Malinalco es un poblado elocuente: todo habla en él, todo significa. Asombra constatar que a tan sólo dos horas de ese monstruo de mil cabezas que es la Ciudad de México se encuentre este lugar fantástico, donde el maíz regala sin reserva su sabor, el viento es transparente, la piedra, milenaria, y los horizontes posibles se hallan cubiertos de un verdor diverso y fértil.
La huella de las antiguas civilizaciones mexicanas se expresa en el principal atractivo de esta localidad, que es el único templo monolítico del continente americano. Tallado en piedra –al lado de una pirámide de mediana altura desde cuya cima se contempla el paisaje arrobador de Malinalco, tapizado de vegetación exuberante y casitas blancas con techos de tejas–, esta reliquia llamada Cuauhcalli ("la casa de las águilas", en lengua náhuatl) es una cámara amplia, cuyo umbral tiene la forma de una serpiente con las fauces abiertas y su interior guarda nichos zoomórficos que rematan en cabezas esculpidas de rapaces y felinos.