Amplios terrenos, ubicaciones en zonas residenciales o de casa bajas, fácil resolución con los propietarios de turno y, sobre todo, la posibilidad de generar grandes emprendimientos resultan ventajas irresistibles para los desarrolladores inmobiliarios que buscan “reconvertir” en espacios comerciales a los conventos o casas de retiros religiosos que aún quedan en la Ciudad.
Se trata, en definitiva, de emprendimientos que, al ejecutarse, pondrían en riesgo edificaciones históricas, que cuentan con distintos niveles de protección patrimonial.
En otros casos, son las propias congregaciones las que se acercan para ofrecer los predios, y así aliviar los costos que genera su mantenimiento. Algunos proyectos se concretan y otros encuentran frenos judiciales (ver aparte).
La más reciente de estas iniciativas levantó polémica entre los vecinos, ex alumnos y comerciantes de Villa Crespo, donde hasta hace un par de años funcionaba la Casa San José, en Gurruchaga 1040. Se trata de la residencia de las monjas que pertenecían a la congregación de las Hermanas Religiosas de San José, un predio lindero a la iglesia y al colegio San José de la Palabra de Dios.
Allí, a pesar de que el edificio cuenta con protección patrimonial, avanzan los trabajos de construcción de un nuevo polo gastronómico con varios locales comerciales, que además incluirá oficinas y hasta un hotel boutique, y que se espera que esté listo para el primer trimestre del año próximo.
De acuerdo con lo que explican desde la comercializadora, además de ser un típico negocio de renta, la idea apunta a “reposicionar una de las áreas comerciales más deprimidas de la Ciudad”, situación que se apalanca en la gran cantidad de outlets que bajaron sus persianas en los últimos meses sobre la avenida Córdoba y sus calles adyacentes.
“Es una zona donde falta oferta gastronómica, a diferencia de la que se encuentra del otro lado de Córdoba, más cercana a Palermo”, aseguró Ignacio Mel, gerente comercial de Mel Propiedades. “El proyecto estaría listo para fines de febrero próximo o a principios de marzo”, agregó.
En este caso particular, y de acuerdo a lo que pudo averiguar PERFIL, la desarrolladora llegó a un acuerdo, con las monjas que allí vivían, de alquilar el lugar por 20 años.
Si bien la construcción cuenta con protección patrimonial basada en la Ley 5.094 de Edificios Catalogados, la misma “protege” sólo el frente del convento, y no a su interior. “Salvo algunas reparaciones permitidas, el frente no se tocó. El interior fue modificado de acuerdo a las exigencias del emprendimiento, con el compromiso de devolverlo tal cual estaba cuando finalice el contrato”, señaló el broker.
Cuestionamientos. De todas maneras, y más allá de los beneficios que –según los desarrolladores– el nuevo polo comercial traería al barrio, ex alumnas de la institución y algunos vecinos del lugar no ven con buenos ojos la propuesta. “Si ya es un problema los fines de semana con los autos estacionados por todos lados por la gente que viene a los outlets, con los restaurantes que quieren abrir, ahora todo va a ser muy complicado. Además, no hacía falta arruinar el convento, que forma parte de la historia del barrio”, señaló Antonio Alvarez, vecino de Castillo al 600.
Por su parte, M.L., una ex alumna del colegio religioso –que pidió no ser identificada– afirmó: “El convento fue una donación de la familia Malcom, los fundadores de Villa Crespo. Tenía entendido que si dejaba de prestar su función específica, es decir religiosa, volvía a la Ciudad”.
Más adelante, y cuestionando el destino del convento, aseguró: “El legado era muy claro al respecto. Me llama mucho la atención cómo el edificio no pasó a ser parte del patrimonio edilicio de Buenos Aires, tal como sucedió con la plaza lindera al edificio que pertenecía al convento y que cuando dejó de serlo, pasó a la Ciudad”, reflexionó sin ocultar su enojo la vecina.
Otros proyectos, con amparos
Uno de los casos que las ONG patrimonialistas lograron frenar fue el del convento Las Victorias, en Barrio Norte, donde impulsaban construir torres de oficinas. Los recursos de amparo frenaron las obras sin perspectivas de fecha de resolución, según confirmaron a PERFIL desde esa entidad. En el convento de Santa Catalina de Siena, San Martín al 700, también se proyectó una torre de 18 pisos que destruiría la estructura de adobe del lugar y se perdería el patio colonial.
Pero otros logran seguir adelante: en Arévalo y Nicaragua, en el predio donde está el restaurante La Mar –donde antes funcionaba el asilo de niñas huérfanas israelíes–, se demolió una parte de su estructura para construir residencias, y el resto se transformó en un hotel boutique.
Ahora, según pudo averiguar PERFIL, desde el convento de la Misericordia de Villa Devoto, de Pareja al 3600, sondearon con una ONG el tipo de protección patrimonial con el que cuenta el lugar, para “evaluar posibilidades”.