio dantesco en mi vida.
—Está sentado a metros de Javier Quiroga, acusado por la autoría material del cuádruple crimen, usted dijo que eso le molestaba, ¿por qué?
—Me sientan a dos metros del asesino. Es lo más duro que tengo que atravesar... Es muy fuerte. Cuando pasaron las fotos de lo que ocurrió tuve que salir de la sala, también cuando hablaron los médicos. Para mí es insoportable. Me hace muy mal, pero estar sentado al lado de esa persona... Con el paso de los días tengo la sensación de que el cuarto se hace más chico y que cada vez lo tengo más cerca. Imaginate qué quiero hacer con esa persona. No le deseo nada bueno... que se pudra como el gusano que es, quiero que sufra por toda la eternidad. Me vengaría con mis propias manos.
—¿Qué cree que pasó la noche del crimen?
—El fiscal Alvaro Garganta siempre se manejó con una sola hipótesis. Me decepcionó. Lo único que buscaba yo era justicia y él dirigió la investigación hacia mí, manipuló de alguna manera los hechos. A menos de dos meses de lo que pasó, Quiroga declaró como testigo. Estuvo sentado con el fiscal y le mintió en la cara. Terminó de declarar y se fue a la casa. ¿Cómo no le sacaron sangre para cotejar el ADN que encontraron en la casa? Por otro lado, se comprobó que Quiroga estaba adentro y afuera estaba (Marcelo) Tagliaferro, el remisero, que mintió al decir que me vio ahí. ¿Por qué miente? ¿Qué esconde? El fiscal eligió creerle. Me quedan muchas preguntas sin responder. ¿A nadie le llama la atención que Marisol haya llegado sin avisar tan tarde a una casa donde vivía una nena?
—¿Cómo cree que termina el juicio?
—Se dijeron muchas mentiras, pero siempre supe que la ciencia, los peritos, me iban a dar la libertad. No tengo dudas de que me van a absolver, pero creo que no se va a hacer justicia. Ni la vida de Quiroga puede pagar lo que hizo. Y creo que nunca se va a saber por qué las mataron. Hay muchas cosas que se dijeron de Susana, que tenía guardado un dinero y pudo haber un entregador. También se habló de droga, pero se quedaron con los celos de Martínez. En este juicio se perdió la oportunidad de saber la verdad.
—¿Tiene miedo de volver a la cárcel?
—No tengo miedo porque estoy seguro de que esto se termina el próximo viernes. Soy inocente, y no hay forma de demostrar lo contrario.
—¿Todavía piensa en Bárbara?
—La sigo extrañando. Esto me truncó la vida. Me arrebataron todo, lo que me identificaba como persona. (Se quiebra.) Sigo yendo al cementerio para hablarle. Siempre pienso en ella... que no está más.