La renovación de trenes en la línea Sarmiento tiene, además de la millonaria inversión realizada por el gobierno nacional, otro pilar no tan conocido pero no por eso menos importante. Detrás de los detalles de cada coche hay un grupo de 27 especialistas chinos, entre ingenieros y técnicos, que están encargados del armado, las pruebas y la resolución de los inconvenientes que pudieran surgir al colocar en las vías los flamantes vagones de última generación.
El grupo de expertos llegó al país en febrero de este año, junto con la primera entrega de las formaciones. Están para cumplir con lo que estipula la garantía que el gobierno nacional firmó con la proveedora china CSR y se encargan del ensamble de las partes que no vienen instaladas de fábrica, como las conexiones eléctricas y neumáticas de los vagones, entre otras tareas. El esquema laboral casi no les da respiro: durante el día acondicionan los trenes nuevos y por las noches y hasta la madrugada –fuera del horario de servicio–, realizan las pruebas de las unidades en las vías, que incluyen frenado, aceleración, velocidad, consumo eléctrico, aire acondicionado, entre otras que completan el protocolo de nueve observaciones.
Advertidos de lo ajustada que podía resultar su agenda en Buenos Aires y que buena parte de su tiempo transcurriría en Castelar, además de las habitaciones que ocupan en un hotel de la calle Venezuela, en Balvanera, pidieron tener un espacio de oficina cercano a los talleres de la línea. Es desde entonces que corre por cuenta de Trenes Argentinos el alquiler de una casa por Zona Oeste con todas las comodidades que los visitantes chinos pidieron: teléfono, internet wi-fi, escritorios y un lugar cómodo para el descanso. Incluso, también tienen a su servicio un cocinero que, según contaron, les hace extrañar poco los sabores de su país y les ahorra las salidas por los restaurantes porteños. “Muchos son casados y con el trabajo que tienen no les queda demasiado tiempo para hacer vida social”, comentan por lo bajo en el taller.
El idioma, sin embargo, todavía es un tema a resolver. Excepto durante el tiempo que Mario está presente, la comunicación con los trabajadores del taller es casi nula. Mario es un joven oriundo de China, pero que lleva muchos años instalado en Villa Luro. El no sólo oficia de traductor sino que también corre con los trámites de la delegación. Su presencia asegura el diálogo entre locales y visitantes. Pero cuando no está, el intercambio queda supeditado al 3G de los teléfonos celulares y al Google Translate.
Así las cosas, la relación con sus pares argentinos marcha sobre rieles. Eso sí, mientras no se presente algún imprevisto con un tren. “Ante cualquier ajuste que le pidamos y que salga de lo común, empiezan con los peros”, cuenta resignado un experimentado trabajador de la línea. Y en episodios de este tipo, el nulo dominio del idioma les juega a favor: “responden con los dedos, con el gesto de quien escribe en un teclado”, cuentan en el taller, que ya saben que el significado de la seña es que las solicitudes extraordinarias las deben pedir por escrito a la casa matriz. Escenas de este tipo se dieron, por ejemplo, cuando pidieron a China la traducción de los manuales y varios repuestos de los coches.
El martes PERFIL visitó el taller de Castelar y los diez orientales presentes en ese momento estaban abocados al reemplazo de un parabrisas en una formación que llegó así al país. Allí ocuparon un rincón que desde febrero nadie se atreve a invadir. Marcaron territorio con la colocación de un organigrama de la delegación y un cartel con el logo de la empresa CSR y la leyenda “Equipo de servicio posventa para Castelar Línea Sarmiento”. No dejan detalle librado al azar, incluso en lo relacionado a cuidar su indumentaria de trabajo. Hartos de la suciedad de las palomas que invaden el tinglado del taller, con un recorte de cartón se las ingeniaron para improvisar una suerte de alero protector. La eficacia del recurso está a la vista, tanto en el invento como en sus impecables trajes.
Los coches por dentro
Los nuevos trenes de la línea Sarmiento son de última generación. Están fabricados por la empresa china CSR y vienen equipados con aire acondicionado y calefacción, cámaras de seguridad en todos los vagones, frenos independientes, cartelería luminosa, sistema de comunicación interno y sensores de peso. Están preparados para desarrollar una velocidad máxima de 100 km/h, aunque la traza de la línea sólo permite alcanzar los 75 km/h en el tramo entre las estaciones Moreno y Paso del Rey.
Ante una situación de emergencia, los sensores de peso independientes en cada vagón hacen que, a una velocidad de 75 km/h, el tren pueda frenar en poco más de cien metros accionando automáticamente los frenos de acuerdo a la carga que lleve cada coche. Unos treinta trabajadores de la línea, entre conductores, guardas y técnicos viajaron en enero a China para recibir capacitación. La cabina del motorman también posee cámara de seguridad y una pantalla táctil desde donde se puede ir monitoreando al pasaje. Vienen también con sistema “hombre vivo” en el que el conductor debe dar avisos a través de un pulsador: a menos de 30 km/h cada 13 segundos y a mayor velocidad, cada siete segundos.