Más que una moda, consumir productos orgánicos es parte de una forma de vida. En Europa y en Estados Unidos, conseguirlos es sencillo. En la Argentina, estas sanas delicias todavía están algo escondidas y los turistas son quienes más van en busca de ellas, acostumbrados a consumirlas. Se las encuentra haciendo un pequeño tour por algunos barrios de Capital Federal y por los alrededores del GBA. Así se redescubren los tomates con verdadero gusto a tomate o pollos de color amarillo en vez de los blancos inflados con hormonas. Todo lo ofrecen comerciantes apasionados por su labor, que ayudan a tomar conciencia de la relación del ser humano con el mundo.
Primero hay que saber de qué se trata. El ingeniero agrónomo Gustavo Otamendi cuenta: “La producción orgánica se entiende también como ecológica o biológica. Deriva de manejar el suelo y el ambiente en condiciones saludables, para no usar agroquímicos. El producto orgánico tiene una certificación que garantiza que se han cumplido los principios mencionados. Existen varias certificadoras (por ejemplo, Argencert SRL, Letis SA, Organización Internacional Agropecuaria), a su vez, supervisadas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Sus nombres y verificaciones aparecen en los empaques. También hay productos sin certificación, pero pueden ser naturales, si el proveedor o chacarero no usó agroquímicos.